- ‘El desengaño europeo’, ‘El minotauro global’ y ‘El largo siglo XX’.
- Su conversación nos aporta notas inesperadas que nos parecen mejorar nuestra desarticulada composición de lugar.
Por Juan Vera para Diagonal.– Las calles son ruidosas. Del ruido casi siempre puede entresacarse un tono general y también, aunque raras veces, un ritmo soterrado como aquel que produce el latido de los músicos antes de tocar. Un chelo apoyado en la pared puede entrar en vibración según la fase resultante del ruido ambiente.
No repetir la opinión de otros hacia quienes nos sentimos semejantes, más por afinidad de contextos que por análisis de razonamientos que sustentan dicha opinión, supone tiempo y esfuerzo. Sustentar (formar) la opinión es hacerse una idea del conjunto, tomar perspectiva, reconocer la escala y conectar datos, intuiciones (que no surgen de la nada como comúnmente se cree) y experiencias. No basta saber de una materia, es necesario conocer, aunque sea de forma somera, varias esferas del saber porque es ese conocimiento general sobre el que construimos nuestra particular manera de pensar.
Cierto es que si hay una materia al alcance de cualquiera, esa es la vida misma donde en cualquier circunstancia aflora la condición humana: sus pasiones, sus miedos, su voluntad, su necesidad de ser amado y también –aunque sea menos frecuente– su altruismo, su virtud y su dignidad. Pero como es natural, para destilar las causas y efectos de los acontecimientos y ponderar su alcance es indispensable una aptitud para la objetividad (empatía) en ocasiones sobrehumana. No escucharemos los mismos razonamientos entre los asiduos a un bar de Carabanchel que entre aquellos que almuerzan a diario en un local esquina Serrano, y cada uno de nosotros, incluso aquel que nunca deshace del todo la maleta, habita inevitablemente en algún lugar concreto. También entre los vagones y los hoteles y las calles que transita el caminante hay diferencia de clases.
Aquí y allá, en el bar, en el metro, en los vestuarios del gimnasio, en esas manifestaciones donde a uno nunca no le queda del todo clara la razón de ir o de quedarse –como por otra parte nunca nos queda del todo clara ninguna razón–, en los artículos de prensa, en las plazas, en el mercado… permeables al sentir, nos llegan fragmentos con los que hacernos una composición de la situación general que nos ha tocado vivir. La composición resultante es siempre una suerte de Frankestein a la vista del cual muchos nos desazonamos. Entonces es posible recurrir a los libros.
No es que sean la panacea pero casi. Los libros nos permiten visitar paisajes de forma rápida, ordenada y, sobre todo, nos incitan al análisis y la crítica. Es como sentarse en un bar ubicado en ninguna parte donde se dan cita personajes de distinta procedencia y pelaje. Cuando entre los comensales aparece uno que no conocíamos –se presenta bien por sorpresa, bien acompañado de algún amigo– y resulta que su conversación nos aporta notas inesperadas que nos parecen mejorar nuestra desarticulada composición de lugar, entonces estamos de suerte. Por cierto espacio de tiempo –lástima que siempre resulte tan breve– nos parecerá armónica la melodía con que nos prefiguramos el mundo.
El desengaño europeo, El minotauro global y El largo siglo XX han sido recientemente esos comensales inesperados cuya conversación, entintada del conocimiento de aquello que sucede puertas adentro, alumbró por momentos mi prefiguración de la situación. Cuando se leen, se siente esa clase de alivio cuyo origen no está en el sujeto de ensayo –el mundo va de mal en peor– sino en la comprensión saciada. Por suerte, cada uno de estos encuentros va dejando un poso de saber, un resto que envalentona (y de algún modo autoriza) la ganas de intervenir en el ruido de las calles con la inútil esperanza de que nuestro ruido sea un poco menos ruidoso. Entramos, cual chelo bien dispuesto, en fase.
