SERIE DE RELATOS

 

 

Quiero comenzar con esta frase que me retuerce, empero me hace mucho sentido ahora que pienso el título. La famosa y no tan querida frase dice: El pobre es pobre porque quiere.

Esta frase toma sentido, y quise traerla en este momento y acontecimiento porque siempre que pensamos en la pobreza, parece que ésta, es consecuencia de gustos y decisiones personales para continuar encajonado/a en la pobreza, sin embargo, en la frase perdemos el contexto de las pobrezas, por ejemplo, pensar en las estructuras que el Estado y la sociedad establecen para favorecer la igualdad de oportunidades laborales, económicas, psicológicas, físicas, sociales, emocionales y de cuidados, mismas que permiten que una persona pueda salir de un estado de pobreza, o no.

Y justo pensaba en esta frase, porque la movilidad dentro de una ciudad se vuelve tan sencilla conforme el Estado se sirva de recursos e infraestructuras para hacer dinámica y movible una ciudad para los/las ciudadanas/os. Por tanto, la similitud entre decir que “el pobre es pobre porque quiere” y señalar que, “el/la que quiera trabajar y ganar dinero que se mueva”,  está a dos pasos de distancia.

En este sentido, transportarse en Houston es tan complicado como salir de la pobreza sin las herramientas “todas” necesarias, porque tanto la pobreza como la inmovilidad en la ciudad no son actos individuales, ni decisiones que pertenezcan a una sola persona, si no que ambas son consecuencias de las políticas, leyes y responsabilidades de la sociedad y del Estado para hacerlas valer como un derecho a la igualdad, equidad y justicia.   

Cabe mencionar que, la Ciudad de Houston cuenta con un sistema de transporte público de metrobús, no obstante, los horarios son tan desatinados que moverse de un lugar a otro implica tiempos de espera de 20 minutos a 3 horas para poder tomar otro bús. Y muchas veces se tienen que tomar 3 o 4 buses para llegar al lugar de destino.

Y esto que les platico no es lo más complicado, un claro ejemplo es el tiempo que te toma llegar del lugar de origen al lugar de destino, es decir, logras tu objetivo en un tiempo aproximado de 2 a 4 horas (4 horas de ida y 4 horas de vuelta) _casi un viaje de Oaxaca a Puebla_.

Al respecto, junto con mi amiga llegamos a la conclusión que la Ciudad de Houston no está diseñada para personas como nosotras, quienes disfrutamos de movernos en el transporte público, pero que, además no contamos con un auto particular, y que también, tratamos de ahorrar dinero usando el transporte público. O como muchas de las personas, porque el dinero que ganamos sólo nos alcanza para movilizarnos en transporte colectivo.

Así, nuestra primera confrontación en Houston no fueron las distancias geo territoriales, que también son inmensas, porque llegar de una zona a otra en carro propio, te toma de 20 minutos a 1 hora, no obstante, nosotras nos enfrentamos al tema de cómo movernos y no morir en el intento, porque en el trayecto de ir a visitar a un cliente nos tomaba de 6 a 8 horas, por ende, no podíamos atender a otros clientes o hacer algo más, porque ya teníamos consumido medio día.

Quiero aclarar que, pese a estas grandes desigualdades para el movimiento en el interior de la Ciudad, mi amiga y yo nos sostuvimos fuerte y sororamente para poder trasladarnos todos los días. Fue un reto sumamente complejo, porque parte de nuestra energía era absorbida entre el transporte, ¡y todavía nos habría de sobrar fuerzas y ánimos para trabajar! para visitar clientes, para realizar visitas de salud y para cuidar_nos nuestras cuerpas.

Entre otras cosas, con esta pequeña historia contada, muchas de las personas no daban crédito a nuestra hazaña para movernos en Houston, porque en su imaginario pervive que el transporte público solo fue diseñado para los/las negras, homeless y personas muy precarias y carentes de derechos, sin embargo, nosotras muchas veces nos preguntamos ¿Cómo le hace un migrante cuando recién ingresa a Houston? _creemos que necesita endeudarse para sacar un automóvil_ o quizás _trabajar días y noches enteras para obtener un carro, porque de otra forma no puede moverse_

A este respecto, las personas siempre nos decían que debíamos comprar un carro porque nos exponíamos demasiado, y en cierta forma tenían razón, porque muchas veces nos cruzamos con tormentas potentes que nos desestabilizaron, otras veces tuvimos que pagar uber o lift para llegar a zonas donde el metro no llegaba, y otras veces más, la noche nos tomó por sorpresa entre el frío y la intemperie.

Así, moverse en Houston se convirtió en un acto político y de resistencia, porque en esta ocasión nos tocó luchar contra un gigante estructural del capitalismo, porque como lo he venido señalando, la Ciudad está estructurada para que las personas se muevan en carros particulares, gasten miles de dólares en combustible, paguen seguro del carro y del uso de las autopistas. 

En este tenor, nuestra resistencia fue política y corporea, porque nuestros pies se convirtieron en la estructura anticapitalista que nos sostuvo y movió; nuestra fuerza y red femenina nos acuerpó para resistir al frío, al cansancio y a las críticas masivas de quienes nos observaban y escuchaban; y nuestro estilo de vida se opuso a toda estructura capitalista e imperialista que esclaviza a las personas en Estados Unidos, porque sí que fuimos parte del sistema reproductor del dinero, pero no caímos en las redes del consumismo y la explotación del cuerpo de las personas para sostener el capitalismo bárbaro.

 

Capítulo 2 de la serie «Una anticapitalista en la cuna del capitalismo»