Iluminación de la Tierra por el Sol el día del solsticio de diciembre
Javier Belda.-
Es de noche todavía, un grupo homínido se encuentra durmiendo en un abrigo de roca. Se acurrucan los unos junto a los otros entre pieles de animales, tratando de conservar el calor, sobre ellos el destello de infinitas luces en lo alto brillan ante sus ojos. Pronto amanecerá, los primeros rayos del Sol traerán la luz y el calor.
No es de extrañar que en todas las culturas el Sol haya tenido un papel tan significativo en los cultos. La inclinación del eje de la Tierra en 23,5 grados produce que las noches no duren lo mismo los 365 días en que la Tierra da una vuelta a la estrella.
Pasaron miles de años y la danza en el cielo siguió igual, mostrando lo permanente en un entorno donde las demás cosas eran impermanentes.
En el preciso umbral de la ampliación de las capacidades del Psiquismo la observación fue lo primero y con ello la previsión de los acontecimientos en el tiempo y el culto.
A fin de cuentas, este nuevo ser en faz de la Tierra no venía a conformarse con lo dado, sin mayores planteamientos. Creó herramientas para adaptarse al medio, trató de manejarse con todo, sin limitaciones, hasta con el ritmo del cosmos. Configuró el tiempo, los ciclos, los ritos, que eran otro tipo de herramientas para procesos más complejos.
En el Imperio Romano, la Navidad era una celebración pagana en la que el «Natalis Solis Invicti» representaba el nacimiento de la luz sobre las tinieblas, justo en el momento que los días comenzaban a alargarse.
Constantino no se dejó un ápice a la hora de intentar sustentar el imperio en declive sobre un cristianismo iniciático que permanecía oculto. La operación fue exitosa, ya que con la adopción del cristianismo como la religión del imperio, este perduró mil años más.
Después de la caída del imperio, el cristianismo permaneció, pero ya institucionalizado, repartido en multitud de variantes religiosas.
[ Entro al supermercado y una joven con patines, disfrazada de Papá Noel me ofrece una degustación de turrones, mientras suena el empalagoso villancico Silent Night por la megafonía del centro comercial. ¡Qué lejos queda aquella tribu de los Urales viendo el amanecer! Pero la REALIDAD se impone… «La tableta cuesta 10€, deje las elucubraciones, que hay muchas cosas que atender en estas fechas», dice una voz interna, por no mencionar las voces externas que podrían decir: «¡No sea cafre!» ].
El carbón que tizna la cara del Olentzero, personaje de la tradición vasca, está también presente en los vikingos. En países como Escocia tenían la celebración pagana del Yule, antiguos ritos de culto al Sol y al fuego.
Durante 12 días organizaban grandes banquetes, bailes y hogueras. Una de las tradiciones era quemar el tronco de Yule durante toda la noche para luego esparcir sus cenizas por los campos y atraer a las buenas cosechas. Posteriormente la festividad desembocó en la celebración de Hogmanay que terminó por resultar fusionada con la Navidad cristiana en el año 1600 y trasladada al 31 de diciembre.
La tradición de Hogmanay sigue celebrándose en la actualidad en Edimburgo, con fuegos artificiales y desfiles de antorchas, manteniendo parte de la tradición ancestral del culto al fuego, el re-nacimiento y la renovación.
En Japón, se celebra el resurgimiento de Amaterasu, la Diosa del Sol de la mitología japonesa. A raíz de su reclusión en una cueva, engañada por dioses, ella busca la imagen de sí misma en un espejo. Finalmente logra salir de su cautiverio escuchando las voces de otros dioses que le ayudan.
En este mito está presente la cueva, asociada a la Virgen María en múltiples leyendas. Amaterasu busca en su interior para auto-liberarse, realizando un acto de reversibilidad de la conciencia, capaz ahora de observarse a sí misma, representando la gestación del Psiquismo en aquella cueva oscura y mágica donde dormía el grupo neardental.
Con la celebración, una vez más, la luz solar regresa de vuelta al mundo. Se celebra réquiem por los muertos, Manzai y Shishimai durante toda la noche, a la espera de la salida del astro.
En Laponia tienen a Beiwe, diosa del Sol venerada por el pueblo saami, en Pakistán a Choimus. A lo largo y ancho del planeta la mitología asociada a nuestra estrella es innumerable, siempre en torno al nacimiento de algo o de alguien.
Donde más similitudes vamos a encontrar con el cristianismo es en Mesopotamia y Egipto, cuna de la civilización occidental.
[ Paradójicamente Occidente es en la actualidad sinónimo de agresión hacia Oriente Medio, poniendo de relieve su incapacidad para auto-observarse y superar su violencia interna. Así, nuestra Navidad es reflejo de una farsa externa enajenada de la historia y de la mitología ancestral ].
Babilonia celebraba la renovación anual con el Festival Zagmuk, adaptando las celebraciones egipcias a Osiris, o celebración del año nuevo. Se trata de un festival que dura 12 días y que se inspira en la batalla del dios sol Marduk contra Tiamat (del Enuma Elish) que representa la oscuridad.
En el zoroastrismo, el último día del mes persa Azar es la noche más larga del año, cuando el dios Ahriman, frente a Ormuz, está en la cúspide de su fuerza. Al día siguiente, el primer día del mes dey, conocido como Khoram ruz (el día de Sol) representa a Ahura Mazda que es síntesis de las dos polaridades divinas. Este día marca la victoria del Sol sobre la oscuridad. Para la ocasión se celebraba el antiguo Festival persa Deygan dedicado a Ahura Mazda y Mitra.
El 25 de diciembre en el Templo de Mitra los sacerdotes con atuendos blancos encendían velas e inciensos celebrando el nacimiento del Hijo del dios. Se cuenta que Mitra nació en una cueva, era hijo de una Virgen. Mitra descendió del cielo como hombre, salvó a la humanidad de sus pecados, siendo conocido como «El hijo de Dios».
Los pueblos mesoamericanos también advirtieron la relevancia de este día en su calendario. Todo ello se expresó de forma determinante en la orientación astronómica de las acrópolis en las construcciones precolombinas.
Muchos de los templos que construyeron los mayas, con altos conocimientos en astronomía y matemáticas, son auténticos calendarios y están orientados hacia la salida del Sol en los solsticios y equinoccios. Un ejemplo es la pirámide de Kukulkán.
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