Hoy se realizará la “Tercera Toma de Lima”. Es un día trascendental para el país. Hemos llegado a un punto de quiebre, en el que aprendemos las lecciones o entramos nuevamente a la crisis.

De un lado, el gobierno se ha preparado con anticipación: ha desplegado 11 mil policías en Lima Metropolitana y 24 mil a nivel nacional, declaró en emergencia a las vías nacionales (especialmente el Corredor Vial Sur Apurímac-Cusco-Arequipa y el Corredor Vial Interoceánica Sur), dispuso que la policía registre a ciudadanos de provincias que viajen hacia Lima, suspendió las clases en la Universidad San Marcos donde en la anterior “toma” se acogió a los manifestantes de provincias; el Centro Histórico de Lima ha sido declarado zona intangible.

También intentó criminalizar la protesta y desplegó una campaña de terruqueo en todos los canales de señal abierta, llamando “delincuentes” y “violentistas” a los manifestantes. Hizo su tarea, en el marco de un gobierno «democrático» sostenido en las fuerzas armadas y con menos del 15% de aprobación.

De otro lado, los manifestantes provenientes de diversas partes del país se vienen movilizando hacia Lima. Han anunciado su llegada 30 mil ronderos, se han sumado gremios sindicales, grupos de derechos humanos, artistas, estudiantes universitarios, humanistas, representantes de los pueblos del sur, norte y centro del país y se viene organizando manifestaciones en Cajamarca, Apurimac, Lambayeque, Ica, Huancayo, Tumbes, Piura, Chiclayo, entre otras ciudades.

El ambiente es de tensión, luego de la campaña mediática desplegada que infunde miedo a la marcha y que promete será “apocalíptica”, por la probable violencia “que desate”.

Por su parte Lima enfrenta esta nueva “toma” dividida. De un lado, un sector de limeños simpatiza con los manifestantes, pero es minoritario; otros han terminado creyendo a pie juntillas los mensajes de odio y se mantienen al margen y, otro grupo numeroso, se manifiesta en contra, y terruquea a diestra y siniestra.

¿Diálogo de sordos? 

La Tercera Toma de Lima es una oportunidad de oro para el Perú.

Venimos de vivir cinco gobiernos implicados en corrupción, q nos robaron el presupuesto nacional que bien pudieron mejorar nuestras escuelas, nuestros hospitales, nuestros servicios básicos; brindarnos mejores carreteras y  condiciones de vida dignas a todos los peruanos.

La pandemia nos sacó del ensueño de ser “una de las mejores economías de Sudamérica” y hoy, vemos por doquier gente pidiendo limosna, sin acceso a la salud ni educación; niños y adultos mayores trabajando en la calle, ambulantes perseguidos como delincuentes, y una exigua economía que nos obliga a trabajar más horas extras para alcanzar el mes. La situación en provincias se empeora por la falta de trabajo y la carencia de servicios que permitan mejores condiciones de vida.

Este es el mensaje de la Tercera Toma de Lima, solo que no se deja escuchar –o no se quiere escuchar-.

¡Nuevas elecciones! ¡Que se vayan todos! ¡No más corrupción!

Las demandas de la población serán además: cambio de Constitución mediante una Asamblea Constituyente, para romper con ese círculo de corrupción y de centralismo excluyente. Se reclamará por los más de 50 ciudadanos peruanos que fueron asesinados y que aún hoy, no tienen ni siquiera una investigación en curso. Se reclamará por nuevas elecciones presidenciales y congresales (ya el 85% dijo No a la permanencia de la Presidenta y del Congreso).

¿Nuestros gobernantes escucharán el mensaje de la ciudadanía?

O como ya es costumbre, ¿se responderá con balas a jóvenes, mujeres, niños o cualquier manifestante que quiera alzar su voz?

Es momento de cambiar la historia.