Caso Facundo Castro: la ruta 3, la defensa ciega y delictiva de la institución policial y los zorros grises
Kiñe | Uno
La Ruta 3
La Ruta Nacional N° 3 es el único camino que une, en un solo tramo, las provincias del sur del país (incluida la Antártida y las Islas del Atlántico Sur) con Buenos Aires. Sobre ese mismo trayecto extendido sobre miles de kilómetros, durante la Campaña Expedicionaria al Desierto, se obligó a caminar a centenares de personas mapuche desde su lugar de origen hasta distintos campos de concentración, el más conocido ubicado en la Isla Martín García. A muchas de las personas que no soportaban esas largas caminatas y se rendían antes, se les cortaban los talones para que se desangraran ahí mismo y no tuvieran oportunidad de escapar hacia ningún lugar. Otras personas, incluidas familias enteras, corrieron una suerte diferente: fueron arrojados desde puentes en plena caminata, como si fueran seres indignos, deleznables, imposibilitados incluso de una ínfima ceremonia de entierro. Caminatas que fueron reconocidas (aunque permanecen en la actualidad bastante invisibilizadas en la Historia Oficial Argentina) como las “Marchas de la Muerte” que afectaron múltiples pueblos preexistentes del sur y el norte del país. La base y esencia de estas prácticas etnocidas residen en el interior de la construcción de patria de la Argentina y forman parte, del mismo modo, de los principios de existencia de la gendarmería y las fuerzas de seguridad estatal nacional. La misma que hoy comanda el Ministro de Seguridad (en la provincia de Buenos Aires) Sergio Berni, la misma que ayer dirigió Patricia Bullrich (en Nación).
140 años después del paso de Roca y sus tropas, sobre ese mismo sendero cargado de dolor y muerte, caminó Facundo Astudillo Castro antes de encontrarse con la policía bonaerense y desaparecer el 30 de abril de 2020. Sobre esa misma ruta nacional fueron hallados, tiempo después, dentro del proceso de investigación de esta misma causa, dos cuerpos pertenecientes a personas migrantes de pueblos preexistentes (aymara, qom, kolla, guaraní, quechua) del norte de Argentina, identificados en la sociedad como campesinos o trabajadores rurales.
El círculo asesino y etnocida en la Argentina se vuelve a repetir en los mismos escenarios, contra las mismas personas.
Epu | Dos
Tener que servirles el almuerzo a los asesinos de tu hijo
Cristina Castro está sentada junto a Luciano Peretto y Leandro Aparicio. Sus abogados. Esta es la primera vez que los veo a los tres juntos. Sus rostros expresan determinación y certeza(s). Están dentro de una actividad organizada por Amnistía Internacional al cumplirse un año de ser hallado el cuerpo de Facundo Castro. En dicho encuentro, Cristina intervino cinco veces e hizo referencia de forma sintética a tres elementos que –entiendo– son la novedad dentro de la causa.
En primer lugar, Cristina confirmó que los brazos de Facundo Castro desaparecieron literalmente frente a los ojos de la jueza Gabriela Marrón. Según el relato del pescador que encontró el cuerpo de Facundo, el mismo poseía sus cuatro extremidades, pero una vez en la morgue judicial los brazos desaparecieron. “Es muy doloroso saber que una persona encontró el cuerpo de tu hijo tirado en un cangrejal, y que no le faltaban piezas a ese cuerpo. Y más doloroso es saber que en una noche el fiscal hizo desaparecer los brazos de tu hijo, que entregó el cuerpo incompleto de tu hijo. Eso hizo el fiscal Ulpiano Martínez”. En segundo lugar, Cristina mencionó el dolor y la indignación que le produce tener que servirles el almuerzo a los distintos policías sospechados de participar en el asesinato y la desaparición de su hijo. Cristina trabaja en una estación de servicio de un pueblo chico (Pedro Luro), por donde pasan frecuentemente a comer siempre los mismos agentes de la policía bonaerense, que también cruza en otras partes del pueblo como si nada hubiera pasado. “Es complicado sentarme en mi trabajo y tener que llevarles el almuerzo a los distintos policías involucrados en la causa de mi hijo y a los que no, que hostigan y amenazan”. No es menor, en este contexto mencionar que en Buenos Aires, durante los tiempos de Roca fueron entregadas decenas de niñas mapuche a la aristocracia argentina. Niñas que eran violadas por los mismos hombres a los que después esas niñas les debían servir el almuerzo. En tercer lugar, Cristina hizo referencia al libro “Operación Facundo” de Germán Sasso, recientemente publicado por la editorial Areté con prólogo de Miguel Ángel Perri (abogado, asesor del Ministerio de Seguridad de la Nación y recientemente casado con Vanina Hussein, una ex policía de la provincia de Santa Fe que en la actualidad ocupa un cargo en la Fundación Abogados sin Fronteras que dirige el mismo Perri). “No tenemos dinero como para sacar un libro como el que banco él (Sergio Berni), porque somos laburantes. Y a los laburantes lamentablemente nos sobra mucho mes antes de que se nos termine el sueldo. ¡Llegamos con lo justo! Pero mis manos de laburante están limpias, no manchadas con sangre”, concluyó conmovida y sensible la mamá de Facundo. (A través de este enlace podrá ver y escuchar parte del relato de Cristina Castro),
