El juicio contra los Albatros: sexta audiencia
Kiñe | Uno
Nunca les advirtieron a los Albatros que en los cerros habitan tigres
Uno de los reconocimientos más relevantes del juicio es el de saber que los Albatros dispararon porque se vieron limitados, frustrados e incompetentes frente a los movimientos ágiles de los que huían. “Subían (la montaña) como si nada. ¡Parecían liebres!”, confesó Duarte, un francotirador de la policía federal. Nunca les advirtieron a los Albatros que en los cerros habitan tigres. A los jóvenes mapuche no los podían seguir porque se quedaban sin aire, pero si les podían disparar a cierta distancia y con persistente insistencia. ¡A Rafael Nahuel le dispararon porque no lo podían alcanzar! Le dispararon a 15 metros de distancia, en una actitud ofensiva. Por lo tanto, los Albatros no ejecutaron una maniobra de retirada como demandan los protocolos de actuación. Todo lo contrario. Se parapetaron en puntos estratégicos y dispararon. Hasta no bajar a uno, no cesaron.
Durante la quinta y sexta jornada de audiencias llevadas a cabo en la ciudad de Fiske Menuko declararon en su totalidad personal de policía federal (incluido un francotirador) y prefectos de la Prefectura Naval Argentina. En sus palabras, fueron contundentes en reconocer una serie de datos pertinentes para la causa. En primer lugar, reconocieron que el terreno era empinado, con arbustos espesos y que fundamentalmente el cuerpo de Prefectura Naval no estaba preparado para ese terreno. En segundo lugar, se reconoció que los jóvenes mapuche mostraban subir el cerro con facilidad y velocidad, mientras que ellos (los miembros de prefectura y policía federal) se cansaban y se quedaban sin aire a los pocos minutos. «No estábamos acostumbrados a subir una montaña con la velocidad que la subían ellos», explicó Duarte. El tercer reconocimiento fue que ninguno de los testigos vio un arma de fuego por parte de la comunidad mapuche. “No vimos armas de fuego, si machetes y gente usando motosierras”, expresó Marcelo Sertic, perteneciente también a la policía federal.
El mismo Sertic indicó “el 80 % llevaba armamento letal, y el 20 % llevaba posta de goma”, al momento de ascender por el cerro, dado que habían visto a dos jóvenes que les arrojaron muchas piedras y que temían que estos mismos le realicen una emboscada y les disparen con armas de fuego. ¿Dos jóvenes con piedras en la mano iban a emboscar a 20 soldados armados con fusiles? La capacidad de fuego de estos últimos al momento de ascender el cerro fue imponente. Y así lo demostraron.
En conversación con Eduardo Prueger, quien estuvo presente en las pericias de Villa Mascardi, se me advirtió que las vainas encontradas detrás del árbol donde se parapetó el tirador que mató a Rafael, eran varias e indicaban que éste se había mantenido en ese lugar una extensa cantidad de minutos en actitud ofensiva disparando. También Prueger me indicó que alrededor de ese árbol (ver fotografía) se pudieron encontrar muchas más vainas, que las mismas estaban fuera del camino, como si los Albatros no hubieran intentado seguir el camino de regreso mientras disparaban. Otro indicio importante fue la proyección que dejaron el impacto de las bolitas de pintura en los árboles, demostrando que los tiradores avanzaban de abajo hacia arriba y no al revés; es decir, los albatros subieron, hasta donde pudieron. Sólo bajaron cuando derribaron a uno: a Rafael Nahuel.
La contradicción de este hecho radica en que justamente dentro del protocolo de actuación la recomendación es realizar fuego de cobertura y alejarse del lugar, dado que los Albatros no subieron a confrontar, ni tampoco era su misión: simplemente tenían que realizar una inspección ocular de reconocimiento. Tenían que alejarse lo más rápido posible de la zona, en caso de contacto o de ser vistos, no quedarse parapetados, en puntos estratégicos, disparando. Sin embargo, lo hicieron. Hasta que no bajaron a uno, no se fueron.
Es evidente que desde su ascenso tenían otras intenciones mucho más ambiciosas que las de una inspección ocular.
Epu | Dos
El pragmatismo nacional
Cuando se entrecruza el racismo con la incompetencia, el resultado puede ser fatal. De hecho, lo fue. Lo padecieron Rafael Nahuel y Elías Garay. ¿Se puede ser racista y competente? Algunos ilustrados contemporáneos piensan que sí, que no es necesario aprender a hablar lenguas ancestrales (para entender y, por lo tanto, sentir empatía), sino que es indispensable ser más efectivos en los operativos: disparar menos y bajar más. El pragmatismo nacional. Quizás ese sea el futuro rojo para los pueblos preexistentes en la Argentina.
Kvla | Tres
¡El racismo excede la ideología!
¿Qué es el racismo?
Un comportamiento y una forma de pensar que excede lo ideológico, lo particular; no se trata de un posicionamiento político determinado, sino de una serie de acciones individuales y colectivas que evidencian un prejuicio, una falsa valoración estereotipada, un estigma, una campaña mediática (desfavorable).
¿Cuándo se evidencia un acto de racismo?
No sólo en un acto extremo: un grupo de prefectos navales disparando por la espalda a un joven mapuche que escapa por la montaña, sino también en un acto protocolar e institucional: el presidente de una nación latinoamericana afirmando que sus ciudadanos descienden exclusivamente de los barcos provenientes de Europa. O un grupo mediático dirigiendo su poder discursivo hacia la creación de un nuevo actor social caracterizado como «indio terrorista», la expresión de una mujer periodista riéndose públicamente de la pronunciación (en vivo) de la lengua materna de un pueblo preexistente o, por último, el accionar estratégico de un periodista reconocido que se sirve del cuerpo de un indígena (gatillo fácil) para denostar a un gobierno político u otro, dependiendo el caso, como si alguno de los partidos nacionales no ejerciera alguna forma de racismo explícito y temerario.