Por Flavia Estevan (Brasil) y Karla Mijangos Fuentes (México)
La mutilación genital es una práctica que todavía se lleva a cabo en aproximadamente 30 países del mundo. La mayoría de estos países están en África y Oriente Medio, pero la costumbre también se encuentra en algunos países de Asia y América Latina. Hay una lista creciente de países que prohíben la mutilación genital, por considerarla un delito; en algunos lugares se considera feminicidio.
Este ritual, ampliamente condenado por la comunidad internacional, consiste en la extirpación de partes de la vulva (clítoris y/o labios internos y/o labios externos) y, en los casos más radicales, se cose la salida del canal vaginal y la vulva, dejando un pequeño paso para la salida de la orina y la sangre menstrual.
A pesar de los esfuerzos de diversas organizaciones internacionales sanitarias, feministas y de defensa de los derechos de las mujeres, se calcula que 200 millones de mujeres y niñas viven con sus genitales mutilados y, en algunos países, más del 90% de la población femenina está mutilada.
Además de la gravedad del procedimiento en sí, a menudo se realiza en condiciones insalubres, lo que aumenta el riesgo de infección y muerte. Actualmente, 37.000 niñas y mujeres mueren a cada año a causa de la mutilación genital.
Como resultado de las campañas y llamamientos internacionales de los últimos 20 años, se ha producido una pequeña reducción en los países en los que todavía se lleva a cabo esta práctica. En la década de 2000, una de cada dos niñas fue mutilada y en 2017, esta cifra se redujo a una de cada tres niñas de 15 a 19 años, según un informe de la ONU Mujeres. A pesar de este descenso, es importante ser consciente de que esta práctica no debería ocurrirle a ninguna niña o mujer, en ningún lugar del mundo.
Además de la presión internacional, es importante ampliar la mirada sobre el tema, profundizando en las raíces de esta costumbre, para evitar la falta de diálogo propia de las posturas colonizadoras. Es necessario vencer el prejuicio y buscar cercania, como ya viene ocurriendo, por ejemplo, a través de los flujos migratorios de personas mutiladas que, al emigrar a otros países, se encuentran con dilemas como la falta de acceso a los servicios sanitarios, por miedo a sufrir represalias y discriminación.
Otro punto fundamental a tener en cuenta es que la práctica se realiza en un contexto de machismo estructural, es decir, que aunque sea realizada y promovida por mujeres, es una tradición que no busca más que el control del cuerpo de las mujeres. En este sentido, castigar a las mujeres por esta práctica es seguir perpetuando el machismo y la violencia que las llevó a esta situación.
Antecedentes históricos de la mutilación genital
Entre los datos revisados, no existe un indicio preciso sobre los orígenes de esta práctica o costumbre, la cual es realizada tanto por musulmanes como por coptos y cristianos. No obstante, lo que cobra vida en esta revisión es que sigue siendo una tradición que permanece hasta nuestros días causando miles de muertes a mujeres, como nos cuenta el historiador Carlos Castañeda en su trabajo “Fronteras del placer, fronteras de la culpa: a propósito de la mutilación femenina en Egipto” .
Las primeras conclusiones a las que llega Castañeda, es que la mutilación genital se relaciona con la influencia subsahariana y el desarrollo del paleocristianismo en Egipto, específicamente porque unos judíos estaban desarrollando una comunidad judeo-cristiana en el País del Nilo.
Como hemos dicho antes, dicha práctica ya no es parte de una zona geográfica porque los procesos migratorios también han exportando estas costumbres a través de las personas migrantes.
Sin duda esta tradición se debe abordar con mucha cautela, porque más allá de erradicar una práctica, que desde el término ya apunta hacia la violencia, se trata de hacer un giro epistemológico que abarca la comprensión y cosmovisión de la sexualidad entre las mujeres que lo practican.
Por ejemplo, Castañeda nos muestra los senti-pensares de dos mujeres que fueron mutiladas y que se continúan con este pensamiento y hacer.
«Nosotras estamos mutiladas e insistimos en la operación de nuestras hijas para que no haya mezcla entre hombres y mujeres… Una mujer no infibulada provoca vergüenza en su marido, quien la llama ¡tú la del clítoris! La gente dice que ella es como un hombre. Su órgano le picará al hombre…» (testimonio de una mujer egipcia).
