Estamos todos expectantes con lo que va a ocurrir en Brasil. Este domingo hay elecciones presidenciales. Está por verse si será el final del ciclo de Jair Bolsonaro al frente de este país y el retorno de Luis Ignacio Lula da Silva a la presidencia. Como todavía el panorama es incierto, en Continentes y Contenidos, el programa radial de Pressenza, entrevistamos desde Río de Janeiro con Breno Bringel, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y miembro del Pacto Ecosocial del Sur.
P: ¿Está el pueblo brasileño pendiente de las elecciones? ¿Cómo están viviéndolas?
BB:hay una expectativa muy grande en estas elecciones. En los últimos años la política brasileña ha estado, primero, enfocada en el antipetismo, la lucha contra el Partido de los Trabajadores-PT, contra Lula y, en los últimos cuatro años con el anti-bolsonarismo. Hay una fuerte polarización. Y ahí está la disputa de las elecciones, hay una expectativa de que Lula pueda ganar ahora en la primera vuelta, en las elecciones del domingo. Para eso necesita más del 50% de los votos válidos. Según las últimas encuestas, está muy cerca de ello pero también hay mucha incertidumbre, no sólo por los cálculos de la abstención sino también del voto útil, que es difícil prever. Pero más allá de eso, hay una cierta incertidumbre porque no se sabe muy bien cómo va a reaccionar Bolsonaro, que está todo el rato tratando de deslegitimar el proceso electoral. Tenemos que estar alertas.
Hay un ambiente muy polarizado, pero una sensación rara, también, digamos de una calma, en las calles que está vinculada al miedo. Una calma en el sentido de que no hay una gran movilización electoral como hubo en las últimas dos elecciones en la elección de 2018. Por ejemplo, en las anteriores que ganó Bolsonaro, hubo una gran movilización en las calles, una movilización enorme, tanto por un lado como por otro. Por otra parte, en las elecciones anteriores hubo una gran parte de la sociedad y una gran parte de la de la derecha en bloque apoyando a Bolsonaro. Eso ya no lo hay, no tenemos ese escenario. Es claro que hoy la derecha está mucho más dividida y, por otro lado, desde las fuerzas progresistas no hemos tenido las grandes movilizaciones que tuvimos años atrás y esto se debe al miedo, miedo a represalias. Este es, a grandes rasgos, el clima que estamos viviendo ahora mismo en Brasil.
P: Hablabas de que la derecha estaba dividida. Me parece que el empresariado se ha mostrado muy abierto con los dos candidatos. Bolsonaro tiene empresarios amigos que han hecho negocios durante su gobierno y que imagino que querrán seguir haciéndolo, pero es verdad que Lula llega también con mucho apoyo de estos sectores, considerando que es un candidato progresista o popular.
BB: Sí, así es. Yo creo que lo que está en juego es, por un lado, la profundización de la barbarie y del desastre que fue el gobierno de Bolsonaro, y por otro no un gran cambio, sino una contención de esta barbarie.
Por eso la plataforma política que armó Lula no es una agenda de transformación social, es más bien una agenda de contención, para ponerle freno a Bolsonaro y la extrema derecha en Brasil. En este sentido, desde las izquierdas, no hay que tener grandes expectativas. Este es un gran frente amplio que se construyó alrededor de la candidatura de Lula con sectores muy diversos, desde sectores a su izquierda, con sectores de centro derecha y derecha más tradicional. Y obviamente esto, a la hora de constituir gobierno y agenda programática se va a notar mucho. La idea clave que ronda, ahora, alrededor de todos estos apoyos a la candidatura de Lula es la idea de reconstrucción: Brasil fue destruido por Bolsonaro, su gobierno fue de destrucción masiva, de muchas vidas perdidas. La pandemia fue un desastre, más de medio millón de muertes evitables. Todo esto, lo nota la población. Por otro lado tuvimos, un gobierno totalmente ecocida que destruyó biomas, destruyó la biodiversidad, abrió una política criminal hacia el medio ambiente, hacia los diferentes territorios. Además, destruyó las instituciones, las políticas sociales ambientales que había.
En este sentido, creo que es importante pensar que este proceso de reconstrucción es lo que une a buena parte de estas fuerzas que se dicen demócratas en Brasil, y yo creo que eso es importante, pero también creo que es clave pensar cuál es la reconstrucción que queremos, porque no se puede volver atrás el contexto geopolítico y geoeconómico. El país es otro. No podemos simplemente mirar los gobiernos previos de Lula, a un pasado que se vende como una edad de oro, pero que también tuvo muchos problemas. Pienso que esta reconstrucción no puede ser restauración, sino que la reconstrucción tiene que implicar un cambio realmente profundo.
