Escribo desde el cautiverio al que me somete la ley chilena, que por cierto, respeto y acato.
Hace ya muchos años, decidí vivir como mapuche que soy, pero inserto según las normas de la sociedad chilena, no precisamente para resignarme a la discriminación a la que hemos sido sometidos históricamente, sino para cambiar esta realidad desde dentro y con las armas del trabajo persistente, el convencimiento y el apego a la verdad.
Sin embargo, más allá del proceso judicial que se lleva adelante y en el que me he visto envuelto, sé que muchos ya me han condenado al patíbulo y han decretado mi exilio definitivo de esta comunidad a la que he decidido pertenecer. Esta situación no me es ajena. Los mapuche, desde el momento mismo en que los conquistadores pisaron nuestras tierras, hemos debido enfrentarnos a la adversidad y al horror de un sistema construido para hacernos
desaparecer, lo cual, muy lejos de amedrentarnos, nos ha hecho fuertes, despertando en nuestro pueblo esa capacidad de pelear por la tierra bendita en que nacimos.
Pido y exijo mi derecho, al menos, a la duda razonable de las personas de buena voluntad y de quienes simplemente se han informado de esta situación por las redes sociales o la prensa, sin conocer en lo más mínimo, los detalles de los hechos acontecidos. Malcolm X tenía razón cuando señalaba que, “la prensa puede hacer que ames al opresor y odies al oprimido”.
Pido y exijo mi derecho a la presunción de inocencia, hasta que se demuestre lo contrario. Pero, para ello, no pido que se confíe en mi palabra, sino en la voz de la justicia, que luego de conocer en profundidad las circunstancias que se analizan, concluirá con un veredicto que debe ajustarse a derecho. En ese escenario, tengo la más plena convicción en mi inocencia y confío en que la justicia refrende ese convencimiento.
En varias ocasiones he sido crítico de la prisión preventiva, particularmente, porque es una herramienta jurídica que presume la culpabilidad y que posibilita un uso discriminatorio, particularmente cuando el criterio aplicado afecta a personas que ya sufren los efectos de muy diversas vulnerabilidades. A esto me he referido antes frente a casos de líderes mapuche a quienes se les presume culpables por el solo hecho de ser lo que son, por su apariencia, por su modo de hablar, por su cultura y por los prejuicios, mucho antes de que un hecho se demuestre fehacientemente. En mi caso personal, se me considera un peligro por razones que van mucho más allá de un caso en particular y más bien se relaciona con mi historia de defensa de los derechos de mi pueblo a existir y a ser respetado en un Estado que aun no es capaz de reconocer su profundo sentido multicultural.
Estos días de encierro involuntario, me han hecho recorrer mi vida personal y pública, en un análisis crítico y autocrítico descarnado. En esa reflexión he puesto frente a mí, a mi amada familia y a mi pueblo mapuche, que son los dos motores de mi existencia. Permítanme compartir algunas de mis conclusiones.
En primer lugar, algunas personas han buscado construir un cierto “relato”, encadenando hechos que se han sido difundidos ampliamente, queriendo concluir una especie de radiografía condenatoria de mi trayectoria pública. Entonces, amalgaman una disputa judicial antigua, de la que fui sobreseído, mi frustrada candidatura presidencial y los hechos acaecidos con la Fundación Kimun y el traspaso directo de recursos en la Región de Los Lagos.
Respecto del primer punto, no diré nada, pues la justicia se pronunció en su momento y me exculpó de esa situación. Respecto de la inscripción de mi candidatura presidencial y dado que el asunto sigue un proceso aun, solo diré que cometí el error de confiar en las personas equivocadas en un momento en que toda mi atención estaba en la generación de una propuesta de gobierno adecuada al Chile desigual que sufrimos.
Respecto de la situación presente, evidentemente no puedo pronunciarme, para no entorpecer la investigación que se está desarrollando. Solo reitero la seguridad que tengo en el total y absoluto esclarecimiento de los hechos, que demostrarán mi completa inocencia.
