Cuando Woodward y Bernstein investigaban qué había detrás del caso «Watergate», su informante «Garganta Profunda» les dijo: «Sigan el dinero». En el intento de magnicidio en Argentina, es imprescindible saber quienes financiaron no solo el funcionamiento del grupo liderado por Brenda Uliarte y Gabriel Nicolás Carrizo -hoy presos junto con Agustina Díaz y quien intentó ejecutar el plan, Fernando Sabag Montiel- .
por Ivy Cángaro
Alguna pista podría habernos dado el contenido del teléfono de Sabag Montiel que se «autodestruyó en cinco segundos» y que afortunadamente parece estar recuperándose en parte; y las otras líneas telefónicas que evidentemente usaba y no se sabe dónde están. Sería pertinente, también, que la justicia acepte peritar el chip telefónico que los periodistas de Perycia encontraron al revisar el departamento de Sabag Montiel y que fue ignorado no solo por el personal que de dos allanamientos previos a la casa (para una vez concluídos decirle al dueño que podía tirar todo a la basura) sino por el personal del Juzgado de la doctora Capuchetti, que ante la insistencia de que acepten el chip como prueba, respondieron: «No hace falta».
A esta altura, tener investigaciones separadas en diferentes juzgados para los ejecutores del plan por un lado; y para Revolución Federal por el otro, cuando es absolutamente evidente la conexión entre unos y otros es un despropósito: coinciden fechas, lugares, modos, terminología, logística y ahora, una ruta de dinero que si bien sabemos que llegó a Revolución Federal, no sabemos qué hicieron después con esa plata (aunque lo podamos intuír).
Veamos la cuestión del dinero que recibió Revolución Federal:
En septiembre, luego del atentado contra la vicepresidenta, surgió el dato, admitido por el propio Jonathan Morel, que había recibido un depósito por 1.780.000 pesos. El argumento fue que una decoradora, cuyo nombre no mentó, lo había contratado para hacer unas mesas de luz para un hotel en Neuquén, cuyo nombre tampoco dijo y que ese fue el pago por su labor, que nunca siquiera fotografió, en un alarde de desprecio por el marketing básico. Ignoraba Morel, supuestamente, que ese pago provenía del holding Caputo Hermanos, firma responsable de los siguientes emprendimientos inmobiliarios: Nicolás Caputo Sociedad Anónima de Edificación, Caputo Construcciones y Servicios, Madero Plaza, Desarrollos Caballito, Altos del Puerto, SES S.A, Il Tevere, Mirgor S.A, Sadesas, Edesur, Hidroeléctrica Piedra del Águila, Farmacity, Corporaciones Puerto Madero, Dique 3 S.A, El Mirador, Mirgor (Mantenimiento de Espacios Verdes), e Inversiones al Costo.
Con el emprendimiento Inversiones al Costo desarrollan barrios privados: Damasia al Sur, Las Victorias, Pueblos del Plata, San Lucas, Horizontes al Sur, Cruz del Sur, Santo Domingo y Santa Rita, Santa Clara al Sur, y Espacio Añelo.
Pero un grupo así, con construcciones mega millonarias que comprenden desde trabajo de suelo para armar barrios completos hasta su final de obra y comercialización, no tenía un carpintero. Y fue a buscarlo una solícita decoradora de la empresa, que aparentemente no es otra que la hermana de los dueños de todo el holding, Rosana Caputo, hasta Boulogne, donde encontró una carpintería que no tiene ni equipamiento, cuyo dueño, un muchachito recién salido de la adolescencia, aprendió carpintería por internet un año antes. Total normalidad. La carpintería que inauguró en septiembre de 2021 se llama «Dogo», queda en la calle Martín Rodríguez 141 de Boulogne, y allí funcionaba -antes de que cierre en pandemia y reabra como carpintería- un Centro de Jubilados que, casualmente, fue visitado por Mauricio Macri en 2016.
Rosana Caputo, en nombre de la empresa familiar, encargó trabajos a Morel. Dijimos que el novel carpintero reconoció un pago que él mismo dijo que «no es misssshonario», aunque lo es porque superó el millón con creces: 1.780.000 pesos. Ese pago fue en agosto de 2022 y contra todo pronóstico, no fue el primero ni el único, sino el último. Previo a ese pago, hubo otros desde diciembre de 2021, que habría que marcarlo como fecha de inicio posible de los negocios en común y cinco meses antes de que «Revolución Federal», hasta entonces una organización inexistente, tome estado público estruendosamente, con escraches, guillotinas, horcas y antorchas bajo el lema «Presos, muertos o exiliados» (kirchneristas y kichnerismo).
