Este texto recoge los comentarios al libro de Julio Alfaro Moreno realizados el sábado 27 de mayo 2023 en el marco de la Feria internacional del libro de Huancayo, Perú (FIL- Huancayo). Libro titulado José María Arguedas Yachachick. Sus aportes a una educación de calidad.
Agradezco a los organizadores de esta feria por permitirnos comentar el libro del Profesor Julio César Alfaro Moreno quien nos pone en contacto con José María Arguedas, insigne literato y antropólogo peruano, a partir de este texto que muestra una dimensión poco conocida de su legado y que considero debiera ser de lectura obligatoria para quienes intentan una nueva aproximación a la educación universitaria en diálogo con los saberes andinos; y porque no decirlo para quienes están interesados en releer la crisis que atravesamos y encontrar salidas que partan del aporte del crisol de culturas con las cuales tenemos el privilegio de convivir en nuestro país. De igual manera quisiera precisar que estos comentarios los hago desde mi participación en el Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización y los relacionaré con el punto de vista que tiene el humanismo universalista sobre la educación.
Julio Alfaro nos introduce en este análisis acertadamente desde una mirada de proceso. De igual manera estudia en el ámbito menor la propuesta metodológica de Arguedas en el “aula”; y en el ámbito medio las relaciones que establece en la comunidad universitaria y los aportes de Arguedas en este nivel.
Describe el contexto en el cual se produce la contratación de Arguedas como profesor de quechua en la Universidad Agraria La Molina (1961) y como éste se da en un contexto nacional de decisiones de actores interesados en la modernización del país que promovieron la creación de la Universidad a partir de la Escuela de Agricultura, en debate con sectores conservadores interesados en mantener la Escuela de Agricultura por el temor a que una Universidad orientada al agro cultive el libre pensamiento. Relata cómo a partir de dicha creación emerge toda una expresión de debates políticos e ideológicos, ya presentes en el país, que facilitan posteriormente la contratación de Arguedas en un momento en el cual la universidad intenta diversificar sus grupos beneficiarios pasando de solo atender a los grandes señores de la tierra a apoyar a la pequeña agricultura representada por el sector campesino. Luego, el autor, se detiene en el análisis del paso de Arguedas por la Universidad Agraria y como el contexto se va complejizando y polarizando a los actores dificultando entender los matices y la profundidad de la propuesta de Arguedas.
En la segunda sección del libro, Julio recorre la historia de la universidad ubicando el pensamiento y acción Arguediana como la etapa donde se sentaron las bases de la modernización de la Universidad Agraria La Molina y la formación integral de los especialistas, mostrando la influencia que tuvo en etapas posteriores a su paso por este centro de estudios. Así el autor describe el recorrido que hace la Universidad para incorporar su pensamiento al quehacer universitario en un contexto nacional convulso y de pugnas políticas. Finalmente destaca que dada su trayectoria la Universidad Agraria se convierte en la primera universidad pública con licenciamiento, hecho claramente vinculado a la cultura universitaria donde evidentemente se reconoce el gran aporte que dejó Arguedas.
Resulta sumamente novedoso y gratificante conocer a través de este libro la concepción de Arguedas sobre la educación universitaria la misma que tiene coincidencias con la propuesta humanista en: la importancia de la experiencia del que estudia; la creación de ámbitos de estudio horizontales, amables, generosos que involucren la integralidad de la comunidad universitaria; la investigación como núcleo de la actividad universitaria; el diálogo entre pares en un contexto de diversidad cultural; y el rol de la Universidad como punto de encuentro entre las diferentes culturas y para producir salidas transformadoras a la realidad del país. Encuentro a producirse desde la llamada “generosidad y sin rabia” como le decía Arguedas.
Para Arguedas es vital la necesidad de partir de la experiencia de quien aprende en tanto es la persona la que desde su propio contexto cultural se pone en contacto con otros y en especial en el caso de la universidad con los aportes de la cultura occidental en un país multidiverso. Este hecho era muy importante para Arguedas sobre todo porque en el caso de los migrantes andinos, la Universidad trasmite conocimientos ajenos a dicha cosmovisión con los cuales será necesario dialogar para adaptar sus aportes a la realidad nacional y desde esta perspectiva incentivaba a sus estudiantes a acercarse al conocimiento partiendo de la curiosidad y la experiencia del que aprende en diálogo con los otros, siendo un segundo nivel de análisis el contrastar el conocimiento de la realidad con las corrientes teóricas a fin de producir nuevo conocimiento.
