Entre el 15 y el 18 de Agosto de 1969 tuvo lugar, en la pequeña localidad de Bethel, en una zona predominantemente rural del estado de Nueva York rodeada de lagos, el quizás más famoso festival de música del siglo XX, Woodstock.

Habían pasado menos de un mes del momento en que la televisión mostrara en vivo la nave tripulada por tres astronautas estadounidenses descendiendo en la superficie lunar. “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”, señalaría uno de ellos, Neil Amstrong. Acontecimiento cuya veracidad objetiva continúa siendo controversial -la misma NASA admite que fueron borradas 200.000 cintas con las grabaciones originales del alunizaje de quel 20 de julio – pero cuyo impacto subjetivo en las personas fue profundo.

Tan profundo como aquellos días de desenfreno que protagonizó el medio millón de asistentes a Woodstock, embebidos de aquel espíritu de rebeldía que también había campeado en las calles de París un año antes, donde miles de estudiantes desafiaron al sistema con la significativa consigna “la imaginación al poder”.

Tan significativo como fue el movimiento masivo que se opuso al involucramiento imperialista de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam, que si bien terminaría formalmente en 1976, experimentaría ya en 1968 el retroceso invasor y el avance del proceso de emancipación popular.

Tan profunda y significativa como la arenga que un 4 de Mayo de 1969 un ignoto latinoamericano apodado Silo profiriera a pocos cientos de metros del Aconcagua ante una pequeña concurrencia, con la que exhortara a la humanidad a dejar atrás la violencia y a superar el sufrimiento humano, lo que iniciaría un movimiento de alcance mundial.

El Festival

Los organizadores consiguieron sumar al evento primeramente a Creedence Clearwater Revival, una legendaria banda de rock californiana cuyo vocalista principal compondría el tema ¿Quién detendrá la lluvia?, en alusión al diluvio desatado que convirtió el terreno en un enorme barrial, pero también a los tiempos tormentosos que esperaban un alumbramiento.

Entre la lista de los artistas que participaron hay nombres que marcaron definitivamente la época como el de Joan Baez, Santana, Joe Cocker, Janis Joplin o Jimmy Hendrix mientras que otros declinaron participar como Led Zeppelin, Jethro Tull, The Rolling Stones, Joni Mitchel, Frank Zappa o Simon & Garfunkel.

Como era imaginable, la prensa demonizó el festival como una junta de “hippies empantanados en el barro”, caracterizando a los participantes como antihigiénicos y generadores de caos y problemas. El periódico New York Times envió un reportero para cubrir el evento con claras indicaciones de escribir un artículo negativo. Sin embargo, en su nota, el periodista Bernard Collier puso el énfasis en la cooperación, generosidad y la buena disposición de los presentes.

Max Yasgur, el productor lechero dueño del lugar donde se desarrolló el evento, pese a no ser exactamente un promotor de la contracultura juvenil, señaló cómo casi medio millón de personas pasaron los tres días con la música y la paz en sus mentes y afirmó: «Si nos unimos a ellos, podemos convertir esas adversidades que son los problemas actuales de Estados Unidos en una esperanza para un futuro más brillante y pacífico.»

Mucho tiempo después de aquel hito cultural, el reclamo de paz y amor quedó resonando en el corazón de una generación que intentó – y de alguna manera logró – invitarnos a cambiar el mundo.