Por Miguel Lawner
La designación de Hernán Larraín, como Presidente del Comité de 24 expertos encargados de redactar la nueva constitución y la próxima designación de Juan Antonio Coloma como Presidente del Senado, son dos situaciones que fundamentan el título de esta columna.
Se trata de dos personas, totalmente comprometidas con la dictadura cívico militar encabezada por Augusto Pinochet, que practicó crímenes aberrantes contra decena de miles de sus compatriotas, habiendo aún más de mil compatriotas de los cuales se ignora su paradero.
A diferencia de Argentina que juzgó y condenó a cadena perpetua a las principales figuras de quienes gobernaron ese país, en Chile, todos los integrantes de la Junta Militar, terminaron sus días tranquilamente en sus casas.
El caso más vergonzoso es el de Augusto Pinochet, juzgado debidamente en Londres y rescatado mediante gestiones desmesuradas del Presidente Frei Ruiz Tagle y su Ministro del Interior José Miguel Insulza, aduciendo la gravedad de su salud, para que Pinochet se mofara de ellos y del mundo entero, abandonando su silla de ruedas en cuanto descendió del avión que lo trajo de regreso a Chile, alzando sus brazos en un gesto triunfal.
El ex canciller de Pinochet, Hernán Larraín, fue el principal encubridor del violador de menores Paul Schaffer, máxima autoridad de la controvertida Colonia Dignidad, entidad acusada por la Justicia, como autora del secuestro y violación de menores, torturas y desaparición de presos políticos y promotores de un sistema que separaba a los hijos de los padres, facilitando la ejecución de abominables abusos sexuales.
Resulta difícil de admitir, pero esta persona es uno de 24 llamados expertos, encargados de redactar un nuevo texto constitucional para Chile.
Por su parte, el próximo Presidente del Senado de la Republica Juan Antonio Coloma, fue uno de los jóvenes más incondicionales de la dictadura. A partir de los próximos días, será la segunda autoridad de la República y permanecerá en ese cargo mientras los chilenos estemos recordando los
cincuenta años del golpe cívico militar, que acabó con la democracia en Chile.
En 1976, la dictadura designó a Juan Antonio Coloma como Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica y tuvo una participación relevante en el acto celebrado por la Junta Militar en el sector Chacarillas del cerro San Cristóbal, durante la noche del 9 de Julio de 1977. Se trata de una ceremonia que tuvo un carácter simbólico, ya que se hizo coincidir con la fecha de la batalla de La Concepción en la guerra contra el Perú, que trajo consigo la muerte de 77 jóvenes soldados chilenos.
Coloma fue uno de los 77 jóvenes elegidos, para permanecer junto al peñón de Chacarillas, antorcha en mano, identificándose con los héroes de La Concepción y escuchando el discurso en el cual Pinochet dio a conocer el cronograma de su mandato como Presidente de la República, que lo consolidaba en el cargo sin fecha de término. Junto a él, lo acompañaban Andrés Chadwick, Cristián Larroulet y Joaquín Lavín.
Ese mismo día, El Mercurio le publicó una entrevista a Coloma, en la cual dio a conocer detalles de dicha ceremonia, afirmando lo siguiente: “Consideramos tener un rol protagónico y el deber de dirigir la nueva fuerza chilena que se está gestando. Por esto, los jóvenes de la Universidad de Chile, nos reuniremos en Pío Nono con Santa María, para encabezar la Columna que subirá al cerro Chacarillas. Otro tanto harán los de la Universidad Católica, que se concentrarán en Pedro de Valdivia esquina de Providencia, para subir directamente a la cumbre, donde se realizará la magna reunión”. (1)
Otros próceres de destacada presencia en estos cincuenta años que también participaron en el juramento de Chacarillas son: Gustavo Alessandri, Francisco Bartolucci, Carlos Bombal, Andrés Chadwick, Jaime Del Valle, el cantante José Alfredo Fuentes, el tenista Hans Gildemeister, el animador de la televisión Antonio Vodánovic, Patricio Melero, Cristián Larroulet y el imperdible Joaquín Lavín.
¿Qué tal? (“La Juventud en Chacarillas”, El Mercurio, Santiago, 09/07/1977, p. 12.)
Es como si en Alemania, al término de la Segunda Guerra Mundial, no hubieran existido los juicios de Nuremberg, que condenaron como criminales de guerra a muchos de sus ex altos funcionarios de gobierno o las fuerzas armadas y en cambio, hubieran asumido importantes responsabilidades políticas.
Es cierto que, en Chile, han sido juzgados y condenados personas que pertenecieron a los organismos clandestinos de seguridad como la DINA y la CNI, pero la plana mayor de la dictadura quedó inmune.
El llamado Acuerdo Nacional, promovido por los EEUU y la iglesia chilena, logró escindir el movimiento popular que tenía al dictador por las cuerdas en 1986, promoviendo esta interminable transición pactada, cuyas consecuencias seguimos viviendo hasta estos días.