En Jhargram, una alejada aldea del estado indio de Bengala Occidental, un grupo de agricultores se sientan juntos en uno de los amplios campos a su alrededor. En esta ocasión deben debatir, deliberar y decidir sobre la estrategia de comercialización que utilizarán para vender su cosecha en los mercados de la región.
Hace dos años, la situación en esta remota localidad era completamente diferente. Los agricultores estaban atribulados por la repentina inflación y la subida de precios de las semillas, los fertilizantes y los plantones. Además, estaban preocupados por el cambio climático y los daños de las alteraciones de los patrones climáticos de los últimos monzones, las lluvias intempestivas y las olas de calor extremas.
El estado de Bengala Occidental está situado en el noreste de India, a lo largo del golfo de Bengala. Fue en este estado indio donde la Compañía Británica de las Indias Orientales empezó a hacer negocios antes de pasar a gobernar casi todo el sur de Asia.
Bengala Occidental es una región principalmente agrícola. A pesar de abarcar solo 2,7 % del territorio de India, en ella vive 8 % de sus más de 1300 millones de habitantes. En el estado hay 7,1 millones de familias agricultoras, de las cuales 96 % son productoras de subsistencia.
La superficie media de las tierras es de solo 0,77 hectáreas. El estado cuenta con un amplio conjunto de recursos naturales y condiciones agroclimáticas que permiten la producción de una gran variedad de cultivos.
Sin embargo, en los últimos años, los agricultores de esta zona se han visto particularmente afectados. Según una reciente investigación realizada para determinar la intensidad de la crisis agraria en la región, los rendimientos de los productos agrícolas para los agricultores eran escasos.
Las principales razones de los bajos rendimientos agrícolas eran un sistema de comercialización defectuoso, los bajos precios agrícolas, las fluctuaciones de los precios de los productos y la pérdida de las cosechas debido a las enfermedades, las inundaciones y las fuertes lluvias.
Jayanta Sahu, un agricultor de Jhargram, donde viven unas 250 familias, en el municipio de Murshidabad, recuerda cómo la drástica subida de precios de las semillas y los plantones puso a los agricultores familiares como él en una situación desesperada.
«Pertenecemos a un pueblo, que está muy lejos de la ciudad. Se necesitan horas de autobús para llegar a los mercados. Apenas pasa un autobús por este lugar”, explicó Sahu a IPS durante las jornadas que IPS pasó en la localidad.
Esa era la causa, añadió, “por lo que solíamos depender sobre todo de los intermediarios para que nos suministraran semillas, fertilizantes y otros elementos necesarios para la agricultura. Solían llevarse su comisión de los suministros, y nos quedábamos con un material extremadamente caro».
El campesino detalla que varios problemas han afectado a la agricultura local en el pasado, como la pérdida de tierras agrícolas, la escasez de semillas y plántulas locales, el riego y la falta de infraestructuras agrícolas, abonos, fertilizantes y biocidas.
Pero sobre todo, dijo Sahu, la caída en picado de los ingresos por la actividad agrícola les hizo sentirse “desgraciados” en más de un sentido.
«Ni siquiera podíamos cubrir los gastos básicos de nuestra familia con los escasos ingresos de la agricultura. La inflación y el cambio climático pusieron a prueba nuestras finanzas. Estábamos realmente desamparados ante una situación tan tumultuosa», dijo Sahu.
Otro campesino del mismo pueblo, Mongal Dash, recuerda que estuvo a punto de decir adiós para siempre a la agricultura y dedicarse a trabajos como jornalero en ciudades de la región.
Sintetizó que «estábamos peleando en múltiples frentes: el bajo rendimiento de nuestras cosechas, el alto coste de los fertilizantes y las semillas, y el cambio climático”.
“Los intermediarios que nos suministraban las semillas subieron el coste básico cuatro o cinco veces. No nos quedaba más remedio que comprarles a ellos. La calidad degradada de estas semillas se traducía en bajos rendimientos y, en última instancia, en bajos ingresos», dijo Dash a IPS.
Ante la insuperable situación que se les presentaba, los agricultores de la aldea tomaron la decisión de reunirse y analizar juntos que hacer con sus labores y sus vidas.
Se trataba de perecer o prosperar.
Tras horas de deliberaciones, identificaron los principales problemas que les afectaban y cómo debían abordarlos de forma prioritaria.
Uno de los principales obstáculos era la participación de intermediarios o comisionistas en la adquisición de semillas. Otro era la larga distancia a la ciudad, que dificultaba la adquisición de semillas y fertilizantes para sus cultivos.
En ese momento, discutieron sobre una estrategia para producir sus propias semillas y plantones, que ellos mismos pudieran producir y así cultivar con seguridad y obtener rendimientos rentables.
Los productores de la aldea identificaron a seis agricultores veteranos y experimentados a los que se encargó la producción de sus semillas y plantones autóctonos. Los elegidos recibieron formación sobre la conservación de las semillas, la elaboración de lechos de siembra, la preparación de abono orgánico y el control de plagas.
Además, se identificó un terreno de unas cuatro hectáreas y allí se prepararon semilleros de col, coliflor y chile (ají) y otros vegetales, además de unos 9000 plantones. Los agricultores decidieron que no se utilizarían fertilizantes químicos ni pesticidas en los plantones ni en los semilleros, y que todo se cultivaría de forma orgánica.
Los plantones se distribuyeron a bajo coste entre los agricultores del pueblo en función de sus necesidades.
Ahora, cuando ya ha pasado más de un año, el esfuerzo colectivo que han realizado estos agricultores, que de otro modo estarían en crisis, empieza a dar los resultados deseados.
«Ya no dependemos del mercado exterior para la adquisición de semillas. No utilizamos fertilizantes químicos ni importamos plantas degradadas del exterior. Nuestro pueblo se está volviendo autosuficiente en este sentido, y estamos muy orgullosos de ello», dice otro productor local, Shyam Bisui.
Los agricultores, que de otro modo tenían que invertir alrededor de un tercio de sus ingresos anuales en la compra de semillas inorgánicas y fertilizantes químicos, ahora ahorran la mayor parte de su dinero porque también utilizan abonos orgánicos.
Las semillas se preparan en el pueblo y en el proceso participan activamente las mujeres.
«Los rendimientos están creciendo poco a poco, y también nuestras esperanzas de vivir bien. Estamos seguros de que nuestros esfuerzos serios nos traerán la prosperidad, y nunca pereceremos», dijo el agricultor de Jhargram, en la subdivisión de Kandi, parte del municipio de Murshidabad.