Familias campesinas de dos parajes de Córdoba comenzaron a organizarse junto a la ONG AlterMundi y la Universidad Nacional de Río Cuarto para instalar un sistema de conectividad con software libre que les dé el servicio que las empresas niegan. Según un estudio de INTA y Enacom, 8 de cada 10 familias de la agricultura familiar tienen acceso restringido a internet.
Por Mariángeles Guerrero
En nuestra casa no tenemos señal de teléfono. Tenemos que salir a los cerros a buscarla. Ahora tengo a mi nieta recién nacida en casa. Si tuviera internet, si ella tiene algún síntoma o cualquier duda que yo tenga podríamos llamar a su pediatra o llamar a un médico.
Me gustaría tener internet en mi casa porque estoy haciendo el secundario de adultos y me facilitaría para hacer la tarea. También tengo una hija que va al secundario y para hacer la tarea tiene que ir a una loma a buscar señal.
El lugar donde vivo es muy alejado de todo. No tenemos luz. Me gustaría tener internet para mi hija y para mí, que estoy terminando la escuela. Necesitamos internet para las cosas de la casa, para sacar turnos y para hacer trámites.
Los testimonios son de vecinas de Las Lagunitas, un paraje serrano ubicado a 237 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba. Este año los pobladores del lugar comenzaron a organizarse para tener acceso a internet, en colaboración con la ONG AlterMundi. La experiencia se replica en Cerro Colorado, del departamento Calamuchita. Consiste en una red de routers —dispositivo que permite conectar y distribuir la señal de internet— diagramados en forma de malla y ubicados sobre los techos de las viviendas. De esa manera generan acceso a internet a las escuelas rurales, los clubes y las familias que viven en esas zonas, donde las empresas prestadoras no ven un negocio por la baja densidad poblacional y no ofrecen el servicio. La experiencia de Las Lagunitas y Cerro Colorado se replica en otras 14 localidades del país, en provincias como Santiago del Estero, Santa Fe y Neuquén.
Un estudio sobre Conectividad y Comunicación en Zonas Rurales de Argentina del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) relevó, en 2021, 311 parajes rurales en 21 provincias y constató que el 40 por ciento no tenían conexión a internet. «Este porcentaje se duplica si se suman aquellos puntos con servicio de conectividad mala o regular. En este contexto, ocho de cada diez de estos lugares con acceso restringido está ligado a la agricultura familiar», precisa el informe y precisa: a menor población, menor servicio. La comunicación es un derecho y en esta época, por los usos de la tecnología y por las aplicaciones incluso ofrecidas desde el Estado para el acceso a servicios sociales o de salud, la conectividad es una necesidad.
En Las Lagunitas y en Cerro Colorado hay unas 20 familias que viven de criar vacas, cabras y corderos para autoconsumo y también para la venta. Durante mucho tiempo vendieron el ganado “por bulto”, es decir pesándolo a ojo. Pero luego se pusieron de acuerdo para la compra colectiva de una balanza. Eso les mostró el beneficio de trabajar en forma comunitaria para resolver otros problemas: desde la falta de agua —otro derecho vulnerado— o de internet.
Luciana Lanzetti y Germán Saretti, del equipo de comunicación de AlterMundi, cuentan que el objetivo al acercarse a estas localidades fue “rescatar discursos soberanos”, es decir que las personas que allí viven puedan hablar de sus deseos en primera persona. “La problemática que más expresaron fue la falta de conectividad, que se traduce en la falta de acceso a servicios básicos, incluso en la imposibilidad de ser ciudadanos”, sostienen. A raíz del encuentro con AlterMundi y la articulación con otras instituciones como la Universidad Nacional de Río Cuarto, las y los pobladores de Las Lagunitas y Cerro Colorado decidieron abordar esta problemática fortaleciendo sus redes comunitarias.
En algunos sectores de los cerros se puede llegar a encontrar señal de celular «por rebote» (en términos menos técnicos: por casualidad). En Cerro Colorado hasta hace poco tiempo había proveedores móviles, pero hoy es muy difícil acceder a la señal de teléfono. A veces los vecinos encuentran una loma y van allí a mandar un mensaje de texto o de WhatsApp. Pero puede ocurrir que en la piedra donde hay señal hoy mañana no haya. Se trata de territorios extensos, con caminos en mal estado y donde las familias viven a tres o diez kilómetros de distancia.
