El 2 de octubre de 2009 comenzará, en Wellington, Nueva Zelanda, la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia. La fecha elegida para su inicio dista de ser casual: constituye el natalicio de Mahatma Ghandi y fue declarado por la ONU como el “Día Internacional de la No-Violencia”. El recorrido finalizará al pié de la Cordillera de Los Andes, en Argentina, el 2 de enero de 2010.
Durante 90 días, la Marcha Mundial recorrerá 6 continentes, 83 países y cientos de ciudades en las cuales se realizarán festivales, encuentros, foros, conferencias y eventos artísticos, deportivos y culturales cuyo objetivo es promover el diálogo y la coexistencia pacífica entre los pueblos. Su objetivo es dar voz a aquellos que se oponen a toda forma de violencia económica, racial, bélica, religiosa o sexual.
La Marcha no podría llegar un momento histórico más oportuno. El planeta ha recorrer se encuentra inmerso en un nuevo género de barbarie, que enfrenta sistemáticamente la ostentación con la necesidad, el etnocentrismo con la discriminación, el poderío militar con poblados desarmados, el dogmatismo con la reflexión, la técnica con el amor. De forma cotidiana, un hombre anhela la libertad mientras otro justifica su calvario.
Habitamos un planeta en que la brecha entre ricos y pobres continúa acrecentándose. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el número de pobres en los países en vías de desarrollo había alcanzado, en septiembre de 2008, los 1400 millones de personas. Una reciente investigación del Banco Mundial indicó que 50 millones de personas más caerán en la pobreza durante 2009 (casi 100 personas por minuto).
El informe de los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” de la ONU asegura que la mayor parte del aumento se registrará en el África Subsahariana y en el Asia Meridional, donde ya vive la mayor cantidad de personas en condiciones de pobreza extrema. El padecimiento alimenticio en estas regiones impulsará hacia 1000 millones el número de personas con hambre crónica a nivel mundial.
Asmismo, de acuerdo a la organización no-gubernamental Freedom for Hunger, a pesar de que la producción mundial de alimentos ha superado la tasa de crecimiento poblacional, los excedentes no se distribuyen equitativamente. Algunos países de bajos ingresos tienen dificultades para producir una cantidad suficiente de alimentos (o siquiera importarlos), a la vez que se dan patrones desmedidos de consumo en los naciones ricas.
Por otra parte, y a pesar de la creencia popular, el flagelo de la violencia militar se ha convertido en un cotidiano fenómeno intra-estatal. Según el último informe del Instituto Heidelberg para el Estudio de los Conflictos Internacionales (HIIK) los conflictos internos fueron los escenarios principales para los episodios más graves de agresión bélica: tal el caso de Sudán en la provincia de Darfur o el accionar de Turquía en las áreas kurdas.
En Afganistán e Irak, no obstante, continúa la presencia de fuerzas militares extranjeras, a la vez que las poblaciones civiles sufren el fuego cruzado con elementos insurgentes como los talibanes y el Grupo al-Sadr. En los territorios palestinos ocupados, la presencia de colonias israelíes en Cisjordania y el accionar bélico desenfrenado en Gaza continúan asfixiando a las voces que claman por una solución pacífica a dicho conflicto.
Pero las víctimas civiles no caen sólo en el campo de batalla. La guerra interrumpe la producción agrícola y el transporte de los productos, lleva a los gobiernos a concentrar el gasto público en armamento –importado de los países centrales- e implica el abandono de los programas sociales para apoyar y alimentar a los más vulnerables (y por ende, los más afectados por los conflictos).
Los que huyen del hambre y la guerra son, asimismo, las principales poblaciones discriminadas del planeta. La respuesta a la tragedia de los refugiados no ha sido un mundo más comprensivo, sino un incremento de las legislaciones anti-inmigratorias. A modo de ejemplo, hace un año la Unión Europea unificó los procedimientos para expulsar inmigrantes “sin papeles” y/o encerrarlos hasta por 18 meses.
El comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, el sueco Thomas Hamnarberg, había considerado que tales “directivas de retorno” vulneraban los derechos humanos y criminalizaban a los inmigrantes. Las asociaciones de inmigrantes denunciaron esta nueva legislación “racista y xenófoba” y aseguraron que los utilizaron como mano de obra barata hasta la llegada de la crisis financiera global.
Por su parte, inmigrantes provenientes de Afganistán, Irak y países africanos conviven en campamentos en las afueras de las ciudades europeas, a la vez que se les rechazan las solicitudes de asilo. Un trágico ejemplo es el del gobierno francés, que ofrece ayuda financiera a quién se vaya, pero se niega a deportar extranjeros a las llamadas “zonas seguras” en Afganistán, como informó la agencia alemana de noticias (DPA).
En múltiples países, facciones fundamentalistas se arrogan la representación terrenal de las leyes bíblicas para lapidar y mutilar. Día tras día, miles de mujeres son golpeadas o impedidas de trabajar o estudiar. El amor homosexual es perseguido por ley en 77 países, y en cinco de ellos (Mauritania, Arabia Saudí, Sudán, Irán y Yemen) supone la muerte, como denuncia la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA).
La lista es realmente inagotable y podría certificar una mirada pesimista del futuro. Sin embargo, miles de organizaciones e individuos de todas las nacionalidades, religiones y sexualidades exigen a sus gobiernos una existencia digna, respetuosa del Otro y cuyo acuerdo básico sea el respeto por la libertad humana, la práctica de la no discriminación y la no violencia en todos los ámbitos de la vida en sociedad.
De estos movimientos se ha nutrido la Marcha Mundial, y junto a ellos recorrerá este planeta y esta humanidad, desgarrada por el pedido de los individuos hambrientos y los seres perseguidos. Pues como dice Silo, “este es el intento que vale la pena vivir, porque es la continuación de las mejores aspiraciones de la gente buena que nos ha precedido. (…) Es el antecedente de las futuras generaciones que transformarán al mundo”.