En las elecciones al Parlamento neocelandés el partido Nacional, liderado por Christopher Dixon, se ha impuesto con una clara ventaja al laborismo del actual primer ministro Chris Hipkins.
Según datos de la Comisión Electoral de Nueva Zelanda, el partido de corte conservador ha obtenido un 39% de los votos, aventajando al partido Laborista por doce puntos. En tercer lugar de las preferencias, el partido Verde cosechó 10.77%, mientras que en cuarto lugar aparece el partido ultraliberal ACT (acrónimo en inglés de «Asociación de Consumidores y Contribuyentes») con el 9%. Más atrás, con 6.5% el New Zealand First Party, mientras que el Te Pāti Māori, agrupación identitaria que defiende derechos indígenas, logró 2.6%.
De acuerdo a estos guarismos, el partido Nacional tendría 50 curules en el nuevo parlamento, los que en una coalición con los 11 de los denominados “libertarios” le permitiría formar mayoría de gobierno. Por su parte, el laborismo tendría 34 parlamentarios, el Verde 14, el New Zealand First Party 8, mientras que el partido de centroizquierda maorí contaría con 4 asientos.
Según analistas locales, los votantes, sobre todo de clase media, habrían sido atraídos por la promesa de bajar una inflación históricamente alta para el país y de reducir su deuda nacional.
Desde el punto de vista de la necesaria distensión geopolítica internacional, el giro a la derecha no es una buena noticia. De una postura histórica opuesta al armamentismo, el país podría verse tentado de acercarse al recientemente formado bloque AUKUS entre Australia, el Reino Unido y los Estados unidos, una prolongación de rivalidad estratégica creado por la esfera angloamericana para contrarrestar el peso específico de China en esta zona.
El revés de los pueblos indígenas en Australia
Este sábado 14 de Octubre tuvo lugar en Australia el referendo que aspiraba a reformar la Constitución reconociendo a los pueblos indígenas a través de un órgano consultivo de carácter parlamentario conocido como la Voz Indígena.
Para ser aprobada, la iniciativa debía lograr una mayoría de votos a favor a nivel nacional y en al menos cuatro de los seis estados australianos.
Los resultados dieron por tierra con la propuesta. De los 17.6 millones de australianos en condiciones de emitir su voto participaron unos 13 millones y 60% lo hizo por el No, mientras que el 40% aprobó la iniciativa. Por otra parte, en ninguno de los Estados se obtuvo la mayoría.
La propuesta se concibió para mejorar la vida de los 800.000 australianos indígenas, la población más vulnerable, que constituye alrededor del 3,8% del total de habitantes de Australia.
Algunas estadísticas son una muestra contundente de las desigualdades que sufren los aborígenes. En promedio, los jóvenes indígenas entre 10 y 17 años son detenidos casi 25 veces más que sus pares no indígenas, mientras que la tasa de suicidio entre los indígenas es de más del doble que entre los no indígenas, en relación 27 a 12 por cada cien mil personas, según datos de 2021.
Siendo una nación de 26 millones de habitantes compuesta fundamentalmente por inmigrantes y sus descendientes – aún hoy el 30 % de la población residente es nacida en el extranjero -, es doloroso constatar cómo también aquí, como en otras regiones del mundo, la reciprocidad y la empatía con las poblaciones originarias, tienen un largo camino por recorrer.