El Movimiento Nacional Laicrimpo es un espacio de encuentro e intercambio de saberes que trabaja sobre la salud comunitaria y no sobre la enfermedad. En diálogo entre médicos, campesinos, indígenas y vecinos de barrios populares, recuperan los beneficios de las plantas en la prevención y tratamiento de distintas patologías. Otro modelo de salud es posible.
Por María Sol Wasylyk Fedyszak, desde Misiones
¿Cuánto tiempo se necesita para ir desde Buenos Aires hasta El Dorado (Misiones)? Una respuesta podría ser que se necesita una docena de horas para atravesar los 1300 kilómetros, pero otra opción podría ser: lleva el tiempo que cada persona necesita para buscar otras formas de entender y abordar la salud más allá de lo que provee la medicina actual. Se trata de la búsqueda por un camino más empático con la salud integral, que brinde espacio a la particularidad de cada persona y su contexto, donde se valore el conocimiento propio, se trabaje a partir de la salud y no la enfermedad. Marcela Bobato, integrante de la organización Laicrimpo desde hace 32 años, ayuda a acercarse a los saberes de la naturaleza, de las plantas y explica cómo la salud puede estar en manos de la comunidad y lejos las farmacéuticas.
Bobato, que también integra el Movimiento Mundial por la Salud de los Pueblos, explica que —para entender— hay que comenzar hablando de las plantas. “Tienen un principio activo que sirve para determinadas cosas, pero además son seres vivos. Por ejemplo la congorosa es sagrada, ayuda para la gastritis, para cuestiones estomacales, pero no es que les sirve a todas las personas con esos problemas, sino que dependerá del momento y de cómo es la persona. Pero para hacer uso de ellas hay que saber”, señala.
Para Bobato las plantas son mucho más seguras que los medicamentos y no tienen una sola función, “sino que son una farmacia en sí misma”. Recuerda que el 75 por ciento de las medicinas que usa el «sistema» está basado en las plantas. “Hay investigaciones que demuestran que es más efectivo tomar la planta entera que solo el principio activo, que es lo que se usa para las medicaciones”, afirma.
Malva, salvia, caléndula, árboles como la candorosa, el ñandupa y diente de león son algunas de las especies que en Misiones están al alcance de la mano.
Hace muchos años que Marcela Bobato trabaja por la salud de la niñez (desde la pediatría) pero fue nutriendo el conocimiento de la universidad con el trabajo comunitario. Estudió medicina en Rosario y se recibió de pediatra. “En la formación te decían que no usáramos plantas porque eran tóxicas. Después me vine a Posadas y comencé a trabajar en un barrio popular, venía a hacer pediatría y me encontré con que en el barrio la mayoría de las personas utilizaban las plantas para curarse. En Misiones era muy común y eso me llamó la atención”, recuerda. En la actualidad, para ella, las plantas son “medicina de excelencia”.
Movimiento Nacional de Salud Laicrimpo
En la década del ’90 participaba en una congregación religiosa enmarcada en la Teología de la Liberación. “Cada año nos reuníamos y un día coincidimos varias personas que trabajábamos en salud. Ahí decidimos hacer un primer encuentro solo para religiosas y religiosos que tuviera que ver con la salud. Surgió así el primer encuentro de Comunidades Religiosas Insertadas en Medios Pobres (Crimpo), para analizar qué era lo que estaba pasando en las comunidades en las que trabajábamos. Eran barrios pobres, de campesinos o periurbanos. Y lo que pasaba era que el sistema de salud no respondía a las necesidades de la gente”, afirma.
En ese primer diagnóstico había personas provenientes del noreste (Misiones, Chaco, Corrientes, entre otros lugares). La coincidencia general era que no había accesibilidad a los servicios de salud y, cuando existía, la mirada médica era omnipotente: “La atención no se centraba en las personas, era el médico quien tenía todo el saber, y hacía a las personas cada vez más dependientes del sistema”.
Al mismo tiempo, veían que en las comunidades la gente tenían muchas estrategias para curarse de algunas enfermedades y mantenerse sanos. “Decidimos no profundizar en el sistema de salud tradicional sino en esas prácticas o estrategias que ya tenía la comunidad”, recuerda. Ese fue un primer paso para pensar que la salud puede estar en manos de la comunidad.
Las estrategias que tenían en los barrios populares pasaban por los cuidados a través de la alimentación, el uso de plantas, el guardado de semillas, los masajes y la orinoterapia, entre otras. Al año siguiente de ese primer encuentro, donde solo participaban mujeres, decidieron convocar a las comunidades con las que trabajaban, también a laicos y fue tomando forma lo que es hoy Laicrimpo: laicos y comunidades religiosas insertados en barrios empobrecidos.
