«Si la salud y la educación son tratadas de modo desigual para los habitantes de un país, la revolución implica educación y salud gratuita para todos … Nos parece que procediendo de modo inverso no se llegará a conformar una sociedad con posibilidades evolutivas». -Silo-
Compra y venta de órganos en “libertad”. Eliminar el Ministerio de la Salud. Quitar beneficios sanitarios a jubilados y pensionados. Desregular las obras sociales. Libre portación de armas.
Libre mercado para el precio de los medicamentos. Eliminar los planes sociales maternales y de protección de la niñez. Arancelamiento de los Hospitales Públicos. Eliminar progresivamente toda ayuda y subsidio a la sanidad. Minimizar la acción del Estado en materia de salud.
Lo anterior no es ficción. Tampoco es el resultado de un mal sueño (o tal vez si!)… Lo cierto, es que son las principales propuestas del partido mayoritariamente votado, hace unas semanas, en las elecciones primarias en Argentina. Menos ficción es que lanza las propuestas bajo el slogan: “la libertad avanza”!
“Libertad… libertad!”, grita desaforado un candidato. Bonita palabra que seduce oídos agobiados y maltratados durante décadas. También oídos jóvenes con ansias y sueños de cambiarlo todo. Pero el grito del candidato (y sus oportunistas “libre-mercaderes” que lo secundan) esconde otras verdades (y mentiras) no aclaradas.
Libertad no es sinónimo de “libre mercaderes”. Esto es una falacia y mentira. Igualar esos términos es fomentar la injusticia. En salud, es impulsar la desidia, el desamparo y el abandono de quienes no puedan pagar una salud privada (aunque sea “libre”).
La “libertad” se da siempre entre “condiciones”. Para que haya verdadera libertad tiene que haber primero “igualdad de oportunidades”. Es condición fundamental.
Hoy, en Argentina (y en todo el mundo) no existe igualdad de oportunidades. Entonces, ese mentiroso grito de “libertad” se convierte en individualismo, ley de la selva, “sálvese quien pueda”. En síntesis: violencia.
Traslademos esto a los servicios de salud y tendremos millones de personas abandonadas cuando los hospitales públicos no cuenten con los recursos suficientes de la sociedad y del Estado. Imaginen a las familias de bajos recursos, a jóvenes y ancianos sin una seguridad social (dada por el Estado) que los proteja. Sólo sobrevivirán los “más fuertes (económicamente)” que pagan su seguro de salud (privado). Una minoría.
Ya tenemos experiencias de esta “ley de la selva” en la salud. Recordemos lo que decía un ex presidente latinoamericano (J. Bolsonaro, Brasil), con esta misma ideología, en épocas de la pandemia del COVID, cuando las muertes se multiplicaban: “Lo siento. ¿Qué quieres que haga? Yo soy el Mesías, pero no hago milagros. No soy sepulturero, ¿vale?, decía al responder sobre muertes por coronavirus.
Mercantilizar la salud es inhumano y es uno de los signos del anti-humanismo en acción.
Las personas, el cuerpo humano, su salud, desarrollo y bienestar no pueden tratarse como objetos de compra y venta. Eso degrada la vida humana.
Despertemos! Esta “falsa libertad” no nos hace avanzar. Nos hace retroceder dramáticamente en materia de servicios de salud. Es individualista y egoísta. Es sinónimo de abandono y olvido. Maltrata la vida, la salud, la mente y los cuerpos.
Esta “seudo-libertad” No avanza. Retrocede. Discrimina. Margina.
Es anti-humanista y violenta. Debemos denunciarla!