Hay dos riesgos graves de ingobernabilidad:
1° Si en Chile gana la derecha con su rechazo a los cambios, aumentará el estallido.
2° Si ganara cierto izquierdismo extremo, que hoy estimula el enojo perpetuo, la inviabilidad de sus promesas ilusorias, incumplibles, repetirá la furia. Y si impusiera su populismo irresponsable, provocará fracaso económico y social aumentando sufrimiento. Un pueblo engañado, en clima de ira, será ingobernable.
El bien a cuidar es el cambio profundo.
La justa indignación, por tanto abuso, injusticia, descrédito de las instituciones públicas y privadas, energiza una pasión transformadora que requiere conducción política de la emoción. Esa rabia debemos canalizarla positivamente hacia el ánimo creador que requiere toda empresa histórica constructiva democrática. No hay que seguir enamorado del eficaz enojo que detonó el estallido, sino imprimirle un salto realizador, gobernable. Reducirse al estado de ira contra todo lo pasado es un gustito adolescente que alimenta ultraizquierdismos retrógrados ineficaces que siempre dañan a los más desposeídos. Los países democráticos no progresan en la paz de los cementerios, pero tampoco en la incertidumbre cotidiana, miedo a la violencia, saqueos, legislación improvisada, “tomas”, inseguridad de la propiedad, despilfarro fiscal, barricadas en carreteras, impuestos a viviendas de clase media, permisividad, debilitamiento del estado de derecho, falta de inversión, refundaciones insegurizadoras.
Los que critican a la única mujer candidata, Yasna Provoste, porque propone “el progreso en paz”, son la derecha y ese izquierdismo promotor del enojo perpetuo; teóricos que no entienden que históricamente la fuerza democrática realizadora de cambios, sin dictadura de ningún color, es la movilización positiva, la mística popular por justicia social, la participación ciudadana constructiva, con sentido de país, la estabilidad institucional eficaz y no la mantención de un clima de revuelta en furia.
La movilización irascible entusiasma con promesas inalcanzables, confusas, sugerentes, imaginativas, pero devenga gobiernos que no pueden cumplir o cuya ineficacia extremista trae caos. El enojo ilusionador, no establece límites a los sueños, su programa ofrece derechos con fronteras difusas, desliza soluciones fundacionales inmediatas que suenan atractivas contra todo lo pasado, pero termina incapaz de gobernar. Las ofertas ilusorias o la ineficacia en los resultados descontentan a los propios partidarios y traen más estallido.
En inestabilidad e ingobernabilidad siempre pierden los más pobres, empeora la clase media y los más ricos a veces se van.
Una campaña, exige pedagogía política de cambios en paz y no en rabia. La política del enojo perpetuo debe erradicarse ahora porque el próximo gobierno no tendrá tiempo de revertirla. La campaña es oportunidad para cultivar cariño por un compromiso constructivo veraz y no la alternativa de destrucción. Un país en estado de furia puede gozar emocionado en la catarsis, pero dejará en los sueños su capacidad de realizar los cambios.
Los candidatos oportunistas electorales estimulando impaciencia, en el actual descontento, gobernarían un pueblo que reproducirá contra el nuevo gobierno la rabia que hoy parece movilizar al electorado; piden votos con promesas verbales que superan o confunden sus programas escritos. Su fracaso recibirán la furia social que hoy acicatean y estancarán al país en protesta permanente. Candidatos de promesas sin límites, sin plazos, con ingeniosa oratoria de derechos, teorizan éticamente para un nuevo modelo sin sustento programático factible, ineficaz para la vida del país.
Los políticos debemos trabajar por un país que no cree en nosotros y hacer una campaña con propuestas veraces contra las desigualdades, abusos, lastres sociales, errores pasados, corrupción y el descrédito institucional público y privado. ¡Comportémonos como esos viejos liderazgos honestos que advertían que el éxito de grandes tareas pasa también por “sangre sudor y lágrimas”!
Este par de meses construirá las bases del ánimo responsable de la vigilancia de masas que exigirá resultados al próximo gobierno. La movilización frente al nuevo gobierno, el alerta popular responsable tendrá el carácter que le impriman el ánimo y las propuestas de las candidaturas en campaña. Por eso es tan importante prometer erradicando el facilismo. No basta un candidato anclado en la indignación por las desigualdades, los abusos, la corrupción, sino que hay que construir ahora, en campaña, la responsabilidad de gobierno y evitar que el enojo perpetuo se transforme en política de Estado. La irresponsabilidad por las promesas reales o imaginarias y la imposición de la ineficacia, nos llevarán al retroceso social y político y a la violencia.
Por eso es tan necesario trabajar esta idea del cambio y progreso en paz.