Por Hugo Ramón Cappurro*
Alguna vez la delimitación de las fronteras ha de ceder paso a la vida en común de los pueblos, desaparecerán los límites nacionales y entonces el sol será la única bandera de toda la humanidad; así como ya está claro que poco importa la virginidad de los principios cuando sobreviene la maternidad de la razón. Sin embargo, mientras prevalezcan los poderosos intereses que demarcaron líneas divisorias entre las naciones, el honor de las personas y los valores sociales seguirán siendo suplantados por farsas patrioteras y traiciones encubiertas.
En esa inteligencia, preceptos y normas de la formalidad jurídica son los que otra vez deslindarán posiciones frente a un nuevo escenario que enturbia las relaciones entre Chile y Perú, a despecho que la Corte Internacional de Justicia resolviera –de jure–, a principios de año, una nueva demarcación de la frontera marítima entre ambos países; resultando de facto otro límite territorial, que la CIJ advierte, pero difiere advocando un “acuerdo entre las partes”
En primer lugar y sobre todo, es evidente que el diferendo peruano-chileno revela que han existido soterradas argucias en los argumentos de una o las dos partes. Es sencillo demostrarlo.
Como se sabe, los gobiernos de ambos países han proclamado reiteradamente su respeto irrestricto de los tratados internacionales, como principio incólume de su política exterior. Entonces, si como es cierto, existe un solo Tratado de Lima de 1929 –uno sólo, no dos–; es pues inexacto que ambas partes hayan presentado ante la CIJ argumentos íntegramente ceñidos a ese Tratado, en cuyo caso no hubiera existido conflicto. Primera conclusión: alguna de las partes no lo respetó como principio de su alegada conducta internacional.
Para el caso no interesa ya precisar quien mintió al invocar el Tratado de 1929 porque ha quedado establecido que, con posterioridad a ese Tratado, peruanos no idóneos o traidores convinieron con sus pares del gobierno de Chile, que la frontera marítima entre los dos países siguiera la línea del paralelo geográfico a través del Hito 1, proyectándose en esa dirección mar adentro del Océano Pacífico; contrariamente a lo estipulado en el Tratado del 29 que sí demarca un punto limítrofe en la orilla del mar, denominado Hito Concordia.
En virtud de tales “acuerdos” desapareció como por encanto el Hito Concordia que el Tratado ubica “distante diez kilómetros al Norte del puente del ríoLluta”, en la orilla del mar; y sentencia que ese punto “será el inicial de la línea divisoria entre Chile y Perú”. Por lo demás, habiéndose desechado por la CIJ la tesis de la “bisectriz” en proyección hacia el Océano, y hecho humo el Hito Concordia, el triángulo de marras resulta ubicado ahora bajo la línea del paralelo geográfico, en territorio chileno; hasta que un arbitraje norteamericano, según lo previsto por el artículo XII del Tratado de Lima, determine algo concluyente.
En el ínterin, entre Tratado y “notas reversales”, este breviario de la traición en el Perú ha registrado otro hecho que fuera titular de portada del diario “LA VOZ” de Tacna, en 1954: PERU Y CHILE FIJAN Límites Marítimos. En efecto, ese año, el dictador Manuel Odría firmó un acuerdo pesquero con Chile, denominado Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima, documento al que la CIJ reconoció carácter de “acuerdo tácito” en orden a la tesis chilena del paralelo como frontera.
Para consumar la traición, mediante las llamadas “notas reversales”, representantes de ambos gobiernos, entre 1968 y 1969 (Pérez de Cuellar era secretario general de la Cancillería), acordaron la construcción de “marcas de enfilación” visibles desde el mar (faros) a la altura del Hito 1, que, alumbrando en la dirección del paralelo, adviertan a los pescadores peruanos no atravesar la frontera marítima conChile; y viceversa, a los chilenos.
Estas pruebas que se adosaron como argumento categórico al legajo chileno en La Haya, han sido groseramente ocultadas por sucesivos gobernantes –incluido Humala– al pueblo del Perú, hecho contraproducente que –además de encubrir la gran traición, y al gran traidor– genera falsas expectativas entre la población y alienta las acciones de patrioteros, provocadores o “figuretis” de la politiquería criolla, como es el caso de la recientemente frustrada “marcha patriótica” al triángulo, convocada en Tacna por un militar retirado.