Plantas que curan
Para conocer qué plantas usaban las comunidades hicieron una investigación y rastrearon dónde habían aprendido. “Había experiencias interesantes en San Javier (Misiones), con unas monjas brasileras, y estaba el Instituto de Cultura Popular (Incupo), con quienes dimos los primeros pasos en esto. Muchas abuelas se acordaban pero no era tan preciso el recuerdo de las dosis a utilizar y los modos de preparación, entonces decidimos tomar esa sabiduría y enriquecerla con el saber científico”, cuenta Bobato.
Luego se vincularon con organizaciones de Buenos Aires y fueron a Brasil, que tenía todo un desarrollo en el trabajo con plantas para la salud. “Decimos ‘para la salud’ porque cuando se habla de medicina es medicación, es el ‘sistema’”, explica.
En Brasil conocieron un centro llamado Llantén, donde trabajaban mujeres sobre el eje político, sindical, alimentación y plantas. Tenían presencia en 52 comunidades donde había grupos de mujeres con huertas de plantas para la salud, elaboración de jabones y tinturas, entre otros usos que se puede hacer con plantas. “El tercer año vinieron ellas a Laicrimpo a enseñarnos. Ahí ya empecé a usar las plantas en mi práctica cotidiana, a pesar de ser médica pediátrica. Digo ‘a pesar’ porque hay que tener ciertos cuidados al trabajar con las plantas y niños, pero yo fui incorporando las plantas”, sostiene.
Marcela fue llevando esos conocimientos a los centros de salud. “Fuimos trabajando con un concepto más integral de salud, más integrador, donde las plantas son importantes pero como un elemento más dentro de ese concepto, que tiene que ver con entender la salud de las relaciones con uno mismo, con otras personas y con la naturaleza”, explica.
Laicrimpo: encontrarse para recuperar y redescubrir experiencias
Cuando Marcela Bobato hacía sus prácticas de médica, cuando iba a trabajar en los barrios, a la primera que conocía era a la curandera o curandero. Eso la marcó. Años después, cuando llevaba a los residentes de pediatría a los barrios, repetía esa rutina, «porque hay cosas que los médicos nunca vamos a entender, pero es mejor saber si hay un huesero o un curandero, porque entre todos podemos ayudar a una persona a sanar”.
“La gente de los barrios muchas veces va primero va al huesero, que está como escondido, es lo que el modelo tapó, silenció, saqueó, sancionó”, cuenta Gerardo Segovia, compañero de Marcela y que también integra Laicrimpo.
Muchos médicos participaron en los encuentros de la organización y llevaron esos aprendizajes a los centros de salud, donde modificaron la relación con la comunidad.
Tanto Marcela como Gerardo resaltan que la experiencia de Laicrimpo nace al visualizar las barreras en el acceso al sistema de salud, pero —por otro lado—, esta alternativa médica natural busca incorporarse al «sistema» dominante para, de esta forma, tratar de volverla gratuita para la mayor cantidad de personas posibles.
“Con el tiempo fuimos descubriendo otro marco teórico, que es pensar la salud desde la salud, no desde la enfermedad como lo piensa el sistema médico hegemónico, partiendo de que la salud tenía que estar en manos de la comunidad, del pueblo”, agrega Segovia.
Laicrimpo también está vinculado al Movimiento Mundial por la Salud de los Pueblos, que les permitió conocer muchos lugares de América Latina, sus realidades y diversos modos de abordar la salud.
No tienen dudas de que la salud se medicalizó al extremo y está mucho más deshumanizada que décadas atrás. “Hay personas que van al traumatólogo por un dolor de rodilla y el médico ni los toca, les ordena la resonancia, totalmente deshumanizada”, grafica. Y contraponen la opción del uso de plantas, la alimentación sana, los masajes y, sobre todo, “que haya posibilidad de elegir». Remarcan que, para la medicina hegemónica, cuando tenés anginas te indican tomar antibióticos. Nunca te informan que hay tratamientos más naturales, en base a plantas.
“Hay prácticas que hay que redescubrir frente a un modelo médico que durante 24 horas los 365 días indica otra cosa. Recuperamos intercambiando, entrando al espacio inmenso de la salud. De un movimiento en el que empezamos con tres o cuatro talleres, masajes, alimentación, plantas. Y llegamos a tener 50 talleres, desde biodanza o un conversatorio sobre economía social, hasta otro sobre qué hacer con los recursos locales que sirven para la salud, alimentación sana y hasta cosmética natural”, destaca Segovia.
