Hambre de alma
Cuando nacemos somos seres totalmente dependientes. Sin los cuidados y las atenciones de otro ser humano, moriríamos. Alguien debe hacerse cargo de ese cuerpo que acaba de nacer.
Nos educan para manejar y gestionar las cosas del mundo tangible, pero el cuerpo que nace no es solo cuerpo, consigo viene una psique en estado embrionario. A menudo alimentamos el cuerpo físico de ese ser a nuestro cargo, y desatendemos el otro requisito esencial para la vida que es el alimento psíquico, el alimento del alma. Tal desatención no es intencional, sino mecánica. Se produce por ignorancia o incapacidad, se produce por falta de conocimiento, por falta de experiencia.
El ser humano que crece sin las necesidades esenciales cubiertas, crece en el desamparo. Externamente es un ser completo, ha recibido todos los alimentos y cuidados necesarios, pero su psique no se ha desarrollado a la par que su cuerpo. Una psique no desarrollada crece con un registro de debilidad, de inadecuación, de separación, de aislamiento, de incomunicación. Allí fuera esta lo que tanto anhelo. Aquí tan solo hay hambre, mucha hambre, hambre de alma. El ser humano se registra de este modo en inferioridad. El otro tiene el poder, tiene aquello que anhelo, aquello que tanto necesito.
Y es desde ese registro de desamor que yo establezco todo vinculo y toda relación con el mundo. Como sentirme un igual con el otro?. Como sentir que el otro no está por encima, no está por debajo? Como registrarme en igualdad con el mundo, cuando mi necesidad esencial no satisfecha depende de algo que está fuera de mi. El otro se hace poderoso, se hace grande a mis ojos. El emplazamiento es desigual. No hay amor desde el que construir desde ahí.
Hay en el hambre de alma un sabor a violencia, pues no registro vinculación con el otro, no registro igualdad, registro separación, dolor, registro desamor.
Es entonces que se ponen en marcha todos los mecanismos necesarios para cubrir las necesidades. No se contempla la posibilidad de pedir abiertamente aquello que se desea. Se descarta toda posibilidad de verdadera comunicación. Estamos hablando del registro de profunda incomunicación que se instala. Es desde ahí, desde ese registro de separación con el mundo, que se van desarrollando dentro de mi todos los mecanismos que harán posible la satisfacción de mis necesidades, porque sin duda, ellas siguen ahí, latiendo, intactas.
Aprendo entonces a manipular al otro, a llevarlo a mi terreno, para conseguir aquello que necesito. Ha sido descartada toda posibilidad de comunicación libre y abierta, toda posibilidad de mirarte a los ojos, de registrarte como un igual a mi, de constituirme en acto libre hacia ti, de manifestarte aquello que tanto necesito. No, eso no es posible. La necesidad hace rato que fue negada, relegada a la Sombra. Aquí solo quedó su latido.
Este latido me acompaña de forma permanente, como lo haría cualquier sombra. Se va configurando un modo determinado de estar en el mundo, un especial emplazamiento. Ese latido tiene sabor a violencia, el que acompaña mi cotidiano vivir y el modo de relacionarme con los demás.
Cuando la manipulación ocupa el lugar de una verdadera comunicación, el registro de violencia no se hace esperar.
Las condiciones de origen de todo aquello que nace genera siempre una forma, una estructura. Así el ser humano, nace con unas condiciones dadas que de forma mecánica, reproduce y reproduce hasta el hartazgo. Pero el ser humano puede romper con su propia mecanicidad, tiene la genuina capacidad de ir hacia su interior, de hacerse las preguntas adecuadas, de mirar al mundo y de relacionarse de un modo nuevo con él. Se convierte así en un héroe. Este es el héroe de este tiempo que nos ha tocado vivir. Porque es tiempo de descubrir que el otro no tiene ningún poder sobre mi, que el otro no esta por encima ni está por debajo de mi, tan solo hace a las condiciones de origen de cada uno de nosotros. Porque el otro está tan hambriento de alma como yo. Es tiempo de descubrir que yo no soy solo condición, mecanicidad, también soy Libertad. La que me permite observar el mundo del cual formo parte, observarlo y alimentarlo, hacerlo crecer.
Es posible nutrir nuestras almas hambrientas, embrionarias.
Es posible ir a la Fuente y beber y beber.
Antonia Utrera