Lo que hemos repasado con estupor o asco, fueron, pues, los “argumentos” que entusiasmaron a los pánfilos –o bandidos—de la Comisión peruana ante la CIJ, a la cual se atribuyó oficialmente una gestión “triunfal”. Uno de sus miembros –almibarado diplomático descendiente de un Belaunde, alto oficial del ejército que desertó durante la guerra de 1879—fue quien “esforzadamente” logró persuadir al abogado francés, Alain Pellet, para que asuma la defensa de la causa peruana ante el CIJ, y cuando éste le espetó, en directo: “Usted sabe que van a perder”, el mofletudo ex-canciller, sin inmutarse, le respondió resignadamente: “yo quiero perder con usted”.
Faltaría proponer una investigación, el consiguiente juicio sumario y una sentencia ejemplar. Sin embargo, hay mucho dolor y consternación. Mucha rabia e impotencia. He soñado. ¿Nacionalismo? No. Dolor humano que postula al humanismo internacionalista.
Quien suscribe estos conceptos es de los periodistas que no se caracterizó jamás por exteriorizar sus estados de ánimo, porque a los lectores poco les pueden interesar las angustias vivenciales de un comunicador. Empero, ese sueño –o ensueño, mejor dicho– discurre entre una multitud enardecida que desbordaba el centro de Lima. El primer impacto visual fue terrible. Se distinguían varias cajas mortuorias que eran arrastradas a empellones por la avenida Colmena. Esos ataúdes habían sido desenterrados de la tumbas, y los manifestantes anunciaban a gritos que aquellos despojos irían a parar al “Montón”, un antiguo basural de la rivera izquierda del Rimac, donde actualmente existe una zona muy densamente poblada. Esa visión es algo de lo irreal o extemporáneo, algo de aquello que revela Freud sobre el cerebro “juguetón” en su interpretación de los sueños. Bueno… Seguía el delirio. Los manifestantes –fuera de control, enloquecidos– coreaban maldiciones contra los políticos corruptos que durante la era republicana fueron protagonistas de hechos condenables, y vociferaban consignas fatales contra “los que vendieron la frontera”. Amenazaban reeditar el ajusticiamiento de los Gutierrez en los postes de la vieja Plaza de Armas. “¡Abisa a los compañeros!” La consigna vallejiana ondeaba en una gigantografía inmensa. Al fondo del “cortejo de laantihistoria” cuatro jóvenes caracterizados con indumentaria militar apuraban el paso de un general apodado “el felón”, vestido de paisano y en evidente estado de embriaguez, el mismo que en enero de 1979 –contra la opinión de cuatro ministros de estado, entre ellos el canciller– ordenó fusilar a un joven suboficial de aeronáutica, acusándolo de “traición a la patria”; perversa coartada urdida para desvirtuar una gravísima acusación contra él, a raíz del golpe de estado que acaudilló en agosto de 1976 para derrocar al general Juan Velasco Alvarado, desde Tacna, complotando con la CIA y el genocida chileno Augusto Pinochet.
En fin, los contenidos oníricos pueden obedecer a motivaciones diversas, pero la concepción freudiana que reconoce la censura de la conciencia a través de representaciones generalmente absurdas, se inclina por interpretar los sueños como “realización de los deseos”. De ahí que aun cuando sea lacerante asumir episodios vergonzosos de una historia de traición y cinismo, es imperativo reconocer que la única opción certera de regenerar las relaciones entre Perú y Chile, estará determinada por el desarrollo de la fraternidad entre sus pueblos; cuando nuestros hijos hayan dejado atrás los escombros de la antihistoria, el odio fratricida, la bestialidad y los crímenes instigados por oligarquías avarientas, corruptas y traidoras.
El caso del triángulo tiene sus bemoles, pero tarde o temprano –más temprano que tarde, dijo Allende– allí habrá germinado la semilla que sembró la Cantata Santa María de Iquique.
* Periodista peruano. Estudió en la Universidad Lomonósov de Moscú, optando grado de Máster. Colaboró en Novedades de Moscú. En Lima, Perú fue redactor en jefe de “Unidad”, colaborador de “Caretas”, redactor principal de Equis X. Fundó en Washington (USA) la revista “Continental” y publicó el news letter “Carta del Perú”.