Al finalizar su exposición, Cristina Castro indicó que la responsable de todas las imposibilidades y retardos en la causa tienen un mismo nombre: María Gabriela Marrón. “Es la misma policía la que reconoce los ‘huevos tremendos’ que tiene la jueza para defenderlos”. Un posicionamiento temerario que se ubica en la misma línea y ubicación de Sergio Berni y Germán Sasso. Una vez más el poder jurídico, las fuerzas de seguridad y los líderes de opinión (no es casual que en su libro Sasso, agradezca a sus colegas Pablo Duggan y Paulo Kablan) se entrelazan en un triángulo amoroso, actuando y articulando sus roles con un mismo objetivo: sobreseer a los agentes policiales y al propio Estado Nacional de sus responsabilidades en la desaparición y muerte de Facundo Castro.
Kvla | Tres
Operación Facundo: la insistencia del posicionamiento objetivo y la presencia de datos duros como elementos probatorios aunque se carezca, contradictoriamente, de ellos
En parte del libro “Operación Facundo”, su autor –Germán Sasso– insiste y repite las palabras “objetividad” y “datos duros”. Sin embargo, en las 279 páginas sólo complementan su “investigación” 29 elementos visuales de dudosa relevancia. Me refiero a 29 elementos que no constituyen documentos capaces de extender o ampliar la diversidad de voces que debería (o dice) exponer Sasso en su “investigación”. Por ejemplo en el libro, en vez de publicar una captura de pantalla en donde se exponga la conversación de dos de las policías implicadas en la causa (Mario Gabriel Sosa y Jana Jennifer Curuhuinca) y hacer un análisis sobre esa captura y diálogo entre ambas, Sasso transcribe la conversación como si fuera un estudiante de periodismo que recién inicia su carrera. Ni como un trabajo práctico universitario sería aceptado. ¿Cómo sabemos que Sasso transcribió literalmente lo que figura en el expediente de la causa? ¿Por qué Sasso transcribe toda la información que dice tener y no la expone para ser contrastada con sus reflexiones? Otro ejemplo concreto de la contradicción y la ausencia de elementos probatorios en la que incurre Sasso es en el capítulo seis del libro: “Aparición del cuerpo y reveladora autopsia”. En este capítulo Sasso intenta desarrollar en doce escuetas páginas “el informe genético”, “la evaluación radiológica”, “la evaluación y el análisis tafonómico”, pero no acompaña ninguno de estos subcapítulos con un documento externo a su propia voz y escritura. En el libro de Sasso no existen los informes externos. No existe la declaración de ningún perito, ni profesional actuante en la causa. Ni siquiera existe en el libro de Sasso un mínima acta que permita contrastar lo que dice este “periodista” en el libro, con las fuentes originales de donde se sirvió (por ejemplo, el expediente de la causa, al cual seguramente Sasso tiene acceso). Lo que sí pudo conseguir Sasso, y entiendo es necesario reconocerlo, fue la foto de un zorro gris y el gráfico de un esqueleto humano que prácticamente parece dibujado por alguien que no conoce de anatomía (la dimensión de las manos y los pies no están en escala). ¿Inoperancia periodística? ¿Malicia? ¿Contradicción sistemática? ¿O un ejemplo impreso del protocolo de encubrimiento que se activa cuando la institución policial desaparece a una persona? ¿Cuál es la relación entre el esqueleto de manos gigantes y las fotos del zorro gris en el recorte investigativo y la teoría que intenta soslayar Germán Sasso? No voy a continuar haciendo observaciones en esta nota, de todas las falencias en materia probatoria que tiene el libro (lo haré en otro artículo en donde analizaré específicamente cada capítulo), pero lo que sí voy a adelantar y asegurar es que todo el relato publicado por Sasso tiene este tratamiento incompleto, imparcial, inverosímil. Manteniendo inclusive un asombroso parecido con el informe presentado por la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich, luego del asesinato de Rafael Nahuel y en contra de un grupo de activistas sociales señalados injustamente como una “célula terrorista de la R.A.M.”. Un informe y un libro armados torpemente, para confundir y aturdir con humo, como si se tratara de una bomba lacrimógena antitumulto, preparada para dispersar y provocar el ahogo y el llanto involuntario de las personas. Con la diferencia que el libro de Sasso es más voluminoso y costoso, aunque intrascendente (en términos periodísticos), con una estrategia clara y evidente, que ya hemos visto en otros casos de desaparición forzada y gatillo fácil, como fue la “estrategia” utilizada por la defensa de los policías asesinos de Daniel Solano que ya fueron condenados a cadena perpetua.
