Vivimos una época de cambios, de transformaciones constantes y de incertidumbre a futuro.  Pero, comprendemos muy poco la dirección y las posibilidades del cambio porque nuestras cabezas solo ven fotografías, parcialidades de cada momento y no terminan de ver la totalidad, la película completa.

¿Por qué pasa esto?  Porque en el surgimiento de la cultura occidental fuimos capaces de aislar el movimiento, abstraer conceptos estáticos y poder trabajar con ellos.  Aquello fue un salto de gigante y posibilitó la tecnología que disfrutamos hoy día.  Pero, esa misma tecnología, hija de aquella visión binaria y estática, hoy día necesita dar nuevos pasos más complejos para poder seguir avanzando.

Hagamos una pausa. Cuando decimos visión binaria, ¿qué significa?  Se trata de la visión blanco-negro, amigo-enemigo, positivo-negativo, etc.  Esta visión de opuestos elimina el tercer elemento, el gris, el más o menos y así siguiendo.  Por cierto, la visión binaria es la que utilizan la mayoría de nuestros ordenadores y a pesar de ser limitada, nos ha permitido salir de nuestro planeta.  En la actualidad ya existen los ordenadores cuánticos que trabajan con una visión triple incorporando el elemento intermedio.

¿Qué entendemos por estática? Se trata de la visión atemporal, quieta, considerada como una verdad en sí misma.  Esta visión implica analizar una situación o tema desde un punto de vista específico que NO se aclara y generalmente no cambia con el tiempo o el contexto.  Ejemplos de visión estática hay a mares.  Uno de ellos: “La mejor forma de asegurar el futuro de un joven es un diploma”, o bien: “El cambio climático no existe, siempre hubo fluctuaciones”.

De manera que en la actualidad tenemos científicos con nuevos métodos, nuevas visiones y nuevas comprensiones.  Pero, el común de los mortales seguimos pensando de una forma binaria y estática, sin comprender procesos.

¿Qué consecuencias tiene esto?  Tiene graves consecuencias porque al no poder comprender la dirección de los acontecimientos, nos sentimos a merced de los mismos.  Asimismo, el fatalismo cunde y además de confundidos, experimentamos desamparo.

Si quisiéramos desarrollar una “visión de procesos”, ¿por dónde comenzaríamos? Lo primero sería observar con un poco más de detenimiento.  Si queremos comprender cómo avanza una situación, necesitamos observarla con cuidado, viendo no solo sus partes o detalles, sino también las velocidades de esas partes o detalles.

Veamos un ejemplo simple:  si quiero comprender el proceso de la Junta de Condominio de mi edificio, necesito saber quiénes la componen y CÓMO se han comportado hasta el momento.    El primer paso, no es nada nuevo, es algo que hacemos cotidianamente, todos opinamos sobre nuestros vecinos y conocemos con mayor o menor profundidad sus pareceres.  Pero recordar esos pareceres en el tiempo y tener en cuenta su participación en las reuniones, requiere de un esfuerzo adicional.

Aquí entramos en el tema clave de la visión procesal:  los componentes, los integrantes, las partes de cualquier situación NO tienen velocidades estables.  Algunos, como dice el refrán “son de su padre y de su madre”.  Componentes que estaban avanzando lentamente, súbitamente adquieren más velocidad (o a la inversa).  Por ejemplo, en una familia tipo, cuando los hijos crecen aumenta su “velocidad” al iniciar nuevas relaciones, luego hay una etapa de cierta estabilidad cuando se consolidan esas relaciones de pareja y pasado un tiempo la familia experimenta una revolución total con la aparición de los nietos.  Sigue siendo una familia, pero el cambio ha sido rotundo y fueron ciertos elementos los que se aceleraron.

Es fácil verlo en las situaciones cercanas, pero más difícil verlo en la sociedad que nos incluye y advertir las transformaciones futuras si vemos la aceleración de ciertos “componentes”. (Nota:  por componentes nos referimos a las partes de algo, pueden ser partes mecánicas, aspectos de una situación o personas que participan de lo que nos interesa en un momento dado).

Una vez descubiertos los componentes que se están acelerando, es necesario descubrir las tendencias de dichos elementos.  Podemos preguntarnos, ¿hacia dónde van? ¿En qué dirección apuntan? Y lógicamente preguntarnos por las posibilidades de que eso suceda.

Finalmente, aparecerá con claridad la intención de aquello que hemos estudiado y al descubrirla, el proceso de cambio deja de ser un galimatías intelectual, para convertirse en una nueva experiencia de comprensión.

Este método NO es un oráculo, no predice nada, ni está exento de errores.  En muchas situaciones, se puede llegar a varias respuestas posibles. Son simples pautas metódicas para pensar con mayor claridad.  Es factible que nos equivoquemos, que aparezcan elementos no tenidos en cuenta, o bien que el futuro una vez más nos sorprenda con situaciones inesperadas.

Pero vale la pena tratar de comprender hacia dónde va lo que nos interesa y poner lo mejor de nosotros en concebir posibles futuribles, escapando así de la encerrona en la que vivimos a través de noticias fragmentadas, inconexas y a veces mentirosas.