Tras 7 días de las elecciones seccionales y del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (el «quinto poder») y una consulta popular de ocho preguntas, con las que el gobierno neoliberal de Guillermo Lasso pretendió recuperar la credibilidad perdida, apelando a la narrativa contra el narcotráfico y la corrupción ha resultado que, la derrota para el gobierno y su partido, CREO, fue contundente.
La campaña que ocupó las primeras semanas del año en las calles del país y en los medios, fue la campaña por el SI a las preguntas de la consulta. Los mensajes directos al temor por la inseguridad, el narcotráfico, los asambleístas que no trabajan, los jueces corruptos, en fin, todo aquella que el sentido común indica que hay que apoyar, se posicionaron en todas partes. Las encuestas, incluso aquellas con más credibilidad e independencia y todavía a boca de urna, el mismo día de las elecciones, daban una victoria al SI. En ese escenario, lo que sucedía en las campañas por alcaldía, prefecturas (autoridades provinciales) y peor aún, por las sillas del «quinto poder», perdieron importancia. La verdad, incluso quienes hicimos campaña por el NO, en muchos lugares, pensamos que perderíamos… pero ¡ganamos!
Ya los analistas, con matices diversos, están de acuerdo en cuestiones claves. Lasso y su partido quedan sin ninguna fuerza política. No solo perdieron arrasadoramente la consulta, perdieron también alcaldías, concejalías y prefecturas. Les queda alguna en una de las provincias amazónicas. La segunda gran derrota la sufrió el Partido Social Cristiano con la aparatosa pérdida de la alcaldía de Guayaquil, la segunda ciudad más importante del país y además, el gobierno de la provincia del Guayas. Dos bastiones que este partido de derecha había mantenido prácticamente por 30 años consecutivos. Claramente, las elecciones son un golpe, no me atrevo a decir de muerte porque las derechas suelen encontrar formas de resucitar, pero un golpe del que será difícil que se recuperen pronto. Un golpe al proceso de profundización de la acumulación de poder en empresarios, banqueros y oligarquía ecuatoriana, que se ha venido dando desde el período presidencial e Lenin Moreno, inmediatamente anterior al presente.
De otro lado, también inocultable, la Revolución Ciudadana, el movimiento que llevó al poder a Rafael Correa, resultó ser el gran ganador de las elecciones seccionales. Logró 8 de 23 prefecturas y cinco capitales, entre ellas, Quito y Guayaquil además de aproximadamente 60 alcaldías en todo el país. El Movimiento Pachakutik, vinculado a la Coordinadora de Nacionalidades Indígenas del Ecuador-CONAIE, arrasó con alcaldías y prefecturas en la sierra centro del país, zona de altísima población indígenas. Una de esas alcaldías, la de Ambato, la ha ganado por primera vez en la historia, una mujer indígena. Sobre el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, lamentablemente, hay que decir que ganó por votos nulos y en blanco: no se sabía quién era quién ni por qué se presentaban. Visto en perspectiva, puede ser una gran pérdida para la democracia, pues es allí, en el denominado «quinto poder» que se busca autonomía e independencia para la elección de autoridades claves del Estado como fiscal general y procurador/a general. Habrá que ver qué sucede con quienes tomarán la tarea con tan poco legitimidad respaldada en el voto.
Pero más allá de estos resultados y su obvio significado, ¿Qué nos está diciendo el pueblo ecuatoriano con esta votación? Van aquí cosas que, al menos a mi, me dice.
– Que no es un pueblo sin memoria y tampoco ingenuo y que, aunque sin narrativas sofisticadas, se da cuenta del engaño de las élites y vive, en carne propia y día a día, la pérdida sistemática de derechos conquistados, el debilitamiento de un Estado que ya había ganado institucionalidad y había logrado mejorar condiciones básicas de vida, abrir caminos a la solución de necesidades vitales de grandes mayorías, había fortalecido lo público. Solo es necesario haber vivido estos últimos 15 años en el país, para que sea evidente la diferencia. No es cuestión de ideologías, es cuestión de experiencia.
– Que no quiere el camino que se le ha trazado desde hace alrededor de 7 años y ya lo ha dicho de muchos modos en las movilizaciones populares reprimidas y desoídas sucesivamente por los dos últimos gobiernos. Pues bien, ya que el poder instalado no escuchó lo que tenía que escuchar en las movilizaciones… las urnas hablaron y ahí, la represión no funciona. ¿Qué hará entonces el poder neoliberal en los próximos dos años? ¿Cómo lidiará con este resultado electoral?¿Qué caminos encontrará para sostenerse?
-Que no compra narrativas del miedo porque más miedo da la pobreza, el debilitamiento de la salud pública, el permanente riesgo del sistema pensional, el abandono del campo… y nada de eso tiene que ver con el narcotráfico, que gana terreno por ausencia total del Estado y, más aún, con anuencia de instancias del propio Estado.
-Que no desconoce los poderes fácticos, instalados de plano en el poder político…pero reconoce el propio poder ganado en una resistencia sostenida que se refleja ahora en las urnas y cambia el escenario de fuerzas políticas y sociales en el país.
Es un gran momento, son grandes lecciones. Ahora, hay que ver cómo se sigue ganando terreno en un horizonte de derechos garantizados, distribución de la riqueza, eliminación de la pobreza, despatriarcalización en fin, en ese horizonte que el país y el continente sueñan desde hace años, a pesar de quienes quieren convertirlo en una pesadilla.