El 22 de enero se cumple el 2º aniversario de la entrada en vigor del TPAN (Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares), ratificado por 59 países entre los cuales no está el nuestro, que, como es bien sabido, carece además de armamento nuclear
Por Ovidio Bustillo García, Enrique Quintanilla Alboreca y Eva Aneiros (Desarma Madrid)
Hace un año publicábamos aquí mismo un artículo con el título España, en contra de la prohibición de las armas nucleares y entregada a la OTAN. En un año han pasado muchas cosas, pero hoy nos vamos a centrar en el segundo aniversario, el 22 de enero, de la entrada en vigor del TPAN (Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares), ratificado por 59 países entre los cuales no está el nuestro, que, como es bien sabido, carece además de armamento nuclear. Consideramos que para poder avanzar hacia la prohibición total de las armas nucleares conviene mirar atrás, y ver todo el camino recorrido. Las conquistas sociales no salen de la nada: se consiguen.
La falsa alarma de Petrov
Para responder a estas preguntas nos va a ayudar un acercamiento crítico a un personaje que, aunque muerto en 2017, se mueve ya entre la leyenda y la historia: Stanislav Petrov, sobre quien el director de cine Peter Anthony realizó el documental El hombre que salvó al mundo, estrenado en 2015 en Dinamarca. Petrov fue un teniente coronel del ejército soviético que el 26 de septiembre de 1983, en plena guerra fría y estando en su trabajo, cuando se encendió una alarma de alerta nuclear tuvo que tomar en segundos una decisión trascendental sobre responder o no al ataque de cinco misiles nucleares americanos. En contra del protocolo, cuenta la leyenda que siguiendo a su instinto, convenció a las Fuerzas Armadas de que se trataba de una falsa alarma, y de esta manera consiguió salvar al mundo de un holocausto nuclear devastador.
Visto desde la perspectiva de un extraterrestre se preguntaría: ¿cómo es posible que la especie humana, que se dice inteligente, confíe la seguridad de su planeta en la desobediencia de unos cuantos vigilantes nucleares militares educados precisamente en la obediencia y en la violencia? Visto desde una perspectiva antimilitarista más realista, lo primero que hay que resaltar es la irresponsabilidad de las potencias nucleares creando y manteniendo artefactos que pueden acabar con la vida del planeta. Lo segundo, la irresponsabilidad de miles de millones de ciudadanos que consentimos amenazar y ser amenazados por las potencias nucleares. El episodio de Petrov es una invitación a la reflexión y, sobre todo, a la acción para que la humanidad deje de estar en peligro. No hay que celebrar tanto que un militar salve el mundo sino denunciar que el mundo esté sometido por lo militar y amenazado hasta el punto de que una falsa alarma pueda acabar con él. No necesitamos más héroes militares que salven el mundo. La Historia está llena de ellos y pese a la maquillada e interesada versión heroica, siempre han estado rodeados de cadáveres y destrucción.
La historia de la “falsa alarma” no es el único incidente con armas nucleares. Pese al secreto militar, están documentados graves fallos y deficiencias en los sistemas de seguridad. Algunos de estos incidentes son de sobra conocidos, como las bombas que cayeron en Palomares, donde a día de hoy sigue contaminada la zona. Considerando que no existe la seguridad nuclear total y la peligrosidad de sus consecuencias, el único “riesgo cero” al que tenemos derecho solo es posible con la eliminación total de las armas nucleares. Con estos antecedentes, estamos en mejores condiciones para abordar las preguntas sobre el armamento nuclear.
