Por Sol Pozzi-Escot
El gran poeta peruano Miguel Ildefonso presentó su libro “NN” en la Feria Internacional del Libro y de las Artes de La Molina, donde además fue premiado por la Municipalidad de dicho distrito por su larga y prolífica trayectoria creativa.
Usted fue homenajeado por su trayectoria durante la Feria Internacional del Libro y de las Artes de La Molina. ¿Qué significa para usted recibir ese reconocimiento, en el distrito en el cual usted vive?
Un honor. Son más de 30 años de trabajo literario. Es una labor solitaria que implica mucha lectura, horas al día de escritura, bastante disciplina y meditación y resistencia. Pero, a diferencia de un deportista o un músico, para quienes el contacto inmediato con el público es importante, el escritor y el poeta se entregan al público a través del libro, es un acercamiento desde la intimidad. Felizmente, y para estar acorde con el mercado actual, ya existe en La Molina una Feria del Libro, que es el lugar donde los productores de libros se acercan al público, y viceversa. Acabo de presentar allí NN, un grueso libro de relatos y cuentos que trata bastante de La Molina. Vivo allí desde 2006 y ya, por fin, en mis últimos libros he podido poetizarlo. Por eso, y porque soy un buen vecino, recibí feliz ese alto reconocimiento.
Desde la formación de Neón hasta la actualidad, ¿cómo diría usted que han ido cambiando, evolucionando, sus temáticas de interés para la creación poética?
Empecé a escribir, a crear, a hacer libros, a volar, desde 1987 aproximadamente. En esos inicios exploraba distintos estilos, a la vez que me interesaba estudiar a fondo las poéticas que podían ayudarme a plasmar aquello que necesitaba expresar. Formamos con unos amigos de varias universidades y barrios el grupo Neón en 1990. Fue un movimiento generacional, multidisciplinario, contracultural. Nos unía la onda urbana, el estilo que venía de la tradición de Baudelaire, Rimbaud, los beatniks, Hora Zero, el neoindigenismo, la movida subterránea del centro de Lima, Kloaca. A través de los años, y no solo yo, o los ex miembros de Neón, sino toda mi promoción noventera, hemos demostrado que fuimos desarrollando y evolucionando a estéticas más personales u originales. Nos tocó aparecer en una época de cambios importantes en la historia. Nada de cambios retóricos, sino reales, científicos. Por eso, las poéticas en la actualidad van unidas al desarrollo del conocimiento. No para que una inteligencia artificial escriba poesía. Sino justamente para que lo humano siga siendo humano, con “alma”.
En una entrevista, dijo “A lo largo de 20 años he estado escribiendo una sola obra, ya concluida”. ¿Cómo definiría el hilo conductor de su obra poética?
Una figura que me abrió un cosmos de creatividad para aplicarlo en las letras en un país dramático y festivo como Perú, multicultural, fue el pintor puneño Víctor Humareda. Su eclecticismo, su humor, su visión crítica, su búsqueda de belleza, su amor a la libertad, etc., fue inspirador; además que vivía en La Victoria como yo. Conocía desde niño su hábitat, allí en La Parada, donde él se regocijaba viendo los colores intensos de las ropas de segunda que se vendía en Tacora. Mi primer libro, que en 2024 cumplirá 25 años de publicado, Vestigios, inicia con un poema dedicado a él. Luego he viajado bastante como Jack Kerouac o como Matsuo Basho. He vivido en Estados Unidos en dos temporadas. Entre la primera y la segunda dejé Apolo, en La Victoria, y me mudé a La Molina. El hilo es la voz de este trashumante, hijo de migrantes, que observa sus barrios, sus cerros, sus apus, y las ciudades, los desiertos, las playas, las cordilleras, las selvas, los ríos, los cielos, los crepúsculos, y todo se pregunta, y busca respuestas en la escritura, en la observación científica y sentimental, en la meditación y las lecturas. Converso con Víctor Humareda en La Molina.
¿La poesía permite preservar el carácter humano de las personas, y de las sociedades?
La poesía es la manifestación de ese carácter humano; es algo hecho de espíritu que, convertido en lenguaje, se ha vuelto no una cosa, sino el testimonio vivo de la parte buena de lo humano. Un tema eje en toda mi producción literaria es el de la identidad peruana, el de mi identidad, y prosigo más allá, en el debate de qué es lo humano o por qué estoy aquí o para qué. Mi madre cuando era niño me contaba sus vivencias de niña en la sierra; ella dejaba que yo haga volar a mi imaginación. Cuando ella falleció, recién al tiempo pude conocer aquel pueblo a más de tres mil metros de altura en los Andes centrales, hermoso, entre montañas llenas de sembríos y eucaliptos. Lo mismo sucedió con mi padre; al conocer la estancia donde se crió me nació el querer escribir sobre la memoria familiar. Lo que ellos vivieron casi ya no está, las personas no están. Pero yo creo en las palabras, en la escritura y su poder. Por eso vivo.