Por Francisco Herreros
Tal como sucedió con la huelga general del 12 de noviembre de 2019, convocada por la CUT, Piñera estaba en la lona, cuando la cocina (1) parlamentaria acudió en su rescate, y parió el inefable acuerdo del 15 de noviembre, de amargo recuerdo, por salvar in extremis la abollada institucionalidad pinochetista.
En el marco de otra huelga general, el 30 de abril, mientras los dirigentes de la CUT eran impedidos de entregar una carta en La Moneda, y diez de ellos detenidos, la presidenta del Senado, Yasna Provoste y el presidente de la Cámara, Diego Paulsen; sin consultarle a nadie, le entregaban otro balón de oxígeno a un gobierno ahogado en sus propios errores, a pretexto de unos supuestos acuerdos mínimos para enfrentar la catástrofe social, sin consensuarlos con nadie.
Lo mismo que el 15 de noviembre de 2019; lo mismo con la «agenda pro-crecimiento» negociada por Pablo Longueira para salvar a Lagos, en enero de 2003; igual que la santa alianza para salvar a Pinochet, objetivo logrado el 2 de marzo de 2000, 503 días después; la misma política de lo posible, y su hermana gemela, la de los consensos, durante todo el período de la república neoliberal; tal como el artero plebiscito del 30 de julio de 1989, que cocinó la transición binominal, y el plebiscito de 1988, que en realidad, aceptó la institucionalidad pinochetista; lo mismo que el diálogo con Jarpa en 1983, y el Acuerdo Nacional de 1985, que dividieron a la oposición, salvaron a la dictadura, y dieron origen a la concertación; misma que hoy vuelve a las andadas.
La senadora Provoste simula ignorar que estos acuerdos cupulares, entre cuatro paredes, forman parte de la cadena de motivos que detonaron el malestar social, el 18/O; los cuales, aparentemente, solo han cambiado de nombre, el de ella en primer lugar, en el cambalache del 30 de abril.
«Nadie que aprecie la democracia, nadie que quiera contribuir a la solución de los problemas más urgentes que tiene la ciudadanía puede restarse de un proceso de diálogo, eso no es cocina, es democracia», dijo la senadora.
Como si lo fuera una maniobra inconsulta, en el borde de la institucionalidad, con un temario vago e imprecisa, unos supuestos acuerdos mínimos comunes, consultados ni consensuados con nadie, y que dada la investidura de los visitantes, necesariamente impacta en la agenda política, respaldada por el infaltable coro griego de los medios de comunicación masivos.
Aparte de haberla hecho aparecer súbitamente en las encuestas, lo cual, estadísticamente es un absurdo, y despejada la batahola mediática, el saldo real de la trama es modesto.
En una declaración de apenas dos minutos, y sin preguntas de la prensa, el portavoz de Gobierno, Jaime Bellolio se limitó a valorar un «inicio de camino» naturalmente, en el contexto del «diálogo y respeto a las instituciones, que son fundamentales para la democracia».
No mencionó agenda de mínimos comunes alguna, menos, renta universal,
apoyo a las Pymes o elevar ingresos vía eliminar las exenciones tributarias, y qué decir, del impuesto a los súper ricos o el royalty minero.
La senadora Provoste, la misma que le suplicó a Piñera por la patria que retirara el recurso contra el tercer retiro del tribunal constitucional, sin conseguirlo, afirmó que el diálogo es parte de la democracia, y defendió la operación con el argumento de que tender puentes con el gobierno, en medio de semejante catástrofe, constituye poco menos que deber de Estado, atendida su investidura institucional; sin ir más lejos, la segunda de la república.
A la senadora Provoste le asiste el derecho de creer en diálogos de buena fe, e impetrar transparencia y responsabilidad. Sin embargo, parece ignorar el adagio de que el engaño es imposible sin el que se deja engañar, y que antagoniza con un artista insuperable en esa especialidad.
De entrada, Piñera se metió por la ventana. Aprovechó el balance diario del Covid-19 del 3 de mayo, para desgranar el habitual rosario de lugares comunes.
Repitió con calco las declaraciones de Bellolio, o sea, una pauta comunicacional. No habló de «agenda de mínimos comunes»”, ni «renta universal», ni ninguna de las explícitas demandas de la población.
Se limitó a valorar «marco de entendimiento» dentro del respeto a la «institucionalidad y la separación de poderes».
Eso no significa que el gobierno sea inconsciente del presente griego que le entregaba el parlamento. Por el contrario, el ministro del Interior, Rodrigo Delgado, reprendió con acritud a los que acusan de cocina:
«Siempre va a haber sectores que van a criticar, a tratar de ‘cocina’, pero de ahí a la violencia hay un paso».
La vieja política del terror y la extorsión.
La senadora Provoste parece no comprender que la profundidad de la crisis no admite más diálogos vaticanos en la cúpula, y que cuando se enfrentan conflictos de intereses, o de clase, no prevalecen, precisamente, las buenas maneras.
El pomposo acuerdo de mínimos comunes se reduce a una mesa de trabajo, encargada por Piñera a los ministros Rodrigo Cerda de Hacienda y al secretario general de la Presidencia, Juan José Ossa, para que se reúna con la mesa de la Cámara de Diputados y del Senado, para que en los próximos días se inicie el trabajo, que no da cuenta de la urgencia, terminará para el día de San Blando, y será olvidado no bien se designe una nueva mesa de trabajo, al estilo de lo que ocurría con las comisiones de «hombres buenos» o asesoras presidenciales de los gobiernos de la concertación.
La tarde del mismo día en que la presidenta del senado se reunión con Piñera, el gobierno despachó el proyecto de ley del bono de $200.000, atado al alza de cotización del 2%, 1% con carga al empleador y otro 1%, al Estado, lo cual representa una sonora bofetada a la mayoritaria exigencia nacional de No+AFP, y un nuevo trasvase de fondos a la torta que alimenta al empresariado.
El problema no radica en que la senadora Provoste lo ignorara, sino al contrario, que sabiéndolo, haya concurrido a la reunión.
En consecuencia, no tendrá derecho a pataleo, si como es probable, el asunto no prende, como no le prende nada a Piñera desde el 18/O.
Fuente: Red Digital
Nota:
(1) Por «cocina parlamentaria» en Chile se entiende aquellos acuerdos de pasillo entre parlamentarios de derecha y la concertación, que, en esencia, han impedido cambios estructurales en la institucionalidad y el modelo económico, heredados de la dictadura. De hecho, el término se originó el 11 de julio de 2014, cuando la Comisión de Hacienda del Senado desnaturalizó y descafeinó la reforma tributaria del gobierno de Michelle Bachelet. El entonces presidente de la comisión, el demócrata cristiano Andrés Zaldívar, declaró:
“Este tipo de negociaciones no pueden participar todos y que, por su forma, no siempre pueden ser “de cara a la opinión pública. Todos estos acuerdos se preparan desde la cocina, donde hay un montón de conversaciones. En mi casa tuve muchas, con mucha gente, a diversas horas y en diversos días”.