Por Iñaki Chaves
Frente a celebraciones impuestas y conmemoraciones vacías, más bien deberíamos reflexionar y guardar un minuto de silencio por cada violencia. Seguramente nos tocaría quedarnos calladas y callados el resto de nuestras vidas.
El encubrimiento iniciado hace 531 años sigue en marcha y las realidades diversas del continente americano siguen excluidas e ignoradas en su mayoría.
Nada que celebrar, ni por la llegada de Occidente a Abya Yala ni por la situación general del mundo y sus moradoras. En nuestra América no hay celebración, sino denuncia de una colonización que todavía perdura; ni en Palestina hay celebración por la colonización israelí, sino demanda de libertad y justicia; ni en Israel debería haber celebración por responder al terrorismo con sus mismas armas, ni en el Sahara celebran su situación y la indiferencia de la mayoría de los gobiernos. Y así podríamos seguir citando casos de indiferentes que sobreviven a nuestra desgana y hastío hacia las diferencias.
Sí, indiferencia que solamente se viste de interés cuando son los intereses de los poderes económicos y mediáticos quienes giran sus finanzas y sus micrófonos hacia esos territorios y esas personas que son ignoradas el resto del año y de los siglos. Qué triste que tengan que producirse hechos violentos para que miremos a quienes no vemos.
No hay nada que celebrar, ni el 12 de octubre se descubrió nada, ni hay raza superior a otras ni hay carácter genérico en una hispanidad que encubrió otras identidades. Solamente deberíamos celebrar el diálogo y la escucha, la amistad y la no violencia, el respeto por las otras y la solidaridad con las diversidades.
Palestina libre, con territorio y sin terrorismo; Israel libre, con judaísmo y sin sionismo, Abya Yala libre, con derechos y sin colonialismos. Empatía con todas ellas y con todo aquello que nos niegan con la excusa de salvarnos mientras nos reafirman en la opresión y pisotean nuestras diferencias.
Si queremos celebrar algo, celebremos la paz y la pacífica RE-existencia en la diversidad.