Por Ximena Soza
Un altar se alumbra en Estación Central en el anochecer de cada 29 de marzo desde hace 37 años. Cerca de la esquina de 5 de Abril con Las Rejas se celebra la vida de Rafael y de Pablo Vergara Toledo y se llora también su muerte que aún no ha encontrado justicia. Se cantan canciones que avivan la nostalgia, se dicen discursos y se promete no olvidar, ni perdonar, promesa que los jóvenes de la emblemática población Villa Francia han sabido cumplir con una memoria activa y una lucha férrea contra las fuerzas represivas que se robaron la vida de estos dos hermanos durante la dictadura de Augusto Pinochet, las mismas que hoy, sin recibir juicio y castigo, aun torturan, mutilan, disparan e incluso matan a la juventud que combate la inequidad social y que reivindica su derecho a manifestarse.
La Villa Francia conoce de asesinados por la policía y también de respuestas a ellos, sus calles, en murales, panfletos y voces gritan “ni un minuto de silencio, una vida de lucha”, pero este sector de Santiago no es el único que se levanta de noche para ocupar la ciudad paralizada durante la conmemoración del Día del Joven Combatiente. En Pudahuel, Lo Hermida, La Victoria y muchos barrios más, se hacen rituales de memoria y ocasionalmente un bus abandonado escribe a señales de humo que nada ni nadie está olvidado, aunque algunos nombres se llamen más que otros en esa fecha. Paulina Aguirre, por ejemplo, es un nombre que como el de muchas mujeres de la resistencia no llena tantas bocas, pero que habiendo sido asesinada el mismo día, nos recuerda que la lucha histórica del pueblo chileno está llena de valentía femenina. El asesinato de Paulina, burdo y cobarde dió entre tres y cinco años a los policias autores, de 8 balazos, segun El Ciudadano.
El denominado “Caso Degollados”, sucedido también alrededor de ese fatídico 29 de marzo de 1985, da cuenta de la brutalidad con la que operaron las fuerzas represivas chilenas en dictadura, abandonando en Quilicura los cuerpos torturados y degollados del pintor Santiago Nattino, del profesor Manuel Guerrero y del sociólogo José Manuel Parada, después de haberlos detenido a plena luz del dia (Cooperativa. cl). Los autores de los sanguinarios hechos fueron condenados tardíamente y en algunos casos revocadas sus sentencias, recibiendo beneficios carcelarios como salida dominical e incluso “salida prolongada libre”, o libertad condicional (Ciper, Chile). De hecho, nueve de los catorce implicados se encuentran en libertad y los que tienen las sumas de otras sentencias por la acumulación de otros crímenes se encuentran cumpliendo sus condenas en la cárcel de Punta Peuco, recinto identificado como un presidio cinco estrellas construido para los violadores de derechos humanos.
Desgraciadamente al seguir sucediendo horrores en manos de la policía en Chile, los responsables, siendo policías aún gozan de privilegios en relación a sus procesos, sentencias y a cómo y dónde las cumplen . En algunos de los casos de brutalidad policial más conocidos en los últimos años los policías gozan de prisión domiciliaria, como es el caso de Carlos Alarcon, carabinero condenado por el asesinato por la espalda del joven Mapuche Camilo Catrillanca. De la misma manera el exteniente coronel de Carabineros Claudio Crespo Guzmán, quien fuera imputado por disparar hacia el joven Gustavo Gatica, dejándolo ciego durante el estallido social del 2019, solo debe realizar una firma quincenal, según La Tercera. A estos se suma el caso de la senadora Fabiola Campillai, quien también perdió la visión y los sentidos del gusto y olfato tras recibir un disparo en el rostro por parte de las fuerzas especiales en su camino al trabajo. En su caso sólo se condenó a Patricio Maturana, autor del disparo y no a quien comandaba la operación, ni a su equipo.
Recientemente, la asumida ministra del interior Iskia Siches, dijo que la institución Carabineros de Chile cuenta con todo el apoyo del gobierno. La ministra además,se fotografió con un carabinero que baleó a un joven de 19 años el reciente 25 de marzo. Si bien el gobierno de Boric en su campaña presidencial aseguró que realizaría una amplia reforma en Carabineros de Chile, ratificó a Ricardo Yáñez como director de la institución. Yáñez, mantiene su cargo desde el gobierno de Sebastian Piñera, habiéndose vinculado ampliamente en las violaciones de los derechos humanos. Si bien el 5 de abril del 2022, se firmó un acuerdo al respeto de los derechos fundamentales (El Dinamo), en las últimas jornadas de protestas se registró entre otras vulneraciones el baleo antes mencionado, el atropello de una manifestante por un auto policial y la fuerte caída con golpe en la cabeza de otro (propiciada por un policía), quien a pesar de su pérdida de conciencia fue arrestado brutalmente sin recibir atención médica en el lugar.
Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos, INDH, a dos años del estallido social el estado no se ha hecho cargo de trabajar en procesos de verdad, justicia y reparación. A partir de este, los derechos humanos han sido severamente vulnerados por la policía. Según las cifras del INDH, más de 450 personas sufrieron daño ocular de los cuales algunas fueron mutilaciones. Según las brigadas de salud que trabajan en la zona cero de las protestas de Santiago, la cifra de los daños oculares es mayor y los niveles de represión utilizando químicos, gas lacrimógeno y gas pimienta es frecuente durante las jornadas de protesta. Los procedimientos judiciales inadecuados, las penas bajas o inexistentes, la nula responsabilidad que se le asigna a los altos mandos de las fuerzas policiales y el apoyo otorgado por el gobierno hacen que en Chile no exista garantía de no repetición, por lo cual, los jóvenes combatientes de hoy, son víctimas de represión constante y pueden en cualquier momento sufrir la misma suerte que los de ayer.
Simbólicamente un pequeño fuego cerca del altar para los hermanos Vergara Toledo el día 29 de marzo se convierte en las antorchas que irán abriendo el camino de la caminata hacia la trinchera del usual encuentro con la policía y encendiendo la llama de pequeñas y grandes barricadas que saben abrigar la noche del otoño santiaguino e iluminar los ojos que se vislumbran entre los pliegues de las capuchas y los de los vecinos que aparecen con la memoria fresca de muchas jornadas similares. Tal como ayer, estos jovenes están dispuestos a entregar la vida, porque no importa cuántas reformas hayan logrado en los 80’s, cuanto hayan influido en cambios drásticos a la educación, cómo hayan forzado al gobierno y a la clase política a abrir los caminos para una nueva Constitución, los jóvenes combatientes de hoy siguen siendo torturados, mutilados, baleados, golpeados e incluso asesinados ante la mirada cómplice de los gobiernos que cambian de nombre y apellido, pero no de tácticas militares para impedir que ejerzan su legítimo derecho a la manifestación social.