La ortodoxia de Berlín y de Bruselas tiene motivos para estar inquieta.
¿Es aún capaz de hacer algo para contrarrestar el empuje de la multiforme protesta que se le ha echado encima?
Por Carlos Elordi para eldiario.es
Una vez más, Grecia amenaza con romper los equilibrios que sostienen al euro y la precaria estabilidad política de la UE. Atrapado entre dos fuegos –las presiones de la troika para que intensifique aún más la austeridad y los recortes, de un lado, y la protesta ciudadana, de otro- el gobierno derechista ha optado por jugársela a una carta. Adelantando a enero su elección, Andoni Samaras pretende evitar que la presidencia de la república caiga en manos de la oposición. No está dicho que lo logre. Si fracasa, lo que tendría que adelantar son las elecciones generales. Y éstas, según todos los indicios, serán ganadas por Siriza, es decir, por una izquierda que quiere renegociar la deuda externa del país y dejar de pagar una buena parte de la misma.
Los mercados han reaccionado histéricamente ante esa precipitación de los acontecimientos. Y la histeria sigue, indicando la escasa confianza que los centros financieros del continente tienen en el statu quo sin grandes sobresaltos que esos mercados viven desde hace más de un año.
Además, aun siendo Grecia la que amenaza con romper la baraja, es de Italia y de Francia de donde proceden las mayores inquietudes para los patrones de la política de austeridad que, sin resolver a fondo los problemas financieros, ha llevado a buena parte de la Europa del euro al borde de la recesión.
Italia sigue estancada económicamente y las reformas del gobierno centroizquierdista de Matteo Renzi no producen resultados positivos. Por el contrario, están alimentando una protesta social que se manifiesta en dos direcciones: por un lado, la movilización de los dos sindicatos que, en teoría, deberían estar de parte de Renzi y que acaban de hacer una importante huelga general. Por el otro, en la mejora en los sondeos del movimiento antisistema de Beppe Grillo y también de la recuperación de la xenófoba y derechista Liga Norte.
En Francia, mientras el gobierno socialista aprueba nuevas reformas para satisfacer a Angela Merkel, crece la oposición popular a esas reformas y el ultraderechista Front National de Marine Le Pen consolida su posición de primer partido en las encuestas.
Como remate, una seguidísima huelga general, igualmente contra la política de austeridad, acaba de paralizar Bélgica. En definitiva, que la ortodoxia de Berlín y de Bruselas tiene motivos para estar inquieta. ¿Es aún capaz de hacer algo para contrarrestar el empuje de la multiforme protesta que se le ha echado encima?