Por: Natassja de Mattos |
Este sistema no es salvable, este sistema no es digno y no es sostenible. El único modo de avanzar en términos civilizatorios es un seguro social solidario intergeneracional, un sistema único y universal de salud para todo el pueblo de Chile. La conversación debería tratarse de eso y asumirse como una cuestión ideológica, mas se empeñan en llevarnos al terreno técnico de la Ley corta de ISAPRE, un parche que las hace vivir sin importar a quienes estas dejen morir.
Por allá por el año 76′ Michel Foucault acuñó la idea de que la fórmula del biopoder es la de “hacer vivir y dejar morir”, asociado a la cuestión biológica, del cuerpo y la medicalización. Detrás de esto se sitúan las prácticas del poder fáctico que regulan, legislan y rigen las posibilidades del vivir y el buen vivir, asunto que depende, sin lugar a dudas, de la salud. Si se provee de esta, se asegura el acceso y se garantiza servicios y prestaciones de calidad, se hace vivir. Mientras que si se excluye de este derecho, se impide el acceso a un buen servicio y prestación y se marginaliza a personas de la posibilidad de gozar de una buena salud, además de atentar contra su dignidad y derecho humano, lo que se hace, a fin de cuentas, es dejar morir.
En Chile hace más de un año se emitió un fallo por parte de la Corte Suprema en que se dio cuenta de que las ISAPRE (Instituciones de Salud Previsional) cobraron más a sus afiliadas/os ignorando la tabla de factores que determinan los precios, haciendo sus propios cálculos que terminaron siendo excesivos desde 2020. Evidenciado lo anterior, en un acto de íntegra justicia se exigió resarcir en términos económicos. Cuando se realizó el cálculo de la deuda que tenían la ISAPRE con sus clientes, el monto fue categórico: si pagaban, quebraban y la resolución fue devolver el abuso en excedentes, en prestaciones, servicios y cobertura. Se develó una crisis estructural de financiamiento y hubo una fuga masiva de ISAPRE a FONASA.
Empezó entonces una discusión acerca de si “hacer vivir o dejar morir” a las ISAPRE, y se concluyó que esto no era bueno para nadie, que si eso ocurría serían las personas de a pie las que se verían afectadas a la larga. Es una cuestión irónica por donde se le mire, ya que las desigualdades que producen las ISAPRE tienen a la base la mismísima fórmula: hacer vivir o dejar morir. Pues son estas las que sostienen un fuerte sistema de desigualdades mediante la capitalización individual en detrimento de un sistema solidario que podría fortalecer FONASA (Fondo Nacional de Salud), que tiene la potencia de un sistema universal de salud para Chile. Como decía la escritora Olivia Laing: “Lo cierto es que a menos que la asistencia sanitaria sea universal, la supervivencia de una persona no depende de su deseo de vivir, sino de su capacidad de pagar”, y es justo eso lo que fundamentó la creación y sostiene la existencia la ISAPRE.
Si estas se pagan con las cotizaciones de todas y todos, una vez más nos vemos frente a un debate ideológico que contrapone las posturas sobre ser un pueblo solidario de manera intergeneracional o un pueblo individualista que se salva el propio pellejo. En octubre de 2019 parecíamos estar hartos de este individualismo radical que soporta cuestiones como las ISAPRE y las AFP, y hoy en el Congreso, la opinión pública y el gobierno se cocinan lentamente las fórmulas para salvarlas, para no desestabilizar el sistema. Y no es que haya que destruir todo de un momento para otro -aunque a veces parece una plausible ventana de oportunidad para las revoluciones precisas que nos acerquen a la vida digna-, pero sí de entender la necesidad de una universalidad sistémica garantista que amplíe y fortalezca estructuras como FONASA para una verdadera perspectiva de cuidado.
No olvidemos que las ISAPRE no solo producen desigualdades porque quienes pueden pagarlas acceden a mejor y más salud, sino que discriminan entre sus propios clientes (pues eso son, clientes), en tanto quienes tienen historiales de enfermedades, tienen más edad o son mujeres en edad fértil, son quienes más deben pagar, llegando a precios irrisorios. Quisiera detenerme en las mujeres en edad fértil, asunto en que radica una inconsistencia tremenda, pues los sectores más empeñados en hacer vivir las ISAPRE, y ojalá igual como viene siendo desde hace al menos cinco décadas, son quienes más valoran una cierta fórmula de familia y reducen a las mujeres a su rol reproductivo como si de eso se tratara su labor y finalidad de vida. Sin embargo, a la hora de su atención en salud les castigan la posibilidad de gestar y parir cuando de su seguro de salud se trata.
Este sistema no es salvable, este sistema no es digno y no es sostenible. El único modo de avanzar en términos civilizatorios es un seguro social solidario intergeneracional, un sistema único y universal de salud para todo el pueblo de Chile. La conversación debería tratarse de eso y asumirse como una cuestión ideológica, mas se empeñan en llevarnos al terreno técnico de la Ley corta de ISAPRE, un parche que las hace vivir sin importar a quienes estas dejen morir.