Luchar sin armas contra las armas
Tras la Segunda guerra mundial, pasados los primeros momentos de euforia o justificación, mucha gente empezó a cuestionar las armas nucleares, al hacerse consciente de lo que suponía su misma existencia. Es paradigmático el caso de Albert Einstein, que defendió la necesidad de que EEUU desarrollara el arma antes que la Alemania nazi, pero años después, en 1955, se dio cuenta del error de su postura y firmó junto con Bertrand Russell el famoso manifiesto, conocido como manifiesto Russell- Einstein, en el que señalaban el peligro que suponían las armas nucleares y hacían un llamamiento a una salida pacífica de los conflictos. Russell destacó por su firme oposición a las armas nucleares desde su misma creación, y de hecho fue de los primeros intelectuales en oponerse a la bomba, pues en 1945 escribió La bomba y la civilización, un recomendable ensayo donde ya trataba este tema.
Tanto los textos escritos por gentes de diversa procedencia, como el trabajo de lobby que han hecho diversas organizaciones como la ICAN (Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, por sus siglas en inglés) son loables y necesarias, pero queremos reconocer la acción directa noviolenta y la desobediencia civil como los factores trascendentales en la oposición a las armas nucleares.
La Campaña por el Desarme Nuclear, Russell y las desobedientes
La Campaña por el Desarme Nuclear (CDN), creada en 1957, bebía de la experiencia del movimiento pacifista y antiguerra que se forjó en las guerras mundiales. Desde su inicio las personas que participaban (Russell, como no, entre ellas) estaban decididas a hacer una campaña potente y usar todas las herramientas a su alcance. Con esta intención, entre 1958 y 1965 organizaron las Marchas a la Base de Aldermaston (base inglesa en la que se guardaba parte del arsenal nuclear británico), en las que se hacían, entre otras cosas, sentadas y bloqueos del acceso. Es famosa la foto de un anciano Bertrand Russell sentado en el suelo en la marcha de 1961.
Tras un parón de años en las marchas, en los años 80 del siglo XX se reactivó la lucha contra las armas nucleares en Gran Bretaña. Desde entonces se han venido haciendo, por parte de la CDN u otros grupos pacifistas distintas marchas y acampadas en las bases donde se acumula el arsenal nuclear o donde fondean los submarinos nucleares (Faslane). El 5 de septiembre de 1981 se organizó una marcha a Greenham Common (Berkshire, Inglaterra) para protestar por la presencia de silos militares en la base, con el agravante de que esta se estableció en terrenos comunales del pueblo. Una vez allí, un grupo de mujeres decidió quedarse, estableciendo el Campamento de Mujeres por la Paz de Greenham Common. Desde ese día hasta el año 2000 hubo mujeres acampadas permanentemente delante de todas las puertas de la dicha base. Aunque la cantidad de mujeres fue variando, las que estaban se aplicaron en romper todas las normas de la base y practicar todo tipo de acciones desobedientes, llegando a entrar y a bailar encima de los silos nucleares.
Otro ejemplo valiente de acción directa noviolenta contra las armas nucleares nos lo dan las mujeres de Trident Ploughshares. Este grupo, fundado para protestar inicialmente contra el programa nuclear Trident del ejército británico, se especializaron en un tipo de acción muy curiosa y fuertemente simbólica: entrar en bases militares con un martillo e inutilizar armamento. Es muy conocido el caso de las tres de ellas, Ellen Moxley, Angie Zelter y Ulla Roder, que nadaron y abordaron el submarino HMS Vengeance, pintando lemas en él y dañando gravemente el equipamiento.
Estos son ejemplos a vuelapluma, pero somos conscientes de que allí donde aparecen las armas nucleares aparece también la oposición a las mismas, pues lo único decente que se puede hacer con este tipo de armamento (con cualquiera), es oponerse a su existencia y trabajar para su eliminación.
En un próximo artículo analizaremos la relación entre la no firma del TPAN por parte del gobierno más progresista en España, con las imposiciones que desde la OTAN y la UE se están haciendo en este y en otros sentidos. Ahora, lo que toca es trabajar junto a otras organizaciones pacifistas, antimilitaristas, ecologistas, feministas y antirracistas en exigir la firma del TPAN como mayor garantía para que realmente las armas nucleares (y después, el resto) desaparezcan de la faz de la tierra.