La paradoja de la inequidad consiste en que personas en posición de privilegio y/o de poder toleran y están cómodos con situaciones de inequidad y no apoyan acciones tendientes a generar mayores grados de equidad e igualdad. En Chile lo podemos ver en las salas de clase y por estos días, también, en la discusión Constitucional.
Una paradoja es algo que parece contrario a la lógica.
A pesar de que es contrario a la lógica y que es “políticamente incorrecto”, la paradoja de la inequidad existe y es real. Hay suficientes estudios y evidencia en el mundo que comprueban de manera empírica su validez. La más reciente en la publicación de la revista Science (6 de mayo de 2022) titulada: “Si tú subes, yo me caigo: la igualdad es evitada por una errada percepción que daña a grupos privilegiados”.
Comencemos por el aula de una escuela. En Fundación Semilla hemos observado que la paradoja de la inequidad se va haciendo más visible a medida que se avanza en edad. Estudiantes con mayor popularidad y/o rendimiento académico van perdiendo la capacidad de apoyar a quienes están en desventaja. Su auto percepción se ve reforzada mientras mayor sea la diferencia entre estudiantes.
En educación aún persiste la discusión pública a raíz de la ley de inclusión escolar. Muchas familias no quieren que sus hijas e hijos vayan al mismo establecimiento educacional con estudiantes más desaventajados educacional, emocional y socioeconómicamente. De ahí el desprestigio de “la tómbola” para asignar matrícula que contempla la ley de inclusión escolar.
En la discusión Constitucional con miras al plebiscito, me llama la atención, en primer lugar, cómo el reconocimiento a los pueblos y naciones originarias del texto propuesto se han convertido en eje de la campaña del rechazo tratándose de personas que han sido invisibilizadas y abusadas por siglos. Y en segundo lugar, cómo se cuestiona el fortalecimiento de la educación pública y el derecho a recibir educación sexual y reproductiva como si fueran una amenaza al rol de las familias en la educación.
Ambas situaciones se pueden explicar por la paradoja de la inequidad. A pesar de declaraciones y valores bien intencionados, quienes se encuentran en posición de privilegio y/o de poder, “creen que estas políticas que aumentan la igualdad, necesariamente los dañará y afectará su estatus”, como lo señala Kate Pickett.
Tratándose de estatus, la paradoja explica que lo que se valora no es cuánto se tiene en términos absolutos, sino que de manera relativa.
Mirando Chile desde la perspectiva de la paradoja de la inequidad, podemos concluir que somos una sociedad caritativa porque donamos en casos de desastres naturales y una vez al año a niñas, niños y jóvenes de la Teletón, pero no somos solidarios, porque nos oponemos a mayores grados de equidad e igualdad.