Jane Bremmer: En la primera línea de la justicia ambiental
por Johanna Poblete
Cuando Jane Bremmer y su pareja Lee compraron una casita de madera en Bellevue, un barrio periférico de Perth, pensaban montar un negocio de cerámica desde casa. Eran los años 90, y la joven pareja estaba orgullosa de tener un patio trasero lleno de árboles frutales que parecía un espacio de juego idílico para su hijo de cuatro meses, y un cobertizo exterior que podría servirles de taller de cerámica. Sin embargo, su sueño murió el día en que Lee cavó un hoyo en el patio y sufrió quemaduras de ácido en los brazos debido a la contaminación del suelo y el agua de un vertedero de residuos tóxicos cercano.
«Sin saberlo, acabábamos de comprar una casa al lado del peor vertedero tóxico de Australia Occidental. Al otro lado de la carretera había funcionado una empresa estadounidense de aceites usados [Omex Petroleum] que vertió durante 50 años sus residuos en un pozo de arcilla en el suelo. Se incendiaba y desbordaba con frecuencia, y toda la comunidad llevaba años contaminada, pero nadie hablaba de ello», explica Jane.
Una voz para los sin voz
Jane, activista por el medio ambiente desde su época universitaria, ha impulsado campañas contra la energía nuclear y a favor de la paz, el desarme, la protección de los bosques y los océanos antes de que el término «cambio climático» se convirtiera en un parte del vocabulario cotidiano. A raíz de su experiencia directa de las repercusiones del vertido de residuos tóxicos en su propio patio trasero, cofundó el Grupo de Acción de Bellevue (BAG, por sus siglas en inglés), junto a su pareja y sus vecinos.
El grupo no tuvo problemas de captación de voluntarios, sobre todo entre las madres. «La mayor parte de la contaminación de origen petroquímico contiene sustancias químicas disruptoras endocrinas, que es el tipo de contaminación que afecta de forma desproporcionada a mujeres y niños debido a su fisiología. Las mujeres y los niños tienen más probabilidades de estar expuestos a la contaminación en sus casas y jardines. Empecé a oír historias de mujeres y niños que padecían enfermedades inexplicables. Así que, en su mayor parte, éramos mujeres hablando con mujeres».
El BAG se convirtió en una plataforma para compartir experiencias, validar la verdad sobre la situación y ponerla a disposición de otras personas, especialmente las autoridades, para que la escucharan y destacaran los problemas que debían abordarse. Se convirtió en un altavoz para los residentes que no podían hablar.
«Hay muchas razones por las que la gente no habla en nuestra comunidad: por motivos culturales, religiosos o sociales, incluyendo el miedo a las represalias, debido a sus historias. Comprendimos que había muchos inmigrantes polacos que no querían ser identificados, pero aún así tenían información relevante que aportar y tenían derecho a la justicia medioambiental. Así que esa fue una plataforma para ayudar a representar a esas comunidades».
El grupo consiguió que el gobierno tapara el pozo de arcilla contaminado, extrajera los vapores tóxicos, reubicara a los residentes más afectados y rehabilitara el vertedero, pero no sin costes para ellos. Los residentes fueron objeto de acoso e intimidación. También sufrieron problemas de salud y pérdidas económicas. No podían en conciencia descargar su propiedad devaluada en compradores desprevenidos. Tras buscar asesoramiento jurídico, que no dio lugar a indemnización alguna, Jane y su familia abandonaron su casa antes que prolongar su exposición a los peligros para la salud que implicaba seguir habitándola.
Formando alianzas para acciones colectivas
El BAG atrajo la atención de comunidades en situaciones similares. Uniéndose, formaron la Alianza de Zonas Contaminadas (CSA), de alcance estatal, que se dedicó a educar a la comunidad en general sobre los riesgos asociados a las zonas contaminadas. Se esforzaron por sentar las bases legales de la transparencia en la localización y gestión de estos lugares y desempeñaron un papel crucial en la aprobación de la Ley de Lugares Contaminados, que no tenía precedentes, en virtud de la cual «los lugares contaminados conocidos o sospechosos deben ser notificados al Departamento de Regulación del Agua y el Medio Ambiente (DEWR), investigados y, si es necesario, limpiados (reparados)».
Aunque el BAG sentó las bases de la justicia medioambiental en Australia Occidental, se centró en un solo tema y una sola campaña. Del mismo modo, la CSA se limitaba al tema de los lugares contaminados. Al darse cuenta de la necesidad de un esfuerzo concertado para abordar cuestiones mucho más amplias, como la falta de leyes y normativas para proteger la salud humana y el medio ambiente, crearon una organización nueva y más coordinada: la Alianza para un Medio Ambiente Limpio (ACE). Constituida en 1996, la ACE se convirtió en un nuevo modelo de activismo y organizó la primera conferencia de Australia Occidental sobre leyes anticontaminación y justicia medioambiental.
Hoy en día, la ACE -siguiendo argumentos científicos- proporciona información creíble para ayudar a otros grupos con sus campañas, y representa de forma legítima y precisa algunos de los mayores problemas a los que se enfrentan nuestros sistemas comunes esenciales para la vida: la contaminación química, los residuos, los pesticidas y los tóxicos. Para mejorar las normas de calidad y la legislación industrial, la ACE se esfuerza por colaborar directamente con el gobierno, participando en mesas redondas de actores interesados y otras plataformas que permiten la representación legítima de la sociedad civil.
