El recién pasado 5 de diciembre se cumplieron 9 años de la partida física de Nelson Mandela. De todas las definiciones que he leído, me quedo con una que a mi parecer lo define en su cualidad más resaltante: «Uno de los hombres más buenos del mundo».
Más allá de su innegable entrega para desmontar la estructura social y política heredada del apartheid a través del combate del racismo institucionalizado, la pobreza y la desigualdad en su país, su tarea más noble fue la promoción de la reconciliación social.
Su historia personal siempre me ha conmovido, la capacidad de soportar lo que pocos podríamos, su inteligencia y sobre todo su nobleza de alma para alcanzar el perdón hacia quienes lo mantuvieron preso durante 27 años, ejemplo que llevó a la reconciliación de su país, Sudáfrica.
Es considerado una figura amada y respetada y se le conoce con el nombre originario de su tribu «Madiba», que significa «Padre».
Su muerte puso nuevamente en circulación el poema «Invictus» del poeta inglés William Ernest Henley, que ayudó a Mandela a soportar los 27 años de cautiverio.
Como un homenaje a su memoria lo dejo escrito en su versión traducido al español.
INVICTUS
Fuera de la noche que me cubre,
Negra como el abismo de polo a polo,
Agradezco a cualquier dios que pudiera existir
Por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de la circunstancia
Ni he gemido ni he gritado.
Bajo los golpes del azar
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
Es inminente el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
Cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.