Como ya viene siendo costumbre, tras unos resultados electorales como los que ha habido, aparecen los artículos denunciando la desunión de la izquierda (con acusaciones añadidas) agitando los números y escaños que se han perdido o se podían haber conseguido si se hubiera ido en una sola coalición. Una catarsis que parece que le queda aún unos cuantos ríos de tinta.
En estos análisis se parte de la idea del 1+1=2 y eso, en lo que a política se refiere, y más concretamente a partidos y coaliciones, no es así.
Si hubiera sido así, hace tiempo que la representación estaría asegurada. Ni ganas de recordar los casos en que, yendo juntos, no funcionó la cosa (aquello del veto cruzado: si vas con este no te voto y viceversa) y los que, yendo separados (y sin agresión mutua) terminó con representación diversa de la llamada izquierda. No solo no hay acuerdo en las organizaciones, sino también en parte de la sociedad que les vota y eso hay que tenerlo en cuenta si se quiere ser serio en el diagnóstico.
Pero vayamos por partes.
Los términos del discurso
De entrada, el discurso común empieza utilizando los términos de izquierda y unidad como si toda la sociedad lo entendiera de igual manera y eso, aparte de que no es cierto, no solo no ayuda sino que además confunde.
El término izquierda hace tiempo que ha quedado desdibujado (si es que no lo estuvo desde un principio) y, a día de hoy, funciona como un cajón de sastre, donde se meten muchas opciones que, aparentemente, se muestran cercanas en objetivos pero que a la hora de la verdad no termina de generar un frente unido, políticamente hablando.
Por supuesto, para quienes se autodefinen de izquierdas en el sentido más tradicional, no existe esa ambigüedad e incluso acusan a quienes ponen en entredicho el término de ser de derechas y asunto zanjado.
Pero lo que es evidente es que hay otras opciones políticas que no se definen de “izquierdas” y son igualmente (o más) beligerantes con el sistema capitalista y neoliberal actual.
Es el caso al menos, de algunas políticas verdes como la que propone Verdes Equo.
Esta mirada política tiene un análisis muy preciso sobre la economía y el sistema económico imperante, el capitalismo, y plantea soluciones mucho mas radicales (en el sentido genuino de la palabra: ir a la raíz de los problemas) que las conocidas hasta ahora.
Esta nueva política verde pone en el centro de sus preocupaciones al ser humano y su hogar natural, la Tierra. Preocupaciones que giran en torno a la igualdad de todos los seres humanos, la justicia social y al cuidado del planeta como parámetros esenciales.
No solo discute las relaciones entre capital y trabajo, sino el sistema productivo mismo, al que considera depredador del medio y de las condiciones sociales por partes iguales, dos procesos que avanzan a gran velocidad en todo el globo.
Se está alertando sobre la dirección de los actos humanos, sus consecuencias sociales y, sobre todo, naturales ya que, sobre estas últimas, no tenemos control alguno y el temor a una imposible marcha atrás en la destrucción del medio natural va en aumento.
Así que estas políticas verdes no son “de izquierdas”, son eso: verdes. Y pueden coincidir o no, con otras políticas definidas de manera clásica como de izquierdas.
Respecto al termino unidad habría que hacer otro tanto y pedir, a quienes la exigen de viva voz, a qué tipo de unidad se refieren. ¿unidad en una papeleta electoral?¿unidad en un programa?¿unidad antes de las elecciones o después de las mismas? ¿unidad en el nombre?
Curiosamente cuando ha habido intentos unitarios (tradicionales) de varios partidos, el reproche era: es una sopa de siglas. ¿en qué quedamos entonces?
Y en la construcción de esa unidad ¿qué criterios habría que tener para desarrollarla? ¿cuál es la posición de partida de las organizaciones que la conformarían? ¿se disolverían las organizaciones en aras de la construcción de una sola organización?¿se integrarían las personas y no las organizaciones?
Leo todavía muchos mensajes rasgándose las vestiduras por lo sucedido el 28M que, por cierto, tiene muchos otros aspectos a considerar como por ejemplo la organización en el mismo día de las votaciones de las mesas y papeletas que obligó, en mas de un caso, a parar la votación. Y ni hablar de la intimidad del voto que ni estaba ni se la esperaba.
Las reglas del juego
Por otro lado, el propio sistema impone unas reglas que son una auténtica manipulación del concepto de democracia, y se autojustifica en que esas reglas fueron puestas democráticamente. Es la pescadilla que se muerde la cola: democráticamente manipulo y condiciono las reglas democráticas.
Los nuevos partidos no tienen derecho a publicitarse en los medios públicos (no hablo de los privados que habría que regular también) porque no tenían representación, algo totalmente imposible porque precisamente ¡son nuevos!.
Ayer mismo, sin ir más lejos, vemos a la fundadora de un partido nuevo (ex Vox) que no se ha presentado a elecciones, siendo entrevistada en el canal 24 horas (canal público) pudiendo explicar con toda normalidad, su visión política.
El listado de despropósitos reglamentarios democráticos es extenso, pero no es ese el tema de esta aportación.
¿Y entonces qué hacemos?
Desde ya, dejar de marear la perdiz con quién es el culpable de esta situación, ya que eso ni es útil ni lleva a algún sitio mas que a nuevos cruces de reproches.
El trabajo es de todo el conjunto social. Las organizaciones han de reconocer su responsabilidad y especialmente sus representantes que son quienes, en definitiva, facilitan o entorpecen los acuerdos y encuentros. Es necesario un trabajo interno de la organización y personal de cada cual, buscando precisamente ir más allá de lo que hasta ahora creemos que es “justo”.
Pero también tiene que haber un reconocimiento de toda la sociedad, especialmente la perjudicada, sobre cuál es su cuota de responsabilidad tanto si se ha optado por “castigar” a alguna formación o se ha optado por no ir a votar.
Aquí la película la hace el conjunto de la sociedad. El gobierno del ayuntamiento de las Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, se configurará con el concurso de los votos registrados más los 150.000 no registrados, más los nulos y blancos. Todo eso es lo que actuó al unísono el pasado 28M para ese resultado.
Es importante que las organizaciones, a través de sus portavocías, lancen un mensaje claro que vaya más allá de esta coyuntura, que no augura nada bueno, y se vea clara y convincentemente su cambio de rumbo.
Y también es importante que cada cual se tome su tiempo y no deje pasar la ocasión de manifestarse, aunque solo sea con su voto. Casi más importante esto último.
¿Qué se va a decidir el próximo 23 de julio?
Desde luego no será si gana la izquierda o la derecha, no es tan simple la cosa.
El próximo 23 de julio cada cual tendrá que decidir entre Humanismo o Antihumanismo, porque eso es lo que está en juego.
O las personas como valor y preocupación central, o el dinero de unos cuantos.
Hacia el abismo social y personal en un futuro sin salida, o avance con resolución, hacia un futuro abierto para todas las generaciones que vivimos aquí y ahora.
Canarias puede ser un referente porque precisamente su situación social es de extrema gravedad aunque luzca el Sol y soplen alisios refrescantes (por ahora).
Para el próximo 23 de julio muchas organizaciones están haciendo un esfuerzo para cambiar el rumbo de los acontecimientos y no hay que dejarles a ellas todo el trabajo, entre otras cosas porque no podrían hacerlo si el resto no empujamos en la misma dirección.
El cambio climático y la pobreza, no se paran porque haya elecciones eso seguro.
Se dibuja una opción clara: Sumar.
¡Sumemos pues!
Es en los momentos difíciles donde sale a relucir lo mejor de cada cual y no lo contrario como nos quieren hacer creer.