Desde la Red Humanista de Noticias de Salud REHUNO Salud ponemos en marcha un lugar de intercambio donde encontramos una nueva mirada sobre la vida cotidiana basada en una psicología experiencial y existencial (la Psicología del Nuevo Humanismo), y que da unas propuestas concretas de trabajo personal para llegar a un sentido pleno de nuestra existencia y a una vida libre de sufrimientos innecesarios. No es, por tanto, una psicología terapéutica ni que trate sobre ninguna patología, sino que va dirigida a cualquier persona que quiera comprenderse a sí misma y tener herramientas, si así lo desea, para iniciar un cambio positivo en su vida. El bienestar psicológico es sin duda una de las bases de la salud integral, por ello es un aspecto al que hay que atender.
Te invitamos a poner en práctica estas propuestas y también a que te comuniques con nosotros y nos cuentes tu experiencia. ¡Escríbenos!
Por Jordi Jiménez
La atención es la aptitud de la conciencia que permite observar los fenómenos externos o internos. Cuando un estímulo pasa umbral, despierta el interés de la conciencia quedando en un campo central al cual se dirige la atención o campo de presencia. (Autoliberación)
Por ejemplo, si estoy en casa leyendo un libro mi campo de presencia es ese libro, mi atención está centrada ahí. Si alguien me dice algo en ese momento mi campo de presencia cambia, deja el libro y pongo la atención en la persona que me habla. Así que el foco central de la atención, o campo de presencia, va cambiando continuamente. Todo lo que no está directamente asociado a mi campo de presencia se va diluyendo de esa zona central de atención aunque permanece vinculado a ella mediante relaciones asociativas con otros objetos no presentes en el campo central, es decir, co-presentes. Es decir, estoy leyendo un libro que centra mi atención, pero «sé» que estoy en el sofá de mi casa, en el comedor, que es por la tarde y empieza a hacer un poquito de frío. Todos esos datos están alrededor del campo central de atención, asociados a él y se van difuminando a medida que son más lejanos a mi interés actual que es leer el libro. Sin embargo, si empiezo a notar que la sensación de frío aumenta, acabo por ir a buscar una mantita que «sé» que estaba por ahí.
Pues bien, este campo de objetos y contenidos mentales a los que no presto atención habitualmente, aunque están relacionados entre sí y cuento con ellos o doy por sentado que están ahí es el campo de «copresencia» atencional. Otro caso: entro en una habitación y me encuentro con que la mesa y las sillas del estudio han desaparecido y en su lugar hay un gran vacío: «eh, ¿dónde han ido a parar la mesa y las sillas?», me digo. Cuando entré en la habitación yo no iba pensando en los elementos que había (no los tenía en presencia), simplemente contaba con que estaban ahí, daba por sentado que todo estaría como lo dejé el día de antes y al entrar veo que no coincide. Si puedo ver esa diferencia entre lo que recordaba y lo que veo ahora es porque hay un enorme «campo de copresencia» que está constituido por todas las cosas que sé y recuerdo, y que va trabajando de manera automática confirmando sus contenidos o dando un aviso cuando algo no coincide con los datos que hay en memoria.
En resumen, la copresencia se alimenta de los datos de memoria que se van almacenando constantemente, en las vivencias diarias, y sin darme cuenta esos datos de memoria van siendo utilizados para actuar de manera automática y se van comparando continuamente con lo que voy percibiendo para detectar diferencias. Pero veamos con más detalle qué ocurre cuando las cosas ya no están igual que como las recordábamos, como en el ejemplo anterior, y salta esa alarma que nos pone la situación en presencia. Si algo ya no está como yo recordaba también se podría decir que ese campo de copresencias es sinónimo de “campo de creencias”. Es como decir: «yo creía que en la habitación había una mesa y unas sillas y ahora no hay nada». No nos estamos refiriendo a creencias religiosas, a creencias políticas o ideológicas. Nos referimos a las creencias relacionadas con la vida cotidiana, aquello con lo que uno cuenta que es de una manera. Así que podríamos decir que el campo de copresencia es todo el conjunto de cosas que creo que son de una forma, que están guardadas en memoria y que se comparan en todo momento con mis vivencias presentes.
Esto puede aplicarse a todos los aspectos de mi vida y no solo a los muebles de mi casa. Por ejemplo: yo creía que eras de otra manera…, antes no eras así…, no me puedo creer lo que has hecho…, pensé que mi propuesta te gustaría… etc., por poner algunos ejemplos propios de las relaciones personales. En muchas ocasiones se producen “choques” entre la percepción y lo que yo recordaba de otra persona, es decir, lo que creía de esa persona. Desde luego que cuanto más tiempo hace que conocemos a alguien más nos puede chocar una situación que no esperamos, con la que no contábamos. En ese momento, mis creencias se hacen evidentes porque yo creía una cosa y ocurre otra.
Esto ocurre no sólo en temas personales, sino también en temas sociales: nunca pensé que el banco nos engañaría…, yo confiaba en ese fondo de inversión…, creí que aquella noticia era como la explicaban… y otros por el estilo. Como podéis ver hay infinidad de copresencias, o creencias, que pueden chocar con lo que percibimos en un momento dado por la falta de coincidencia. Y esto ocurre con mucha más frecuencia en un mundo que cambia rápidamente, en el que las cosas de ayer se han transformado casi sin darme cuenta y un día despierto en una nueva realidad, en un mundo que ya no es el que conocía.
Atención, no estamos diciendo que tengamos que dudar absolutamente de todo lo que conocemos. No hay que llevar estas cosas a tales extremos, ya que podríamos caer en un estado paranoico en el que creeríamos ver intenciones ocultas o dobles significados en todo lo que percibimos. En realidad, caer en ese estado es volver a centrar mi atención en mis creencias y no hacer caso de mis percepciones. Lo que estamos diciendo es lo contrario, hay que abrir bien los ojos y ver las cosas con el menor filtro posible de mis creencias para poder comparar y ganar en criterio de realidad.
Veamos entonces cuál es la parte positiva de todo esto: ante el choque entre creencias y percepción tenemos un magnífico indicador, primero, para «ver» cuáles eran nuestras creencias, para detectarlas (por contraste con lo que veo) y observar cómo están actuando constantemente; y segundo, para modificarlas y cambiar nuestra forma de mirar el mundo. Algo ha roto nuestra copresencia, ha desmontado nuestros recuerdos y nuestras creencias que ahora ya no nos sirven porque no coinciden con lo que veo. Podemos negar lo que vemos y aferrarnos a nuestros recuerdos, quedarnos encerrados en nuestro mundo ilusorio, pero creo que lo mejor que podemos hacer es reconstruir nuestros relatos internos, reacomodar las cosas de otra manera, aunque eso siempre requerirá un pequeño esfuerzo. Tendremos que soltar las viejas creencias y dejarlas ir. Como eran bien conocidas sentimos un cierto apego por ellas, el calor de lo conocido. La «tentación» de negar la realidad y quedarme con lo conocido es grande, pero hay que hacer sitio para que entre lo nuevo y así poder avanzar en nuestro criterio de realidad. Siempre es mejor saber cómo son las cosas en verdad, estar despiertos y atentos antes que amarrados a falsos recuerdos que ya no son.
Esta es nuestra propuesta de hoy, revisar aquello que en el fondo sabemos que no es como creemos y dejar marchar esas viejas historias para que nuestra evolución personal pueda seguir su curso y nos lleve a un nuevo estado, a una nueva existencia más libre, más despierta, más limpia. Recordad los Principios (artículo 6): «Ir contra la evolución de las cosas es ir contra uno mismo».