Este 1 de julio el movimiento cooperativo celebra el Día Internacional de las Cooperativas. El tema de este año es «Cooperativas: aliadas para un desarrollo sostenible acelerado» y su celebración señalará el 101º aniversario de la resolución del Comité Ejecutivo de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) de adoptar en 1923 como bandera una que incluyera los siete colores del arcoíris, como símbolo de la unidad en la diversidad..
Los primeros registros existentes de una cooperativa provienen de Fenwick (Escocia). En 1761 fue el inicio de la Fenwick Weavers’ Society (Sociedad de Tejedores de Fenwick).
Ya a mediados del siglo XIX, en 1844, un grupo de 28 artesanos que trabajaban en las fábricas de algodón de la localidad de Rochdale, en el norte de Inglaterra, establecieron la primera empresa cooperativa moderna, la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, también conocida como los Pioneros de Rochdale. Se considera que ellos fueron los precursores de las sociedades cooperativas modernas y los fundadores del movimiento cooperativo.
Según consigna el sitio de la Alianza Cooperativa Internacional, los tejedores de las fábricas de algodón tenían entonces unas condiciones de trabajo miserables y unos salarios bajos, por lo que no podían pagar los elevados precios de los alimentos y artículos domésticos. Por ello, decidieron reunir sus escasos recursos y trabajar juntos, para poder acceder a los bienes de consumo básicos a un precio más bajo. Al principio, solo había cuatro productos a la venta: harina, avena, azúcar y mantequilla.
Los Pioneros decidieron que era hora de que se tratara a los consumidores de manera honesta, con transparencia y con respeto, que estos debían poder participar de los beneficios según su contribución y debían disponer del derecho democrático de tomar parte en las decisiones del negocio. Cada cliente de la tienda se convirtió en miembro de la cooperativa, con lo que cada uno de ellos tenía un interés real en el negocio.
En la actualidad, reseña la ACI, un 12% de la población mundial integra alguna cooperativa. Como empresas basadas en valores y no en los ingresos de capital, existen en el planeta tres millones de cooperativas que cobijan laboralmente a unos 280 millones de personas en un plano de equidad.
Los pioneros de hoy: una red global de cooperativas de tecnología
En un mundo en el que la digitalización atraviesa todos los campos de actividad humana, las cooperativas de producción tecnológica han articulado una red global, para fortalecerse y mostrar las ventajas de la modalidad cooperativa en términos económicos, políticos y humanos.
Se trata de empresas dedicadas a brindar soluciones y servicios informáticos a otras organizaciones, empresas o personas, abarcando de modo creciente la cada vez más amplia gama de necesidades de desarrollo.
Bajo el sugestivo nombre de Patio, los colectivos actuantes se definen como “una red de cooperativas de tecnologías de todo el mundo, trabajando juntas en solidaridad para democratizar al sector tecnológico”.
Trabajar juntas les permite desarrollar una labor interdisciplinaria y colaborativa en el desarrollo de proyectos a escala internacional.
Actualmente la red está conformada por 68 cooperativas de 19 países, en las que trabajan 800 cooperativistas. La oferta cubre actualmente 37 servicios digitales, entre los que se encuentran el desarrollo Full Stack – es decir tanto en la parte visual como en el entramado lógico de un desarrollo web -, la gestión de proyectos, la tecnología móvil, la internet de las cosas, el blockchain, el aprendizaje de máquinas como así también procesos de consultoría y capacitación.
Un aspecto fundamental en la filosofía de la red es la intención de escalar la propiedad de las y los trabajadores en el área de la producción tecnológica, para tener una sociedad más democrática.
Entre los beneficios manifiestos de este accionar se destaca el hecho de contar con una comunidad de apoyo y un entorno solidario en la cotidianeidad laboral y poder compartir conocimientos e innovaciones para el crecimiento mutuo.
Tener acceso a especialidades distintas en un espíritu de convergencia y colaboración, al tiempo de acceder a proyectos conjuntos trascendiendo los marcos locales, representan una gran oportunidad para los emprendimientos asociados.
No cabe duda que este proceder asociativo y tendiente a un modelo económico humanista es un ejemplo vivo a ser fortalecido y replicado.