La unidad de Apruebo Dignidad (AD) y del denominado Socialismo Democrático (SD), prometida en el cónclave del pasado domingo es positiva, pero insuficiente, para contrarrestar la ofensiva feroz de la extrema derecha, de los amarillos y del gran empresariado, a la que se ha plegado el extraño populismo del Partido de la Gente (PDG). Para cumplir con su programa de transformaciones, el gobierno necesita principalmente el apoyo de las organizaciones de trabajadores y movimientos sociales.
El cónclave logró que los dos bloques de gobierno depusieran personalismos y diferencias y se concentraran en el adversario que está al frente. Sin embargo, faltó lo principal: nada se dijo, ni quedó en agenda, sobre la necesidad de establecer canales fluidos con los trabajadores y los movimientos sociales, para fortalecer la propuesta de cambios que impulsa el gobierno. Y no hay que olvidar que fue precisamente el mundo popular el que, a partir del 18-O, fue el principal sostén de las propuestas para terminar con el régimen de injusticias, que culminó con el triunfo electoral del Presidente Boric.
No es posible llamarse a engaño: las propuestas transformadoras no serán aceptadas fácilmente en el Parlamento. La lucha contra el neoliberalismo es larga y dura. Para impedir el retroceso, y que se cumplan las promesas del Presidente Boric, resulta determinante una voz y presencia fuerte de la sociedad civil, de las organizaciones sociales. El gobierno tiene que presentar las leyes al Parlamento, pero tendrá mayor acogida si las sostiene en una activa movilización ciudadana, que se pronuncie sobre cada uno de los temas que preocupan al pueblo: trabajo decente, pensiones, salud, educación, vivienda, transporte, seguridad en los barrios y, por cierto, sobre cambios tributarios.
El apoyo electoral al Presidente fue categórico sobre cada uno de esos temas y ello debe ser ahora ratificado por las organizaciones sociales, para desmentir a los que creen que el Rechazo del plebiscito fue un Rechazo a los cambios. El movimiento social es, entonces, el muro de resistencia frente a un Parlamento, con mayoría opositora, que niega la sal y el agua a cada una de las iniciativas gubernamentales. En consecuencia, después del cónclave del gobierno con AD y SD, sería muy necesario un encuentro con el mundo social y que allí se ratifique el compromiso con los cambios.
En medio de una oposición que apuesta al fracaso de Boric, los primeros meses de gobierno muestran indudables aciertos: el histórico aumento del salario mínimo (el mayor en casi 30 años); la firma del Tratado de Escazú; el cierre de la fundición estatal de cobre de Ventanas, zona de sacrificio cuyos episodios de intoxicación masiva han remecido al país; una agenda de reparación a las víctimas de violaciones a los derechos humanos en la revuelta popular; y la reciente y significativa propuesta de seguridad social. En el ámbito internacional también hay que reconocer el posicionamiento del Presidente Boric como un líder de izquierda con voz propia, capaz de criticar abiertamente la decisión de Estados Unidos de excluir de la cita americana a Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero sin ocultar su distancia con estos gobiernos.
Sin embargo, el monopólico control de los medios de comunicación en manos del gran empresariado oculta estos éxitos gubernamentales y destaca, en cambio, de forma reiterada, los temas de controversia: la inflación, el orden público en las ciudades y la violencia en el Wallmapu. Son temas de real preocupación ciudadana, lo que ha dificultado al gobierno tener el control de la agenda, con efecto en la disminución del apoyo al Presidente.
Es preciso poner fin al retroceso y asentar una línea de defensa, desde la cual se reivindique la plena vigencia del programa, con mayor iniciativa comunicacional. No hay que olvidar la perspectiva estratégica, que apunta a terminar con el neoliberalismo. Ello significa, en primer lugar, iniciar el camino para cambiar el modelo productivo extractivista y diversificar la economía, condición ineludible para generar trabajo decente y estable y reducir la aplastante informalidad que recorre las calles de Chile.
Y, en el plano social, reiterar el compromiso de impulsar políticas sociales universales, en que la salud, educación, previsión, vivienda y el agua sean servicios de calidad que atiendan por igual a todas las familias chilenas. Ciertamente, estos cambios productivos y sociales, Boric está comprometido a iniciar su cumplimiento.
En el plano inmediato, el cónclave hizo bien en colocar en su agenda la seguridad, el costo de vida, los cambios en salud y la construcción de sistema nacional de cuidados. Pero ello requiere el apoyo ineludible de la sociedad civil para romper el cerco parlamentario de la derecha, amarillos y populistas. Por tanto, las autoridades de gobierno y los dirigentes políticos de AD y SD debieran iniciar un diálogo sistemático en todos los territorios del país, para explicar las propuestas y escuchar las preocupaciones ciudadanas. El gran desafío presente es la recuperación de la confianza del movimiento popular en el gobierno.
La unidad de los partidos de gobierno es importante, pero sólo en el diálogo con los movimientos sociales el gobierno podrá recuperar nuevamente la iniciativa. El programa de transformaciones debe cumplirse y sostenerse principalmente en las organizaciones sociales. Es preciso recuperar el nexo entre la agenda de gobierno y el sentir popular. La unidad de las dos coaliciones no basta.