Por Sol Pozzi-Escot
El escritor chileno Eduardo Labarca es el autor de la más detallada y reveladora biografía del expresidente chileno Salvador Allende. Fue uno de los invitados de la Feria Internacional del Libro y de las Artes de La Molina. Conversamos con él.
¿Por qué era necesario redactar la biografía de Salvador Allende?
Tras su muerte existió un tsunami de artículos, libros y documentales de TV sobre Salvador Allende y en todo el mundo las calles, plazas y escuelas recibían su nombre. Era el Allende mito, el Allende estatua. ¿Y el Allende ser humano? Ese, el hombre sanguíneo y pasional, forjado en victorias y derrotas al que de niño yo llamaba “tío” cuando llegaba a nuestra casa con mi padre, el Allende con quien conviví en campañas políticas, en el Senado siendo yo periodista, en viajes internacionales y durante sus tres años de presidente en sus visitas a Lima y otras capitales, ese Allende aparecía en una nebulosa y me propuse ponerle carne y hueso.
¿Qué ideas o datos equivocados se tenían sobre él que su libro corrige?
Siempre se dijo -lo afirmaban desde la Enciclopedia Británica hasta la Wikipedia- que Allende había nacido en Valparaíso, hasta que en mi libro publiqué los certificados de nacimiento y de bautismo que demostraban que había nacido en Santiago. Él dejó que corriera el mito, pues haber nacido en la Perla del Pacífico sonaba sugerente y romántico. Igualmente su hermana, la diputada Laura Allende, y su esposa, Hortensia “Tencha” Bussi, también aparecían como “porteñas”, pero yo demostré que Laura había nacido en Tacna y Tencha en Rancagua, tierra adentro, a 80 kilómetros al sur de Santiago.
¿A qué hace referencia la incorporación de la palabra «sentimental» en el título?
Al cabo de una investigación exhaustiva, hablar con cientos de personas, ordenar mis recuerdos, acopiar documentos y cartas privadas del expresidente y visitar sus casas y moradas públicas y secretas, produje mi libro “Salvador Allende. Biografía político-sentimental”, de más de 500 páginas. Mi editor me convenció de que lo dejáramos únicamente como Biografía sentimental, lo que llevó a algunos a creer que el objetivo del libro era destapar intimidades sobre las amantes del “compañero Presidente”. Falso: en sus páginas están toda la andadura política de Allende y a la vez su vida familiar, desde la infancia en Tacna y su trayectoria como marido y padre de tres hijas, hasta las relaciones paralelas que mantuvo a la vista de todos con mujeres bellas e inteligentes, a las que llevaba en sus giras, integraba a su comando y hacía subir a la tribuna. Allende jamás fue un acosador, al contrario, actuaba como un conquistador galante y apasionado y yo revelé esos episodios pues los personajes históricos no tienen vida privada.
En su participación en la Feria Internacional del Libro y de las Artes de La Molina, disertó sobre la relación de Allende con el Perú. ¿Cómo podría resumir para nuestros lectores los aspectos más importantes de esta relación?
Allende tenía al Perú en el corazón. A los pocos meses de nacido fue llevado a Tacna, donde su padre abogado asumió un puesto en la burocracia instalada por Chile, el país ocupante. El niño Allende vivió hasta los diez años en Tacna y asistió al Liceo de Hombres donde los niños chilenos cantaban el himno nacional de Chile mientras sus compañeros peruanos guardaban silencio. En ese ambiente los niños peruanos y chilenos propusieron que al igual que el principado de Mónaco, situado entre Francia e Italia, Tacna se convirtiera en un principado independiente de Chile y del Perú, suceso que ha sido rescatado por mi amigo el historiador tacneño Fredy Gambetta. A pesar de sus diferencias, Allende padre trabó amistad con los intelectuales peruanos José María Barreto Bustios, El Lúgubre, director de La Voz del Sur, y su hermano Federico, el Cantor del Cautiverio, autor de los famosos valses “Aurora” y “Ódiame”. Desde su infancia tacneña Salvador Allende mantendrá por el resto de su vida una relación sentimental secreta con Blanca Barreto Muster, hija de El Lúgubre. En diversas ocasiones Allende vino al Perú a participar en manifestaciones del APRA, a visitar a Blanca Barreto o simplemente a deleitarse con un picante a la tacneña
Usted conoció personalmente a Allende. ¿Qué anécdotas podría compartir con nosotros sobre esa amistad?
A mediados de los 60 integré las delegaciones chilenas que él encabezaba en la Conferencia Tricontinental y en la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, ambas realizadas en La Habana. Participaba la flor y nata de los movimientos armados del tercer mundo y todos los periodistas querían entrevistar a Allende, un bicho raro que abogaba por una revolución pacífica “con sabor a vino tinto y empanadas”. Ese Salvador Allende me regaló en mis tiempos de estudiante un chaquetón impermeable que tenía en desuso y más tarde el escritorio con tapa de corredera que hasta hoy utilizo para escribir en mi casa de Las Cruces, frente al océano Pacífico.