Germán Sasso intenta dirigir la responsabilidad hacia la madre de Facundo, argumentando que madre e hijo tenían una mala relación y que por esa mala relación Facundo estaba en la calle. Posteriormente, por la situación de desesperación de Facundo al encontrarse desamparado, en un lugar intransitable, terminó empantanado y víctima de esa situación atípica se ahogó solo, como consecuencia de un accidente. ¡Literal! Es la hipótesis que propone Sasso en el libro. Y la que sostiene Berni en sus múltiples intervenciones mediáticas. De esta forma y bajo esta hipótesis, según Sasso los cuatro policías implicados deben ser sobreseídos como “cuatro ignotas víctimas”. Y por lo tanto también deben ser sobreseídas las comisarías implicadas, el propio Sergio Berni y toda la institución policial. Es en este contexto, que Sasso se anima a descalificar el trabajo de los abogados querellantes argumentando que tienen intereses personales en contra del Estado, descalificando a Cristina Castro, sosteniendo que ella pretende una venganza enconada en contra de la policía y descalificando al perito Marcos Herrero a quien menciona como “peritrucho”, adjudicando también a este perito la responsabilidad de plantar pruebas en la causa, en referencia específica al hallazgo del amuleto con forma de vaquita de San Antonio. La estrategia de Sasso es de manual y sin dudas va a ser parte de la hipótesis del caso que expondrán las defensas de los policías implicados.
En los pasillos judiciales circula un dicho que postula: “exige el máximo, para que después, aunque sea, te den la mitad”. Y esa estrategia, parece ser la propuesta de Sasso a modo de prólogo de la defensa jurídica en favor de los cuatro policías involucrados. Solicitar el sobreseimiento para reducir la condena de cadena perpetua que les corresponde, a una condena inferior a los diez años de prisión.
¿Nos encontramos ante un pacto de silencio por parte de la “familia policial”? ¿Por qué nunca estos agentes del Estado se “quiebran” ante la gravedad de esta clase de delitos de lesa humanidad? No sólo estamos ante un pacto de silencio institucional, sino ante victimarios que históricamente la institución policial ha preparado para que reconozcan en los jóvenes de piel oscura, risa grande y ojos achinados, un enemigo interno peligroso que debe ser exterminado como lo anhelaron Julio Argentino Roca y Domingo Sarmiento, los padres de la patria.
Meli | Cuatro
La “desventaja jurídica” y la presencia de zorros grises
Los jóvenes de piel oscura y risa grande siempre ingresan a los ámbitos jurídicos en “desventaja jurídica”. Porque a pesar de que los Luciano Arruga, los Daniel Solano, los Sergio Ávalos y los Facundo Castro tiene el mismo rostro, el mismo color de piel, los mismos ojos achinados y la misma ascendiente étnica de esas familias que fueron despojadas de sus territorios, sometidas a las Marchas de la Muerte que produjo la Argentina y alojadas en distintos campos de concentración, estos casos no son analizados en un contexto de persecución étnica de un genocidio que hace 140 años se sigue ejecutando por la misma institución, en nombre de la misma patria.
Además, por lo menos en este debate judicial, no se podrán juzgar más responsabilidades que las que participaron directamente del asesinato y posterior (intento de) desaparición de Facundo Castro. Nunca serán juzgados en este debate Gabriela Marrón, Sergio Berni y Germán Sasso por su insistente accionar encubridor y negacionista de la violencia inmersa en el seno de la institución policial.
Más temprano que tarde el juicio llegará contra los policías responsables de asesinar y desaparecer a Facundo Castro. Esperemos que la defensa de la policía, aunque sea tenga la capacidad de presentar más elementos probatorios que las que usó Sasso en su libro, así no tenemos que pasar parte de las audiencias viendo documentales sobre el comportamiento del zorro gris que circunda sigilosamente las lagunas de Buenos Aires y escuchando testimonios falsos e incomprobables.
“La mentira necesita de muchos cómplices”, resume certera y perspicaz Cristina Castro.