Según el último catastro de personas en situación de calle, en la Región Metropolitana existen alrededor de 960 personas con cuadros siquiátricos muy complejos. A esta problemática se le suma la falta de políticas de sociales encaminadas al tratamiento de esta población en la capital del país. Debido a esta situación es muy probable que el número de personas que padecen estos trastornos mentales aumente de manera considerable durante los próximos años sino se toman medidas al respecto.
A Carlos le gusta sonreír como un niño cuando pronuncian su nombre y se enoja cuando no le dan de comer. Juan no recuerda cual es su verdadero nombre ni de dónde viene. Simplemente se la pasa mirando el techo con la mirada perdida. Carlos y Juan no son niños, ellos forman parte de las estadísticas que reflejan el número de personas en situación de calle que padecen de algún trastorno mental o físico y en el cual no hay un tratamiento garantizado para abordar esta situación desde una mirada institucional. Por lo tanto, se corre el riesgo de no entender que este es un problema de salubridad pública que requiere la atención de gran parte de la sociedad y de la voluntad política como ejes centrales para la búsqueda de una salida más humana y responsable.
El fenómeno de los habitantes de calle, no es exclusivamente de Chile. Es una problemática a nivel mundial en la cual el ser humano es relegado a un segundo plano a pesar de las enfermedades y padecimientos que estas personas puedan llegar a tener. Hay que reconocer que ha habido esfuerzos para atender a esta población vulnerable, pero la baja inversión en materia social y de atención a las personas afecta de manera considerable un mejor bienestar y futuro para tratar de paliar esta situación.
Justamente, Chile es uno de los países en América Latina que menos invierte en materia de salud mental ubicándose por debajo de países como Brasil y Uruguay que destinan gran parte de su presupuesto para prevenir y tratar este tipo de enfermedades. Situación que contrasta con el plan de Gobierno de Bachelet al fomentar un país más inclusivo garantizando la igualdad de derechos para todos y todas.
Aunque el Ministerio de Salud ha desarrollado una serie de programas enfocados al cuidado de la salud mental, no existe una dependencia que se encargue de tratar de manera especial a las PSC que padecen este tipo de enfermedades. Esto es relevante, ya que esta población debido a sus estados de demencia y esquizofrenia pueden ser un factor de peligro para las personas que se encuentran a su alrededor, generando con ello miedo y rechazo por parte de la comunidad. Lo que hay que hacer es humanizar esta problemática, ya que ellos son seres humanos como nosotros y por esa razón no hay desconocer que también son sujetos de derechos.
José tiene 40 años de edad es habitante de la calle desde hace seis años y recuerda que lleva tres padeciendo de trastornos de ansiedad y pánico. Según relatan las personas que lo conocen en la fundación Gente de la Calle ubicada en Santiago de Chile, usualmente la edad de estas personas oscila entre los 25 a 59 años, siendo esta una población vulnerable y compleja de tratar ya que demandaría muchos recursos de la nación.
“Es muy complicado generar tratamientos de este orden cuando los recursos no son suficientes y la falta de interés de varios sectores no es la mejor”, argumenta José Riquelme, director ejecutivo de la fundación Gente de la Calle. Esta realidad se hace evidente en gran parte de los hogares de paso como albergues y casas de acogida que no tienen las instalaciones ni el personal adecuado para asumir una responsabilidad de tal magnitud. Varios de estos centros (que sirven para proteger y generar espacios de socialización) funcionan básicamente como servicios de alojamiento para cubrir las necesidades más apremiantes de esta población. La esquizofrenia y la epilepsia son algunas de las enfermedades que padecen las PSC sumadas a otras como la depresión y el consumo de drogas.
Por lo pronto, (y en respuesta a la necesidad de crear instituciones que velen por la salud y bienestar de las PSC) existen desde hace varios años fundaciones y casas de acogida que se encargan de atender y promover procesos de reinserción social para esta población. No se puede tapar el sol con un dedo, ya que esta realidad tan apabullante merece la solidaridad de todo un país y de cada uno de nosotros.