Sin embargo, me parece necesario hacer una pregunta que brota de la aplicación del simple sentido común. En efecto, se me acusa de fraude al fisco y lavado de activos, la cuestión es, ¿cómo podría ser esto posible respecto de una persona que no ha recibido fondos públicos? Así es, la institución que recibió fondos fiscales se llama Corporación Kimun y esta entidad es presidida, representada, dirigida y creada por Jaime Huincahue, no por mí. Jamás he sido socio, ni fundador, ni parte del directorio y menos representante legal. ¿Por qué, cómo y en qué circunstancias específicas se adjudicaron esos recursos?, eso debería responderlo el Gobierno Regional de Los Lagos. Como lo he señalado reiteradamente, mi rol en ese proyecto fue el de coordinador técnico durante un periodo acotado de tiempo, y nunca tuve relación con el uso de los recursos. Eso es lo que se aclarará con el estudio acucioso de los hechos.
Mi actitud en el caso ha sido de total colaboración con la investigación, a tal punto que de manera voluntaria levanté mi derecho al secreto bancario, entregué mi teléfono personal y mi computador a la policía. Muy lejos de lo que ha planteado el Senador Fidel Espinoza, mi actitud ha sido la de poner toda la información de la que dispongo al servicio del esclarecimiento de los hechos. Este parlamentario ha encontrado una trinchera miserable para salir de su habitual irrelevancia, que es transformarse en un adalid de la probidad y la transparencia, a costa de hacer pagar a “justos por pecadores” y acusar sin ninguna discriminación a cualquier persona que según su pobre criterio, merece ser considerado culpable.
El señor Espinoza desprestigia su cargo, la entidad que representa y a la actividad política en general. Sé que mucha gente desinformada y que se deja llevar por las meras apariencias, hoy alaban su comportamiento, pero, esto no es más que una nueva manifestación del populismo desesperado de quien pretende ser un actor relevante, denostando a personas inocentes que le sirven para su estrategia comunicacional espuria. Este “hijo ilustre” de una casta política decadente, es el que no solo daña la dignidad de cualquier persona, sino que principalmente al valor de nuestra democracia y el noble propósito de la buena política.
Por otro lado, soy testigo del momento político delicado que todas y todos compartimos.
Lamento decir que el Gobierno de Gabriel Boric no ha estado a la altura de las expectativas que generó. Digo esto porque me siento de alguna manera parte, de esa decepción generalizada que se le atribuye a las nuevas generaciones que venían a cambiar y a mejorar la actividad política. Asumo que mis errores, aunque hayan sido maliciosamente utilizados, han contribuido a generar un mal clima de decepción, rabia y desesperanza.
Las preguntas que me hago son… ¿debemos claudicar en aquellos principios que nos llevaron a buscar la transformación de Chile?, ¿debemos dar la razón a quienes hoy miran con desconfianza una lucha que se cristalizó durante el “estallido social”, dando lugar a un proceso constitucional que busca un país más justo, más transparente, igualitario e inclusivo?, ¿debemos entregar el país a una derecha intransigente y brutalmente conservadora que se enarbola hoy como los salvadores de la “patria amenazada”?
Independientemente de los actos fallidos del gobierno, los vaivenes del proceso constitucional o el intento permanente de descalificar los movimientos sociales que buscan construir un país más justo, no se debe olvidar que Chile sigue siendo un territorio de desigualdades, un reproductor de pobreza y un espacio de convivencia que mantiene una deuda histórica con sus pueblos indígenas.
Concluyo hablándole a mis queridos hermanos y hermanas del pueblo Mapuche y del pueblo de Chile. También le hablo mucha gente que me ha respaldado y me ha manifestado su afecto y solidaridad, lo mismo que a aquellos otros que han tomado distancia, haciéndose parte de quienes ya me han condenado. Les hablo también a mi esposa y mis pequeños hijos Pangue de 4 años y Kim de 3 años.
A todas y todos les digo que la palabra rendición no está en el diccionario de un Mapuche de Purén indómito y menos del Lof Ancalao que viene del linaje de los antiguos guerreros.
Estoy consciente que este es uno de los momentos más difíciles de mi vida, también estoy consciente que no somos espectadores de la historia. Más temprano que tarde se hará justicia y la verdad se impondrá. Hoy, con toda la fuerza, puedo decir que solo esta derrotado quien ha dejado de luchar. Jamás podemos aceptar que nos hagan sentir culpables cuando somos inocentes. Tenía razón Emiliano Zapata cuando afirmaba que “es mejor morir de pie que vivir de rodillas”.
Pido a Nguenechen que me otorgue el newen con el que nos he bendecido a lo largo de nuestra noble historia.
AMULEPE TAIÑ WEICHAN, WEUWAIN!