El desengaño europeo es una larga entrevista realizada por James Cohen, politólogo y profesor de la Soborna Nueva a Sami Naïr, catedrático de Ciencias Políticas y director del Centro Mediterráneo Andalusí de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla que fue eurodiputado entre 1999 y 2004. En sus páginas, Naïr analiza la Unión Europea desde que fue creada en base a intereses de mercado hasta su proyección ideológica como unión de naciones abanderadas en la protección de la democracia y los derechos humanos, pasando por el recorrido de sus instituciones políticas. Pero el análisis de Naïr no es complaciente, antes bien se trata del grito de un intelectual ante el espectáculo de hipocresía y cinismo que rodea lo que en algún momento significó una posibilidad –el sueño de un humanista con altas probabilidades de realizarse– y que hoy, a punto de ver cómo se convierte irremediablemente en ruina, se alza desesperado. «El lector encontrará –dice Naïr– una crítica severa a la ideología “bienpensante” corriente» que, espera, hará comprender que «la política elegida por las instituciones europeas actuales es totalmente contraproducente, económica y socialmente». Con voluntad pedagógica, esto es, con ganas de hacer llegar a los ciudadanos de a pié aquello que está sucediendo entre las bambalinas de la élite, Naïr expone, siempre a contracorriente, las veladas relaciones de fuerza en juego. «Lo que se oculta en el caudal de la Europa real».
En El minotauro global, Yanis Varoufakis, economista greco-australiano y profesor de Teoría Económica en diversas universidades, da muestra de otro humor. Mientras Naïr es fiel a su trayectoria como político socialista, Varoufakis lo es a la suya de analista económico. La risa es otro modo de escapar a la desesperación que produce lo que uno sabe. Pero la risa de Varoufakis no es hilarante ni sarcástica sino más bien irónica, habitada por la curiosidad, despojada –en este caso comparativamente– de nostalgia. El Minotauro global es una explicación teórico-económica clara y accesible de la evolución del capital desde aquella primera crisis de 1929 (que grabó –aunque hoy podemos decir que no a fuego– las reglas del juego del intercambio económico) hasta el colapso del sistema en nuestros días. Varoufakis aprovecha para analizar, en dependencia de aquel, el juego político –que no es más que su apéndice debido al condicionamiento estructural que padece–: los miedos y prospecciones, los razonamientos y actos de fe, las decisiones a corto y largo plazo, las relaciones de fuerza. Se trata de un pormenorizado mapa geopolítico en el que cada detalle adquiere claridad a través del filtro económico con que se mira y se estudia. Lo más relevante de su enfoque es la figura del Minotauro, figura que Varoufakis saca de la mitología para organizar en torno a ella su análisis. El Minotauro es, por decirlo de un modo simplificado, la personificación del capital. Personificado de esta guisa es fácil de comprender el modo en que sus necesidades y caprichos constituyen un imperativo en torno al cual actúa la política, la banca, la sociedad… El inconveniente estriba en que la responsabilidad queda diluida frente a su figura.
El largo siglo XX es un ambicioso libro de historia económica que ya va por su segunda reedición en castellano. Su autor, Giovanni Arrighi, economista y profesor de sociología en la Universidad Johns Hokins de Baltimore, compila en sus páginas el resultado de sus estudios en torno a las teorías del sistema-mundo. Su mirada sobre la configuración del orden político actual se retrotrae hasta la Edad Media donde es posible apreciar la relación entre el capital y la formación de los Estados. Deudor de la obra de Braudel, Civilización material, economía y capitalismo, cuyo «esquema interpretativo se convierte en la base de [su] libro», Arrighi aborda el siglo XX «como el último de cuatro siglos largos estructurados de forma similar» con la finalidad de que «el análisis comparativo [procure] más información sobre el probable resultado futuro de la crisis actual». Entretanto nos hace comprender el estrecho vínculo existente entre dinero y poder como la relación incuestionable que conforma nuestra era y cuán a merced hemos quedado de la disciplina financiera. La conclusión, si bien abierta al acontecimiento sorpresivo, nos anuncia la posibilidad de que la historia capitalista acabe «instalándose permanentemente en el caos sistémico en el que se originó hace seiscientos años». Para Arrighi –y también para nosotros– «resulta imposible decir si esto significaría únicamente el fin del capitalismo o de toda la humanidad».