Lanzetti explica que “en estos lugares bastante despoblados de las sierras la presencia estatal está bastante desdibujada, salvo por la presencia de las escuelas. Por eso las soluciones vienen siempre desde la comunidad”.
Sobre los encuentros que dieron lugar a la posibilidad de tener conectividad, expresa: “Nos interesaba escuchar a la gente que vive en el campo y que tiene muchos saberes. Muchas veces las grandes ciudades abordan la ruralidad desde la lástima y en realidad esas personas están orgullosas y muy contentas de vivir en sus territorios, se quieren quedar allí y la conectividad viene a sumar una semillita al arraigo rural». Y agrega que grandes extensiones de tierra están quedando en manos de privados porque las personas poco a poco se van a otros pueblos en busca de otras oportunidades.
Redes comunitarias contra la centralización comercial
LibreRouter es la tecnología utilizada en esta experiencia. Está pensada para pueblos rurales o barrios populares porque es descentralizada, en contrapartida con el sistema que habitualmente utilizan los productores, donde todas las casas que utilizan internet dependen de una antena central. El sistema LibreRouter brinda la posibilidad de recibir internet y de compartirla. De esa manera se va tejiendo la red.
Además, está pensada para que personas sin conocimientos técnicos puedan abordarla y diagramar su red. «En estos años nos dimos cuenta de que era necesario organizar espacios de formación donde las comunidades se encuentran con AlterMundi y otros miembros de redes comunitarias. Así acceden a la información sobre cómo funcionan los equipos», cuentan desde AlterMundi. Así nacieron los «semilleros», que son espacios formativos para que cada comunidad pueda autónomamente regular su red.
La formación de la red tiene tres instancias: un momento de organización, donde los vecinos se encuentran, mapean su territorio y georreferencian sus casas. Este insumo es vital para buscar el punto más alto donde ubicar la antena. Esa antena recibe la señal de internet y la proyecta sobre los routers ubicados en los techos de la casa. El funcionamiento es en espejo: una casa recibe la señal de la antena, la comparte con otra que esté enfrente y así sucesivamente. Una vez instalados los equipos, que se sustentan con aportes mínimos de los vecinos o con proyectos de financiamiento ante el Enacom, llega el momento del mantenimiento.
LibreRouter utiliza una tecnología de software libre, que implica que uno puede ejecutarlo en el momento que sea para el uso que sea y sin restricciones. Así lo explica Daniel Bellomo, de AlterMundi: «Se puede acceder al código, al lenguaje de programación con el que ha sido desarrollado. Eso es de vital importancia porque permite hacer una traducción, corregir, aportar. Para programar es necesario leer códigos, y códigos buenos. El software libre te da la libertad de acceder al código y adaptarlo al uso que requieras».
La socialización del conocimiento y las herramientas es la forma en que las familias campesinas pueden acceder a un derecho que las empresas prestadoras les niegan. Desde AlterMundi explican que estas firmas prefieren pagar una multa a realizar las inversiones necesarias en territorios que, por su baja densidad poblacional, no les dará los réditos que esperan.
De la soberanía alimentaria a la soberanía tecnológica
Sergio González es el Secretario Académico de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Hace un tiempo, desde la gestión de la casa de estudios se buscó instalar internet en un campo de la universidad. Son 1200 hectáreas ubicadas a 120 kilómetros de Río Cuarto y destinadas a la producción bovina y forestal. Allí vive un trabajador de la Universidad con su familia y el objetivo fue mejorar sus condiciones de vida y también la docencia y la investigación. Para eso instalaron una antena a través de la Cooperativa de Servicios Eléctricos de la localidad de Berrotarán. Pero el proyectó no se acotó solo al campo sino que comenzaron a planificar cómo ampliar la red a las zonas aledañas. Así comenzaron a articular con AlterMundi y con las 12 familias que viven en la zona del campo.
Estas experiencias y la articulación entre AlterMundi y la UNRC está abriendo el proceso de crear la Primera Cátedra de Soberanía Tecnológica, inspirada en la experiencia de la Red de Cátedras de Soberanía Alimentaria (Red Calisas). «Así como la soberanía alimentaria implica comer mejor y elaborar nuestros propios alimentos, la soberanía tecnológica significa tratar de ser autónomos y soberanos en cuanto a la tecnología que usamos. Implica tener la libertad de usar esa tecnología», apuntaron.