La conciencia de que la expresidenta y hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner no será candidata en octubre próximo crea una sensación de vacío hasta en sus críticos de la interna peronista. Sin duda era la candidata más resistida por el llamado Círculo Rojo, los representantes del capital concentrado que vertebra el sistema de desigualdad e injusticias.
por Aram Aharonian
La renuncia de Cristina, quita el porcentaje de ilusión, y también de potencial movilizatorio, de las próximas elecciones presidenciales. Deja huérfana a una generación de jóvenes que confiaban en su liderazgo con la esperanza de un futuro. Cristina confía en que cuando pasen los años, los logros de la “década ganada” (de los gobiernos kirchneristas, progresistas) serán cada vez más recordados.
Sabe que lo que viene es un agravamiento de la crisis con una feroz devaluación y un ajuste de salarios y jubilaciones, un incremento del accionar represivo, utilizando la ley antiterrorista aprobada en 2012, y un aumento del saqueo extractivista, fuertemente alineado con las necesidades de Estados Unidos.
Desde el kirchnerismo, hay quienes opinan que en la carta ella no dijo que no quiere ser candidata, sino que no puede, que no se lo permiten; y por ello creen que será necesario generar las condiciones de posibilidad para que sí pueda.
Lo que plantean es que no la deja ser candidata el Poder Judicial en connivencia con la oposición: “Tenemos que ir contra ese sistema. Ella nos está diciendo: no es un tema de si es o no una definición mía. Ustedes hagan lo que tienen que hacer para generar las condiciones”.
Y un día después de la renuncia a la candidatura, desde el kirchnerismo confirmaron la movilización para el 25 de mayo en la central plaza de Mayo, donde Cristina será la única oradora. “Ella nos está convocando a una pelea mucho más profunda de lo que pensamos y en esta hora crucial que atraviesa la Patria, con la democracia en peligro, con el avance de los poderes fácticos, y estas peleas se definen en la calle”, señaló el ministro bonaerense, Andrés Larroque.
La persistencia de la crisis y los rebotes complejos que genera cada parche que le intenta poner el gobierno fallido de Alberto Fernández, alimentan un descontento que crece por todos lados. La realidad que se repite en los barrios populares es la de matarse trabajando para que el salario no alcance para nada, o de achicar las comidas diarias, eliminar consumos, porque vestirse o comprar zapatillas (ya no zapatos) se volvieron lujos.
Otros tienen que endeudarse para comer o pagar las tarifas de luz o gas, o hasta el alquiler. A ellos y ellas, el anuncio del ministro Sergio Massa de subir otra vez la tasa de interés, les va a implicar que esas deudas para sobrevivir sean más caras y difíciles de saldar.
¿Adiós a Cris?
Lo cierto es que la vicepresidenta proyecta la imagen más fuerte en el cuadro político. En su gobierno puso en caja a los diferentes sectores que trataron de sacar ganancia en detrimento de la mayoría. Y aunque no faltan quienes también la responsabilizan por la crisis actual, también es cierto que una característica de este gobierno al cerrar la negociación con el FMI fue el desencuentro entre el presidente y su vice.
La vicepresidenta, de 70 años, sostiene que la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos que dictó en su contra un tribunal a finales de 2022 por supuesta corrupción durante su mandato es un obstáculo a su postulación, pese a que el fallo todavía no es firme y a que en el juicio no se presentaron pruebas de su culpabilidad.
Cristina utilizó el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia suspendiendo elecciones en las provincias de San Juan y Tucumán como argumento. Por eso dijo “no voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura”. Lo que extraña a algunos analistas es que en la misma pidió “un programa de gobierno” (como si no fuera ella vicepresidenta), y habló de la inflación, la crisis económica y la creciente desigualdad como si la misma no fuera, entre muchos otros factores, producto del plan del ministro Sergio Massa (al que apoya), de ajuste acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ahora se refirió a la crisis económica con las consecuencias en aumento de la desigualdad social como si fuera una espectadora de la situación, y no parte del gobierno que impulse y aplica el ajuste que pide el FMI, con beneficios a los grandes agroexportadores, especuladores financieros y banqueros, con tarifazos y más ajuste.
