Un 13 de septiembre de 1993 el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina Yasser Arafat sellaban en Washington los Acuerdos de Paz de Oslo, que habían sido negociados durante meses en la capital noruega.
Los acuerdos mantenían la jurisdicción israelí sobre los asuntos exteriores, las fronteras y la defensa, mientras que transferían a la Autoridad Nacional Palestina la potestad para el autogobierno en materia de educación, salud, bienestar social, tributación directa, cultura, turismo y el establecimiento de una policía palestina.
El texto acordado preveía un período de cinco años luego de la retirada de las fuerzas ocupantes israelíes del territorio de Gaza y Jericó para lograr un acuerdo duradero para una paz definitiva.
Sin embargo, transcurridas ya tres décadas, la ansiada paz no ha llegado. Numerosas violaciones a los derechos humanos han debido sufrir los palestinos, mientras que los habitantes de Israel han vivido con el desasosiego de sufrir represalias por la política violenta de su gobierno y la actitud beligerante de sus fuerzas armadas.
Lejos de haberse aminorado el conflicto y establecido la solución de dos países vigente en las resoluciones de Naciones Unidas, la población palestina ha vivido cercada en un ghetto bajo un férreo control y carente de reales condiciones de desarrollo humano.
Los gobiernos derechistas israelíes han fomentado la política de ocupación mediante la expansión de asentamientos y los enfrentamientos entre los nuevos colonos y los palestinos han exacerbado la enemistad y dificultado el entendimiento.
El gobierno de los Estados Unidos, ha priorizado mantener de peón geopolítico en la región al Estado de Israel, vulnerando con el statu quo de ocupación y segregación el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino reconocida internacionalmente.
Ante el estancamiento del proceso de paz, el ministro de relaciones exteriores de China Qin Gang señaló hace algunos meses que China está dispuesta a desempeñar un papel constructivo en la promoción de la paz en la región.
La presencia diplomática de la potencia asiática en el Medio Oriente vio coronado sus esfuerzos de mediación luego del acuerdo logrado entre Irán y Arabia Saudita para retomar relaciones.
Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense presiona para que el gobierno israelí y el saudita forjen acuerdos de colaboración, cuestión que Arabia Saudita deja supeditada justamente al surgimiento de un Estado palestino independiente.
¿Habrá sonado la hora de la independencia palestina y una paz justa y necesaria en Medio Oriente? ¿Cesará la violencia y se encenderá la llama de la esperanza?
El panorama de una posible negociación se torna ahora más auspicioso, luego del ingreso al bloque del BRICS de sauditas y persas junto a los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, todas naciones relevantes a la hora de acometer una solución al conflicto.
Es altamente posible que en el corto plazo haya señales en ese sentido. Los pueblos claman desarrollo y cooperación en vez de guerra y conflicto. La paz es el único camino.