El trabajo de Jane la llevó a participar durante 10 años en el foro de participación comunitaria del comité regulador de productos químicos industriales del gobierno federal, el antiguo Programa Nacional Australiano de Notificación y Evaluación de Productos Químicos Industriales (NICNAS), ahora Programa Australiano de Introducción de Productos Químicos Industriales (AICIS). «Mujeres como yo, que formábamos parte de esos comités, nos aseguramos de que el programa de revisión de sustancias químicas existente incluyera todo lo que pudiera afectar a mujeres y niños… La evaluación de riesgos estándar, no lo olvidemos, se basa en un varón sano de 70 kilos. Eso no es representativo de nuestra sociedad».
Además de ser cofundadora de la ACE, en la actualidad Jane es coordinadora de la campaña Basura Cero y Antiincineración de la Red Nacional de Tóxicos de Australia, que trabaja en colaboración con GAIA y la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes (IPEN). En conjunto, estas redes representan a más de mil organizaciones no gubernamentales que trabajan por el interés público y por un futuro sin residuos, sin incineradoras y sin tóxicos.
Trabajando por un cambio sistémico
Jane está convencida de que cuidar el medio ambiente significa desempeñar un papel activo en su conservación y reconoce el mérito de otras expertas en justicia ambiental reconocidas internacionalmente, como la Dra. Mariann Lloyd-Smith, de la Red Nacional Australiana de Sustancias Tóxicas, y Lois Marie Gibbs, del Centro de Salud, Medio Ambiente y Justicia, con sede en Estados Unidos, cuya trayectoria refleja la suya y le proporcionó los poderosos modelos femeninos y la orientación que tanto buscaba. Jane conoció a la Dra. Mariann Lloyd-Smith y a Lois Marie Gibbs en una conferencia de Greenpeace OZ Toxics celebrada en 1997. Ambas le enseñaron que el uso de pruebas científicas independientes, así como de métodos jurídicos y políticos, era fundamental para el éxito de las campañas de justicia medioambiental, una metodología que sigue vigente hoy en día.
En sus años de activismo, Jane ha aprendido numerosas lecciones y principios básicos que incluso las comunidades de primera línea pueden seguir en medio de una experiencia traumática. Nos cuenta que es importante no dejarse paralizar por la sensación de agobio, dividir el reto en cuestiones manejables que puedan llevarse a la práctica, encontrar amigos y aliados, sobre todo en grupos de base libres de la influencia de las empresas, y asociarse con personas en las que se pueda confiar y que nos apoyen. Por último, subraya la importancia de alzar la voz. «Desarrolla buenas relaciones con los medios de comunicación, sé valiente y habla claro», afirma.
Los cambios en el panorama de los movimientos ecologistas y su influencia en Australia hacen que sea un momento apasionante, pero también incierto. El desplazamiento del poder político hacia el partido laborista australiano y la elección de las «Teal independents» o candidatas de partidos minoritarios con una plataforma centrada en la acción contra el cambio climático y la responsabilidad política es un cambio bienvenido para Jane. Sin embargo, se mantiene cauta porque el trabajo aún no está hecho. «La próxima prueba es hasta qué punto serán honestos y se comprometerán con las bases y el cambio real. Ahí es donde la gente como yo y mis hermanas del movimiento por la justicia medioambiental estaremos preparadas y esperando, porque no basta con poner a una mujer en un puesto de poder, tiene que ser una mujer capaz de articular los derechos de las mujeres y los niños en primera línea».
Para Jane, ya no hay margen para hacer concesiones ni para eludir los grandes problemas. «Sé lo que significa vivir con miedo a la contaminación tóxica, que tu salud se vea perjudicada por ella, y sentir la traición de las instituciones que deberían defenderte, dándote la espalda. Así que no me interesa trabajar en cuestiones blandas como las opciones de estilo de vida, quiero un cambio sistémico porque se nos está acabando el tiempo. Demasiada gente está siendo perjudicada. Estamos destruyendo el futuro de nuestros hijos… El cambio legislativo impulsa el cambio de comportamiento y no al revés.
Junto con sus colegas de la Red Nacional de Sustancias Tóxicas, el trabajo de Jane ilustra la eficacia de los enfoques de justicia ambiental centrados en la mujer para abordar muchos de los mayores retos ambientales a los que se enfrenta actualmente nuestro mundo. «Los combustibles fósiles y la contaminación petroquímica, ya sean plásticos, pesticidas, productos químicos industriales tóxicos y peligrosos o incineración de residuos, amenazan a las mujeres y los niños de forma desproporcionada, a nivel global e intergeneracional», afirmó.
«Es pidiendo cuentas a las empresas y los gobiernos en los mismos lugares donde se establecen las leyes y normas -desde los más altos organismos internacionales y, lo que es más importante, donde más se sienten los impactos, que es en nuestras comunidades locales- como se capacita a los ciudadanos y las comunidades para defender su salud y su medio ambiente». La eficacia de este enfoque puede verse en las victorias de nuestra campaña para resistir las amenazas de incineración de residuos, prohibir los productos químicos y pesticidas tóxicos y peligrosos, y situar la política de Basura Cero y de economía circular firmemente en el centro de las actuales reformas políticas y legislativas del gobierno australiano».
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El programa VISION & GRIT (VISIÓN Y DETERMINACIÓN) es una iniciativa de la organización GAIA para reconocer el activismo de mujeres por el medio ambiente en los distintos países de la región del Asia-Pacífico.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen