21 de diciembre 2021. el Espectador
Por un involuntario error de comunicación, esta columna no salió —como debía haber salido—, el pasado viernes 24. Sin embargo habla de una iniciativa muy bonita, que indudablemente no se agota en Navidad, por eso —con las disculpas del caso— la publicamos hoy. Para que la empatía siga su saludable curso.
Otra sería Colombia si la gente y la agenda del país funcionaran como La Tienda de la Empatía. Si tender la mano fuera un estilo de asumir el mundo y la solidaridad se convirtiera en la fórmula de un gran acuerdo por la nación, se resolverían buena parte de los abismos causados por la horrenda inequidad y sanarían muchas fracturas de nuestra estructura social.
La Tienda de la Empatía es el nombre de una de las más bellas iniciativas antiabandono y prorreconciliación que surgieron a raíz de la pandemia. Es, desde el 1º de agosto del 2020, una plataforma digital que ha convocado a cientos de artesanos; cultivadores de café, de caña, de sábila y esperanza; campesinos; tejedoras; talladores de madera; fabricantes de cervezas, de miel y de sueños, para que puedan vender sus productos en el comercio electrónico sin tener que dejar sus territorios ni someterse a las cadenas y condenas de los intermediarios. La Tienda de la Empatía es pagar lo justo por un trabajo digno, es decirle —con hechos— a la Colombia olvidada que alguien se acordó de ella y mostrarle al mundo lo que nuestras comunidades son capaces de hacer.
Su creadora y directora, Claudia García, lleva 20 años trabajando con poblaciones rurales, con grupos étnicos maravillosos y marginados. Los conoce, le duelen los conflictos que han vivido y admira su capacidad de liderazgo y resiliencia. El año pasado —cuando también la pandemia fue inequitativa porque les dio más duro a los más pobres, llenó cientos de ventanas de trapos rojos y las parálisis de los mercados quebraron la ya precaria economía de los más débiles— las tejedoras de Mampuján buscaron a Claudia y le contaron que por el empobrecimiento y las cuarentenas ya casi nadie compraba sus telares (esos en los que habían tejido con los colores de la vida el grito ensordecedor de la guerra); los ingresos de Mampuján estaban al borde de la extinción. Surgió entonces la idea de Claudia… por un tiempo no harían telares como los que están expuestos en el Museo Nacional: harían tapabocas “porque las bocas se cubren, pero los sueños no”. Así, detrás de cada producto, de cada mochila wayuu y de cada grano de pimienta del Putumayo; detrás de la cúrcuma de Dabeiba y el jugo de la caña de Santa Rosa; detrás de las cosechas de café del Tercer Acuerdo y del tinto cítrico de Agua de Dios… detrás de cada emprendimiento, hay cientos de familias que han sobrevivido a la pandemia, con dignidad, con afecto y reconocimiento.
La Tienda ha logrado comercializar digitalmente los productos de más de 50 comunidades y 25 emprendimientos de excombatientes, y los llevará a ser no solo autosostenibles sino rentables y a convertirse en una economía de mercado. Distintos diseñadores han ofrecido voluntariamente su creatividad en la propuesta de marcas y logos. Es que, de verdad, uno pasa por la puerta física o virtual de la @latiendadelaempatia y quisiera quedarse, porque todo lo que allí sucede es respetuoso de la condición humana, es noble y es bonito de sentir y aprender. Es un lugar de armonía.
Queridos lectores: les propongo que seamos agentes multiplicadores de reconciliación, hasta lograr paz en el alma de Colombia. Felicidades en la Navidad de la empatía, y vengan, vengan todos, los necesitamos para una conversación incansable y valiente entre la solidaridad y los pueblos que no se dan por vencidos, entre lo humano y lo sublime, entre los niños de pesebres y ciudades y los abuelos que habitan las estrellas, la piel y los recuerdos.