Desde el humanismo de igual manera destacamos la importancia de partir de la experiencia en la medida en que ésta “…es la resultante del encuentro de la conciencia con el mundo…” Así Silo, dice que “Toda información parte de una experiencia, todo entendimiento es complementado por experiencia para que sea tal, y más aún cuando se trata de comprensiones. Así, “Si una noción no es complementada por su registro correspondiente, la noción se presta a sobrentendido o a malentendido.”(1)
La propuesta educativa de Arguedas toma en cuenta la intersubjetividad, me acerco al conocimiento desde mi contexto cultural y particular punto de vista. Este método de “acercarse a la verdad” es propio del mundo andino y se basa en la aceptación de que cuando nos acercamos a la verdad la hacemos desde una perspectiva y que esta puede ser distinta a la de otros. En tal sentido propone una “ruta de aprendizaje” en diálogo con otras formas de entender un mismo problema en un universo multicultural al cual la academia necesitaría acercarse (según el Ministerio de Cultura tenemos 48 lenguas originarias). Julio nos cuenta que las clases de Arguedas eran una conversación en la que se relacionaban distintos elementos que “…se obtenían de la experiencia práctica de los alumnos, de los trabajos de campo y de la sistematización de lecturas de los estudiantes que no necesariamente conocía el profesor y prefiriéndose más bien las resultantes de investigaciones de campo. Estas lecturas solo al final eran coronadas con el recurso de la teoría que se convertía en un instrumento más de explicación y no en el centro del discurso. Más que un pesado marco teórico que recortara la capacidad de observar elementos nuevos en una realidad, solo se presentaban afirmaciones dignas de ser revisadas y que merecían estar en continua transformación.” (pág. 84)
Esta mirada abierta al conocimiento permite un dialogo fecundo con las distintas corrientes de pensamiento sobre el tema a tratar y una relación horizontal entre docente y alumnos en el proceso de investigación a través del diálogo para como consecuencia de éste sacar conclusiones. Al respecto Julio dice que Arguedas aplicó la mayéutica dialéctica: “…en sus clases universitarias en la que partiendo de algunas hipótesis que resultan de la experiencia de investigación y de vida, se les cuestiona y revisa, juntamente con los alumnos, para llegar al conocimiento de la realidad…” (pág. 34)
De igual manera Julio en su libro alumbra la esperanza de la viabilidad de nuestro país cuando advierte que Arguedas concebía el país como el encuentro de todas las sangres, pero más específicamente como es que éste puede ser viable desde el respecto, el diálogo entre saberes, la “generocidad sin rabia” y como es que a partir del contraste entre estos distintos saberes se puede alumbrar nuevo conocimiento y seguir dejando, que es lo más importante, preguntas por contestar. Desde el pensar coherente al que apela el Método Estructural Dinámico, los humanistas diríamos pasar de la diferenciación a la complementación para llegar a producir la síntesis. Al respecto Julio refiere: “Es necesario precisar que, si bien es cierto esta mayéutica dialéctica puede haber influido en Arguedas, existía una base sólida en la cultura andina que permitía esa asimilación. En las asambleas comunales todo se debate, no existe un acuerdo o corriente previa o verdades previas…” (pág. 83)
Luego menciona, es muy interesante además tomar conciencia que en el mundo andino se reconoce la diversidad y se convive con ella porque ésta es percibida diariamente en el mundo físico. Así Julio acota: “Además, el hombre y mujer andinos viven en un mundo donde la diferencia es lo más saltante, hasta un metro más allá el mundo físico y social puede cambiar, debido a la inmensa variedad de pisos ecológicos y zonas altitudinales.” (pág. 83)
Y que este reconocimiento de la diversidad exige profundizar en el diálogo para llegar a conclusiones. Esta metodología es recogida por Arguedas de las comunidades andinas quienes toman sus decisiones analizando un problema desde distintos puntos de vista para luego de un amplio y enriquecedor debate sacar conclusiones y tomar decisiones que curiosamente son masivamente mayoritarias. Además, precisa que: “Toda afirmación siempre admite nuevas preguntas o cuestionamientos, nunca es una verdad fija e irrefutable.” (pág. 83)
Desde el humanismo hablamos en ese sentido del aprender sin límites y de plasmar la intención humana para transformar el mundo, un mundo cambiante en dinámica y que nos enfrenta a nuevos retos, y justamente es la etapa universitaria la que coloca a las nuevas generaciones en contacto con su proyecto vital.(2) En palabras de Silo “…educar es básicamente habilitar a las nuevas generaciones en el ejercicio de una visión no ingenua de la realidad de manera que su mirada tenga en cuenta al mundo no como una supuesta realidad objetiva en sí misma, sino como el objeto de transformación al cual aplica el ser humano su acción.”(3)
Para Arguedas igualmente quien investiga pone todas las dimensiones de su ser en esta intención, podríamos decir que está presente el interés por aprender y en tal sentido toda la estructura de la conciencia está en juego. Así una de las personas en los testimonios recogidos por Julio, refiere que Arguedas decía: “Si bien es cierto que los hechos pueden ser medidos, estos no pueden ser comprendidos solo a través de la medición, había que comprenderlos a través de la empatía o intuición, colocándose en el lugar del otro y vivir lo que vive el otro para llegar a ciertos aspectos y matices de la verdad.” (pág. 90).