Acá hay una tensión, que me parece interesante, si lo pensamos en términos de América Latina: si será una vez más un gobierno progresista que vuelve, aún en clave de lo que fue la generación de hace una década o más, y o si apuntamos hacia nuevos horizontes, mirando hacia el futuro y no hacia el pasado.
Y yo creo que esto solo se va a decidir realmente después de las elecciones, cuando se empiece a configurar la agenda y la composición del Gobierno, pero como decía, por más que haya presiones en esa dirección, tampoco hay tantas expectativas en el Gobierno de Lula.
P: hablaste de geopolítica y es verdad que Brasil está en un momento muy particular en esta guerra global entre Estados Unidos y China, al formar parte de los Brics y tener relaciones con Wall Street, con el sistema financiero internacional y con Washington. Lula no va a romper con eso, pero ¿te imaginas alguna cercanía en particular para ese futuro?
BB: sí. Yo creo que hay una buena señal más allá de todos los problemas y contradicciones que pueda tener un futuro gobierno, Lula puede ser la recuperación de un de un horizonte de integración regional latinoamericano.
Parece que los últimos años este proceso se descompuso con la presencia de la extrema derecha en buena parte de la de la región, Pero creo que hay signos interesantes y la integración latinoamericana es una apuesta estratégica de Lula y de sus asesores: repensar una forma de inserción un poco más autónoma de la región en el mundo. En este ámbito sí podemos esperar algo interesante.
Me parece muy bueno, pues no van a ser para nada revolucionarios ni mucho menos, pero sí políticas proactivas en un sentido de repensar la integración y fortalecerla con nuevas posibilidades con Chile, Colombia y también con los viejos aliados. Creo que en ese sentido Lula también, ya se ha desmarcado, por ejemplo, de Nicaragua, ya se ha desmarcado de todos estos escollos que íbamos llevando en la en las izquierdas, y no ayudan.
Entonces creo que se está abriendo una perspectiva en ese sentido, interesante, importante porque ese es el espacio en el que podemos pensar temas fundamentales hoy para nuestra región, como por ejemplo los horizontes de transición energéticas que sean y no una respuesta funcional a las presiones internacionales.
Por otro lado, una agenda muy parecida a lo que tuvimos en lo social, de políticas sociales focalizadas con un horizonte de mejoría de cosas muy básicas, en el cual la gente pueda comer, y no pase hambre en Brasil. Hoy el hambre es brutal, es un gran problema. Hay más de 30 millones de personas que están en la miseria absoluta, en la extrema pobreza en Brasil. Y, entonces esta agenda va a ser central, la agenda clásica y previa del gobierno va a ser central.
P: Estamos todos ya dando por sentado que a Lula gana las elecciones este domingo. Pero, ¿Qué pasaría si no gana en primera vuelta, llegan a un balotaje y Bolsonaro recibe alianzas que lo fortalecen?¿qué podría significar un segundo gobierno de Bolsonaro?
Tenemos una apuesta muy clara por ganar en primera vuelta. Pero esa apuesta es también por un cierto miedo por lo que pueda pasar en la segunda. Una segunda vuelta sería mucho más tensa, mucho más polarizada. Me parece que es difícil que Bolsonaro tenga los apoyos para ganar las elecciones en segunda vuelta, también porque antes dije que la política brasileña está girando en los últimos años entre el antipetismo y el anti bolsonarismo.
Sin embargo, la diferencia es que, si hace cuatro años el antipetismo era mucho más fuerte que el anti bolsonarismo, hoy el anti bolsonarismo es mucho más fuerte que el antipetismo. Entonces, el rechazo a Bolsonaro hoy es muy fuerte, más de la mitad de la población, casi el 60%, tiene un rechazo frontal a Bolsonaro. El escenario que muchos hablaron de un posible golpe o del uso de la fuerza, tampoco lo veo porque ya también el propio Ejército está dividido, o sea, la propia base de gobierno está desestructurada. En ese sentido, veo un segundo gobierno de Bolsonaro como una posibilidad realmente remota. Si eso ocurriera, sería un desastre absoluto para Brasil y para la región, porque profundizaría este escenario no de destrucción de los ecosistemas sino de destrucción de la vida, de las condiciones de vida que sólo han empeorado.