Miedo, incertidumbre, temor, desconfianza, alarma, sorpresa, radical y otras tantas palabras del mismo tenor están resonando en los medios de comunicación y las redes sociales después de conocer los resultados de la elección de constituyentes en Chile. Salir de la zona de confort o verse obligado a salir de ella por las circunstancias es siempre un gran desafío, porque el miedo al cambio nos puede paralizar o desatar la violencia.
El miedo es una emoción que genera un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea. El miedo moviliza y, de las emociones, es la que moviliza con más ímpetu.
Hoy, lo que algunos desean es mantener el statu quo (que nada cambie). Sienten amenazada su zona de confort, se encuentran en un aparente estado de certidumbre y seguridad. En ella, evitan hacerse las preguntas cuyas respuestas pudieran cambiar su forma de vida. Las nuevas preguntas y las posibles respuestas fueron sometidas a la decisión popular y resultaron ser mayoría de forma democrática. Ahora, la sociedad tendrá que procesarlas por la vía institucional.
Hace unos días un compañero de curso de Ingeniería de la Universidad de Chile “posteó” en el chat de nuestra generación, bajo la foto de la Machi Francisca Linconao: “Delincuentes, corruptos, terroristas y asesinos redactando la nueva constitución… que desastre”.
El miedo es un mal consejero y atrincherarse en la zona de confort descalificando la voz de la mayoría pone en riesgo la democracia y puede desatar la violencia. Tenemos que enfrentar la violencia verbal y las descalificaciones. Es clave no convertirnos en cómplice silencioso de una espiral de violencia.
La mayoría de independientes electos para conformar la Convención Constituyente tienen una trayectoria asociada a conflictos con fuerte expresión territorial y cultural. Viven problemas reales incubados por un Estado de Derecho que no ha dado respuesta a los abusos de los que han sido víctimas.
En Fundación Semilla trabajamos bajo el principio de que el antónimo de violencia es convivencia y que la convivencia se desarrolla sobre la empatía y la diversidad. Ponerse en el lugar de la otra persona y valorar las diferencias. ¿Cómo no empatizar con la población que vive en las zonas de sacrificio o con quienes carecen de agua para su subsistencia o quienes han sido discriminadas y violentadas por su género?
La convivencia social no será tarea fácil. Aun así, estamos convencidos que saldremos adelante y tendremos una nueva Constitución que regule de mejor manera nuestra convivencia. Que el Estado de Derecho será para beneficiar a todos y no solo a unos pocos.
Enfrentaremos semanas turbulentas. Habrá altos y bajos, progresos y retrocesos, estridencia y diálogo, pero al final llegaremos a buen puerto, un puerto diferente de aquel desde el cual zarpamos. Debemos estar atentos para que el miedo al cambio no paralice el proceso ni se convierta en combustible para desatar la violencia.