«La operación hace a las mujeres limpias, promueve la virginidad y la castidad y guarda a las jovencitas de la frustración sexual al disminuir su apetito sexual». (defensora de la ablación en Kenia).
A partir de estas dos experiencias podemos ver que lo histórico no trasciende solo en el estudio del origen de dicha práctica, sino en cómo esta costumbre transformó la forma de pensar y habitar la sexualidad y corporalidad por dichas mujeres.
Una de las explicaciones que Castañeda nos ofrece, se remonta al S. VI d.C., donde el médico de la corte del emperador oriental Justiniano, Aetius de Amida, escribió en la Biblia latrika, vol XIV, cap. 106 lo siguiente
“Su clítoris se incrementa en tamaño y llega a ser indecente y vergonzoso, por lo que continuamente la fricción de sus vestidos las excita y despierta en ellas el deseo por la cópula; por tanto, tomando en cuenta el incremento de su tamaño, los egipcios determinaron cortarlo, especialmente en el momento en que las muchachas están listas para su matrimonio”
Todos estos datos que hablan de una justificación histórica y legal de dicha práctica, despiertan en nosotras un gran interés por pensar desde la habitación corporal de las mujeres quienes viven o están por vivir dicha violencia, porque podemos observar que esta tradición hace pensar a las mujeres egipcias que la mutilación es lo que lleva a las mujeres a disfrutar de una plena sexualidad, aunque también podemos dar cuenta de una subjetividad moral que se concatena con esta representación de la sexualidad y de la mujer.
En este sentido, Castañeda refiere que las mujeres que no son mutiladas son castigadas por las mismas mujeres egipcias, porque se piensa y exclama que parecen hombres, además que son mujeres castigadas para el matrimonio, es decir, son personas rechazadas para contraer matrimonio con alguien, y en caso de casarse y tener hijos, al hijo varón se le avergüenza verbalmente por tener una madre no circuncidada.
Tal como lo hemos venido pronunciando en todo el texto, no existe una justificación clara sobre dicha práctica, no obstante, el médico nigeriano Koso-Thomas (1987) refiere los principales usos que los textos explican son: la limpieza corporal; para mejorar la estética del cuerpo, ya que el clítoris «crece»; para no matar al niño al nacer, su destino si toca el clítoris; para promover la cohesión social y política de la comunidad, pues deben respetarse las reglas tradicionales del grupo; para prevenir la promiscuidad sexual; para mejorar el acto sexual masculino, porque el clítoris provoca la eyaculación prematura, y el hombre debe controlar todos los aspectos del acto sexual; para incrementar las oportunidades matrimoniales de la mujer. Ligado a este último punto, para mantener la buena salud, preservar la virginidad y favorecer la fertilidad femenina, ya que el clítoris produce substancias que matan al espermatozoide. Además, la práctica ritual pudo haber implicado, como se ha interpretado también, una especie de sacrificio propiciatorio de las partes más eróticas del cuerpo femenino para lograr la protección o bendición de la divinidad. (Castañeda 2003).
Dentro de esta explicación, también podemos añadir que esta práctica es desarrollada por las matronas más antiguas de la aldea, porque son ellas las que tienen mayor experiencia y pericia para realizarla. Castañeda explica que esto es debido a que entre las aldeas egipcias se cuenta la leyenda de los Oubangui, en donde existió el primero hombre circuncidado entre ellos “Baganza”, quien explicaba que su pene ya no podía entrar por la vagina no mutilada de su esposa. Por consiguiente, la esposa del mismo frente a dicha desesperación acude con un hombre de la misma aldea para que le realizara la mutilación, resultado de su muerte. Y desde ahí, dicha práctica quedó en manos de las matronas viejas.
Además de ser una intervención quirúrgica realizada por mujeres, también éstas deben tomar en cuenta determinadas fechas para realizarlo, por ejemplo, se habla de dos o tres días antes de la luna nueva, o en épocas de inundación del Nilo, debido a que son fechas que entienden de alta fertilidad.
El interés de escribir esta nota radica en que el 6 de febrero es el «Día Internacional de la Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina» y fechas como ésta son importantes para para generar el debate y la concientización sobre temas que sólo aparentemente suceden lejos de nuestra realidad.