Un movimiento que crece
Tres décadas atrás, en los primeros talleres, participaban unas 25 personas. En el último encuentro llegaron a ser mil personas reunidas durante tres días. Participan sociólogos, psicólogos, médicos, campesinos, comunidades indígenas. “Al comienzo estaban las doñas que iban a aprender de plantas. Luego se incorporaron médicos, residentes de medicina general. Y un quiebre importante es que esos universitarios pasaron a aprender de las doñas. Esa construcción de conocimiento también la hicimos, que todos entendamos que no por ser médico las sabemos todas. Había una señora en San Pedro (Misiones) que hacía masajes excelentes pero no sabía leer ni escribir; y es un cambio que una mujer que no sabe leer ni escribir pueda enseñarte a vos que sos universitario”, narra Marcela.
Siempre sostuvieron la idea de que los talleres no son brindados por “especialistas” sino que es gente que comparte su saber. De hecho, si un profesional-especialista concurre por primera vez a un encuentro de Laicrimpo no puede dar un taller, tiene que primero entender la dinámica y conocer otros saberes.
Laicrimpo va por su encuentro nacional número 32, que se realizará del 4 al 6 de noviembre en Chaco. Tiene una estructura organizativa local, otra provincial y otra a nivel país. Los encuentros anuales se realizan durante tres días, son apartidarios, “aunque profundamente político y autogestionario, autónomo”, subraya Segovia. Además, en Misiones, realizan dos encuentros provinciales durante el año.
“La industria farmacéutica arrasó con todo”
–Laicrimpo surge como respuesta a ese diagnóstico inicial que evidenciaba la situación de sectores vulnerables que eran expulsados del sistema sanitario. Tres décadas después, ¿cómo es la situación en la actualidad?
–Marcela Bobato. El sistema de salud se hizo cada vez más rígido. Además, se fragmentó muchísimo más, con todas las especialidades, las subespecialidades, dejando de ver la integralidad y se profundizó la mercantilización de la salud, desde los 90 hasta ahora, la industria farmacéutica arrasó con todo, fue tremendo lo que ocurrió. Por otro lado, también vemos un montón de personas y grupos que piensan otras opciones.
–Gerardo Segovia. Han cambiado los actores, era gente bien de base al principio y se fue ampliando. Hoy hay diversidad de actores, muchos jóvenes que andan buscando por todos lados, y personas de diversas extracciones sociales.
–¿Hay más opciones o experiencias de una medicina no hegemónica?
–M.B.: Vemos que se empezaron a abrir otros espacios dentro del sistema. Por ejemplo, en la Facultad de Medicina de Rosario hay un curso de posgrado de plantas. Eso empezó a surgir de un grupo de médicos que empezaron a trabajar en Laicrimpo, que primero habían participado de un curso de plantas y eso se transformó en un posgrado, que además no es solo para médicos, sino que es amplio. Es un avance lo de la Facultad de Rosario. Por otro lado, en distinto lugares, personas que habían participado de Laicrimpo fueron llevando las experiencias a otros espacios. Si bien somos críticos del sistema de salud creemos que es necesario que estas otras terapias complementarias estén en el sistema de salud, para que la gente pueda elegir y acceder. Hace poco tiempo se sancionó una ley en Misiones para que esas medicinas integrales y complementarias puedan estar dentro del sistema de salud, que tienen que ejercerla quienes tengan títulos.
–G.S.: Decimos que venimos a devolver lo que aprendimos de otros. En el movimiento nadie cobra dinero y nadie sabe qué título tiene el que da el taller. Es una ruptura grande con toda una monopolización del saber.
¿Más antibióticos o buscar otras opciones?
Marcela Bobato, después de la pediatría, estudió las propiedades de las plantas, medicina china y ahora se enfoca en la terapia neural. “Venimos del paradigma antropocéntrico para pasar a uno que nos contemple como parte de un todo con la naturaleza. Es decir, hay que preguntarse si seguimos recetando antibióticos, corticoides, antinflamatorios a las personas o empezamos a pensar qué otras herramientas hay. Yo me cuestioné acerca de qué herramientas tenía como médica. Bueno, me encontré con las plantas, la acupuntura, con toda la filosofía china, que es otro sistema médico, y me topé con la terapia neural”.
Esta terapia utiliza la procaína (un anestésico local) diluido, que disminuye irritaciones en el sistema nervioso que pudieron haber sido causadas por alguna situación traumática. Habitualmente la realizan médicos en forma privada y a un alto precio. Bobato está convencida de que estas terapias complementarias deben ser accesible para todos y, por eso, deben ser parte del sistema de salud pública.