Desde la Red Humanista de Noticias de Salud REHUNO Salud ponemos en marcha un lugar de intercambio donde encontramos una nueva mirada sobre la vida cotidiana basada en una psicología experiencial y existencial (la Psicología del Nuevo Humanismo), y que da unas propuestas concretas de trabajo personal para llegar a un sentido pleno de nuestra existencia y a una vida libre de sufrimientos innecesarios.
No es, por tanto, una psicología terapéutica ni que trate sobre ninguna patología, sino que va dirigida a cualquier persona que quiera comprenderse a sí misma y tener herramientas, si así lo desea, para iniciar un cambio positivo en su vida. El bienestar psicológico es sin duda una de las bases de la salud integral, por ello es un aspecto al que hay que atender. Te invitamos a poner en práctica estas propuestas y también a que te comuniques con nosotros y nos cuentes tu experiencia. ¡Escríbenos!
Por Jordi Jiménez
¿A qué nos referimos y por qué es importante esto del dar y el recibir? Hablamos de «dar» cuando realizamos una acción que sale de nosotros y llega a otras personas con el objetivo de construir o de ofrecer algo positivo a esas personas, sean cercanas o desconocidas. También cuando realizamos acciones que contribuyen a mejorar la vida de conjuntos humanos, aunque no tengamos presentes a ninguna de esas personas en el momento de realizar esa acción (acciones sociales, por ejemplo).
Es decir, la flecha sale de nosotros y va hacia el mundo, hacia otros. Por ejemplo, si ayudamos a un amigo con dificultades, o apoyamos a alguien en sus proyectos o participamos en un colectivo que busca alcanzar mejoras sociales. También hay muchos trabajos relacionados con la capacidad de dar: un médico que se implica con sus pacientes, un profesor que pone lo mejor de sí para sus alumnos, un bombero que apaga fuegos o alguien que organiza y coordina un proyecto solidario.
Al «soltar» se irradia y aumenta la energía
En todos estos casos se pone en marcha un tipo de actividad que produce registros de soltada, como si algo saliera de nosotros e irradiara alrededor nuestro llegando a otros. Si atendemos a las sensaciones que se producen, seguramente encontraremos sentimientos de apertura o de amplitud. Este soltarse e irradiar energía hacia afuera, contrariamente a lo que se pueda creer, produce un aumento de la energía corporal y una circulación equilibrada de la misma, ya que se registra como algo coherente y unitivo.
(Imagen de Antonio Guillem en Stock)
Sin embargo, si nos fijamos en ciertas actividades laborales en las que uno «da» todo lo mejor de sí a otros, a veces se produce una sensación de desproporción en esa energía que volcamos hacia los demás. Algo así como que «nos vaciamos» en los otros y quedamos agotados y exhaustos. Pero no hay que confundir estos excesos energéticos con el fenómeno de dar en sí mismo. Cuando hablas con personas que realizan ese tipo de actividades laborales y les preguntas por su experiencia, comentan que eso es lo mejor que han hecho nunca y que no lo cambiarían por nada, a pesar del agotamiento que produce. Muchas veces ese vaciamiento energético se produce en realidad por presiones laborales, condiciones precarias de trabajo, o bien por un olvido total de uno mismo. La entrega al otro es tal que uno pierde la atención sobre sí y, sin darse cuenta se vacía energéticamente.
«Dar a otros» produce bienestar y equilibrio
Pero al margen de asuntos laborales, si tratamos de recordar nuestros actos impulsados por un dar a otros, veremos que en el corto y en el largo plazo se producen registros de equilibrio, de coherencia y de unidad energética. Por el contrario, cuando hablamos de «recibir» nos referimos a todo aquello que realizamos pensando únicamente en lo que nos reportará a nosotros mismos. Hagamos igual que antes: veamos qué tipo de sensaciones se nos producen, qué tipo de emociones y registros aparecen cuando actuamos así. En este caso, la flecha sale de nosotros y vuelve a nosotros, por lo que la energía psicofísica se mueve en círculo cerrado. Es como si en una casa no abriéramos nunca las ventanas. Acabaría oliendo a… cerrado. Desde el punto de vista energético, la actitud de recibir es similar. Todo entra, nada sale, porque incluso lo que hago hacia otros está pensado desde lo que me reportará a mí, está pensado desde lo que volverá hacia mí, con lo cual se «intoxican» desde los pensamientos hasta los músculos.
Una vida basada en «el recibir» es una vida llena de tensiones y malestar
No hay que confundir esta actitud centrípeta y encerrada con lo que hago para cubrir las necesidades que pueda tener. Diariamente necesito realizar una serie de actividades de alimentación, de descanso, de relación social o incluso de simple ocio que desde luego acaban en mí, pero son totalmente necesarias para mi subsistencia y mi equilibrio corporal y psicológico. No hay ningún problema en cubrir las propias necesidades. Al contrario, si no atendemos a lo que necesitamos nos vaciamos energéticamente, como hemos visto antes en el caso de algunos trabajos. Cuando hablamos de actitud centrípeta nos referimos a esa actitud interna en la que uno cree que el mundo está ahí para que uno lo devore de acuerdo con sus especiales apetencias, como si uno fuese el centro del mundo, una especie de agujero negro que absorbe todo lo que encuentra alrededor.
¿Qué queremos decir con todo esto? Que esa actitud egoísta no es ningún pecado, sino un enorme error de cálculo, porque hemos creído ingenuamente que recibir es más que dar. Y si observamos las cosas con más cuidado, veremos que una vida basada en el recibir es una vida llena de tensiones por agarrar, angustia por poseer y temores a la pérdida de lo poseído, una vida con relaciones personales enrarecidas e intereses mezquinos. Todos estos no son más que síntomas de una energía encerrada en sí misma, que queda en uno y para uno, en una especie de soledad individualista que «contamina» todo lo que toca.
Por tanto, si aspiramos a una vida libre de contradicciones, despierta y con sentido, debemos tener en cuenta este aspecto tan importante: la actitud de dar nos libera, nos hace más fuertes, más coherentes y, en definitiva, más felices.