No es renunciamiento, sino una proscripción, señalan otros. Fue obligada a tomar esta decisión. Si fuera renunciamiento, la responsabilidad de la decisión estaría en ella. Pero la proscripción implica una falla institucional grave que obligará a una de las fuerzas políticas mayoritarias a competir en una situación muy desfavorable.
Asegura Guillermo Cieza que “Cristina es consciente de que no tiene pilas, ni proyecto político, ni equipo para plantarse y afrontar un escenario muy complicado. Tendría que salir a enfrentar a los grandes poderes económicos locales y a un imperio en decadencia que cierra filas en lo que considera que es su patio trasero”.
Hoy la desazón que genera su ausencia en las listas de candidatos profundiza la falta de
confianza que se ha extendido en los sectores de la sociedad más agobiados por la carestía de la vida. El oficialista Frente de Todos puede elegir sus candidatos en unas internas o avalar a aquel que sea más representativo de las posiciones de Cristina, para tratar de contener el caudal mayoritario de votos que convoca la vicepresidenta. Y debiera ser, además, un candidato que traccione.
La segunda línea
Ahora bien, ¿cuáles son los nombres que suenan para competir dentro del espacio oficialista? Del ala kirchnerista, y con un vínculo más fluido con el entorno presidencial, uno de los nombres que más suena es el del Ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Sectores empresariales prefieren al exvicepresidente Daniel Scioli, hoy embajador argentino en Brasil o a Sergio Massa, el actual ministro de Economía, quien al asumir la cartera les aclaró que no competiría por la Presidencia en 2023.
Axel Kicillof, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires y exministro de Economía en el gobierno de Cristina Kirchner, fue un nombre descartado a comienzos del año electoral, pero que se reflotó ante la baja definitiva de la vicepresidenta. Kicillof tendría decidido ir por la reelección como gobernador provincial y criticó al Poder Judicial por el intento por proscribir a la vicepresidenta: “Tenemos cuatro jueces que hacen lo que se les canta”.
Quien ya lanzó formalmente su candidatura fue el dirigente del Frente Patria Grande, Juan Grabois, hombre de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), muy cercano al papa Francisco.
Otra posibilidad que analizan los políticos es la de asumir que la proscripción de Cristina invalida el proceso electoral y la actual democracia, opción que –obviamente- debe ser manejada con prudencia.
Neblina opositora
La coalición neoliberal Juntos por el Cambio se mueve en la preocupación ante la presión que le hace sentir el establishment que prefiere que unifiquen candidaturas para ilusionarse con una candidatura competitiva. No logran ordenar su interna presidencial (de difícil solución), pero intentan encaminar la de la Ciudad de Buenos Aires, que administran, y dar una imagen de unidad.
Entre sus principales dirigentes –Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal – resolvieron competir con un solo candidato. La definición entre Fernán Quirós (Larreta) y Jorge Macri (primo del expresidente) se hará por una encuesta. El conservador diario La Nación señala alarmado que la coalición opositora está descendiendo en las encuestas: seis puntos menos entre marzo y abril.
La virulencia de sus disputas internas, sirve al crecimiento del ultraderechista Javier Milei en momentos en que el círculo rojo intenta recalcular las consecuencias de la imposición de una agenda económica antipopular.
El poder económico que los financia está preocupado por unas elecciones internas, que puede dejarlos heridos como alternativa hacia octubre, sobre todo porque el fallo de la Corte Suprema de Justicia para suspender las elecciones en Tucumán y San Juan no sirvió para detener la avalancha de triunfos oficialistas. En el caso del “libertario” Milei, se ratifica una tendencia: sus candidatos tuvieron pobres desempeños.
Son tiempos difíciles para Argentina, tiempos de insatisfacción colectiva con vehemente y urgente hambre de cambio. Quizá la carta de Cristina sirva como alerta para que esos jóvenes que hoy se sienten huérfanos de liderazgo, de conducción, dejen de ser los buenos alumnos de la democracia burguesa y también dejen de ser subsumidos por las normas de juego de los poderosos.