De toda la riqueza que trae el libro que los invito a leer quiero finalizar dejando dos imágenes que a mí me quedaron claras durante su lectura. La primera es la necesidad de crear ámbitos de pares en la comunidad universitaria, recogida en esta frase: “En las mejores comunidades campesinas no existe una rígida jerarquía, que impida que el diálogo sea franco y directo en búsqueda de la verdad entre comuneros y dirigentes o entre comuneros y no comuneros, en las asambleas comunales todos aportan. Así, en la universidad también los profesores, los alumnos y los trabajadores debieran establecer un diálogo entre ellos y los otros actores que se ubican fuera de la universidad…” (Pág. 34)
La segunda imagen que podría ayudar a que los “bandos” existentes en nuestro país se encuentren es la necesidad de reconocimiento del otro (demandada curiosamente en el último estallido social), de un lado y de la “generosidad sin rabia” del otro ¿Será posible la complementación? Arguedas nos invita a recuperar un acercamiento desde el respeto y el reconocimiento del otro como ser humano un llamado a la generosidad y a superar la rabia. Es lo que llamamos desde el humanismo la práctica de la regla de oro que dice “trata a los demás como quisieras ser tratado” y en consecuencia aceptar que somos un país multicultural. Una aceptación que implica a nivel universitario crear un ámbito de pares amable, generoso en una estructura académica hoy opuesta, así dice Julio que Arguedas: “…desde esa práctica, subvertía la academia occidental de dos maneras: recuperaba el valor cognoscitivo de los saberes de los pueblos creadores de una alta civilización y valoraba a los estudiantes hijos de familias y pueblos herederos de esos saberes originarios. Y finalmente, subvertía la rigidez académica tradicional al encender los sentimientos de gozo, alegría y ternura en la vida académica. Estaba creando otra academia.” (pág. 16)
Y cierro con esta frase totalmente actual en el contexto nacional de hoy porque abre el futuro de lo que podría ser la irradiación de la contribución de la universidad, al país. El testimonio de un sociólogo al que entrevistó Julio sobre la apuesta de la universidad Agraria La Molina al contratar a Arguedas: “José María Arguedas iba a contribuir a desatar en la facultad y en toda la universidad, y a través de ella en el país: la integración de todos los grupos humanos que convivían en nuestro territorio y romper la colonialidad del poder. Aprender el quechua implicaba conocer el idioma con el cual se empezaba la ruptura. Estos nudos de la modernidad, identidad y democracia empezarían a resolverse cuando los ingenieros conocieran los saberes y habilidades de la organización y economía de las poblaciones originarias y los tuvieran en cuenta en el desarrollo.” (pag. 36)
Esta apuesta de la Universidad Agraria sigue aún vigente y si bien Arguedas ya no está entre nosotros este libro de Julio nos deja el reto de hacerla realidad, a la par que abiertas distintas líneas de investigación que a partir de su lectura podrían profundizarse en el futuro.
(1) Silo, “Esquema de pensamiento Estructural”, Inédito. Recopilación de diversas charlas de Silo sobre el tema por Ernesto H de Casas entre 1979 – 1980.
(2) Novotny y otras, 2014, “Preparando el camino de los nuevos tiempos: una mirada humanista de la educación” pág. 52, editorial Hypatia.
(3) Silo, 2013, «Humanizar la Tierra», Ediciones León Alado.