Esos pagos realizados entre diciembre de 2021 y agosto de 2022 comprenden un total de 8.780.000 pesos. Mucho dinero para unas mesas de luz de las que ni tomaron fotos, ni se sabe dónde están, ni para quiénes fueron hechas. Si una mira la página de Carpintería Dogo, lo único que aparece son fotos de dos bajomesadas, una mesa para asados, una mesa de arrime, una mesita lateral de sillón, dos barras desayunadoras como todo trabajo realizado en el año. Pero de mesitas de luz en cantidad, ni noticias. ¿El pago habrá sido para eso? En septiembre Luis «Toto» Caputo negó todo vínculo y pago a este carpintero, pero las transferencias no solo salieron de su fideicomiso, sino que una fue hecha por Rosana Caputo, su hermana.
Esas transferencias fueron por Mercado Pago, y se retiró la totalidad del dinero pocas horas después de haber sido girado, por lo que se pierde allí el rastro del efectivo. ¿Las hicieron a nombre de Jonathan Morel? No solamente. Y aquí la trama se abre, pues aparece más gente, lo que invalida el ya risible argumento de los «loquitos sueltos». Para locos y sueltos, muy juntos y organizados.
Jonathan Morel tuvo una novia entre 2015 y 2017 con la que aparentemente quedó en muy buena relación. Se criaron en el mismo barrio, se conocen desde siempre, tienen nexos familiares en común. La ex novia se llama Evelyn Nataly Balboa, y en las redes sociales aparece como «Lelu Tyrone» y tiene 22 años. Evelyn, o Lelu, es hija de Andrea Laura Macías, militante de Gustavo Posse (el intendente que acompañó a Mauricio Macri a visitar el centro de jubilados donde ahora funciona la carpintería de Morel) y Carlos Balboa, y tiene cinco hermanos: Andy, Eze, Diego, Melu y Lucas. Su hermano Diego está casado con Ailén Cintia Vallero, y tienen dos hijitos muy pequeños. Ailén Vallero es abogada, tiene alrededor de treinta años. Se recibió en 2018 pero aparentemente no ejerce la profesión, pues prefirió asociarse con Jonathan Morel en la carpintería Dogo, en septiembre de 2021. Ella misma promociona el emprendimiento en su perfil, con las mismas fotos de las barras desayunadoras y las mesas, todas hechas con tablas de ciprés cepilladas y lustradas, las mismas tablas de ciprés que se ven en las fotos que artísticamente le tomaron a Morel para Revista Anfibia, y se ven detrás de la guillotina y la antorcha encendida con la que prende un pucho. El dato curioso es que Ailén no hizo ninguna referencia en sus redes a su labor en la carpintería hasta el 30 de septiembre de 2022, un mes después del intento de magnicidio y supuestamente a un año de ser dueña del emprendimiento. Subió un montón de fotos, todas juntas y el mismo día, y pareciera estar «atajándose» por si saltaba el dato del dinero que cobró.
Los pagos millonarios, salvando el millón setecientos ochenta mil que se hizo a nombre de Jonathan Morel, fueron realizados a nombre de Evelyn Nataly Balboa y Ailén Cintia Vallero. Ex novia y socia de Morel respectivamente, y cuñadas entre sí. Las muchachas cobraron en total siete millones de pesos, sin que sepamos para qué. Evelyn funge como empleada en el Hospital Municipal de San Isidro, se anotó como monotributista categoría B en junio de 2022 bajo el rubro de «carpintería», y emitió su primera factura, por dos millones y medio de pesos. Un muy buen inicio para alguien que es empleada municipal y jamás tomó una garlopa. Ailén, la cuñada de Evelyn, abogada, cobró otro tanto con facturas emitidas con numeros 1 y 2, desde su cuenta de monotributista en servicios de carpintería, inscripta en mayo de 2022 (el mismo mes que surge Revolución Federal). Una abogada, una empleada municipal, deciden anotarse en afip como carpinteras e inmediatamente reciben pagos millonarios por trabajos que se desconocen.
Después dicen que el emprendedurismo es un camino arduo.
¿Este dinero para qué se usó? ¿Aparecerán mas cuentas, mas depósitos, más personas que pagan y cobran?
Por otra parte, la banda mal llamada de «Copitos» necesitaron dinero para sus labores de inteligencia previa, armas, alquiler de un departamento sobre avenida Callao. ¿A quién iban a alquilarle ese departamento? ¿Hubo una inmobiliaria de por medio? ¿Habrá sido la inmobiliaria Toribio Achaval que tiene, precisamente, oficinas en la esquina de Juncal y Uruguay, un punto convergente para todos los que hicieron inteligencia previa como desgranamos oportunamente? Ojalá lo sepamos.