El sentido y el proyecto del ser humano.
Thalia Spanish Theatre, Queens, New York, 16/9/2014
Queridos amigos, muchas gracias por esta posibilidad de estar aquí, con ustedes en este 16 de Septiembre del año 2014, recordando el cuarto aniversario de la muerte de Silo, en esta ciudad de Nueva York, junto a los amigos del humanismo universalista y junto a todos ustedes.
Decir “gracias”, es un gesto común de todos los días, pero no es tan común conectar wcon su significado. Por un momento detener el tiempo, reconocernos en esta situación, experimentar la presencia de los otros a mi alrededor, y más aun, acercar la sensación de quienes son parte íntima de mi vida, pero sus cuerpos ya dejaron de existir. Entonces, pudiera volver a repetir estas palabras: gracias queridos amigos.
“La unidad en la acción”, es mi tercer intento de responder dos preguntas las cuales parecen estar enquistadas en el plan genético de todos nosotros: 1.- cuál es el sentido de la vida, si tengo siempre a la vista a la muerte, y, 2.- cómo vamos de una vez por todas a humanizar la tierra, a construir una sociedad libertaria digna del ser humano. Para responderlas me apoyo en la interpretación que hago de las enseñas de Silo y de su Mensaje, desde los aportes de la Psicología del Nuevo Humanismo. Se intenta con este libro acercar las experiencias de “sentido” que cualquiera ha rozado, pero al reconocerlas convierten la vida nihilista acostumbrada a creer en la muerte y en el fin apocalíptico de la humanidad, en una vida orientada por la alegría, la esperanza y la lucha incansable, por el cambio personal y la transformación social.
Si mi primera producción “Sentido del sinsentido”, pone el énfasis en la superación del rencor y del resentimiento a través de la valoración del fracaso y de la reconciliación; la segunda publicación “La mirada del sentido”, hace pie en el despertar de la mirada interna para comunicarse con los espacios de silencio de la mente; esta tercera obra busca relacionar el sentido profundo del ser humano con su acción transformadora y humanizadora.
Este ensayo incursiona en las posibilidades de un nuevo tipo de ser humano, que no vive ya hipnotizado por sus deseos y ambiciones y por tanto, no es arrastrado por esos ensueños hacia la violencia y a la negación del otro.
Para lograr esta ampliación de la conciencia se propone despertar la mirada interna. La mirada interna, se explica, suele estar identificada con el “yo cotidiano pegado a la piel”; pero determinados procedimientos energéticos y atencionales, así como determinado tipo de acción en el mundo, la internalizan; la mirada interna al correrse hacia atrás de la sensación de los ojos, puede tomar contacto con experiencias reveladoras de sentido y con la sensación profunda de la unidad interna propia y la unidad del ser humano. Esta posibilidad abre las puertas del futuro.
El problema es que la mirada interna, al irse hacia adentro, si se topa con la contradicción o la violencia, es decir con el sufrimiento, inmediatamente huye de sí, se externaliza. Es parecido a cuando quiero acercar la mano al fuego, instintivamente ésta retrocederá. La mirada al acercarse a la unidad se internaliza, pero al tocar la contradicción se externaliza y queda prisionera de los deseos. Por esta razón es tan importante superar las contradicciones, ya que el dolor que ellas provocan impiden el acceso hacia la profundidad del ser.
La mirada no se puede internalizar si se topa con la contradicción, y la contradicción se produce por la falta de solidaridad, por el resentimiento y por la venganza hacia otros seres humanos. La contradicción interna, no se produce por los estímulos que llegan, no se produce por la injusticia que me ejercen, por la violencia o por la discriminación a la que soy sometido. La contradicción interna se produce por lo que yo hago con otros. Es el tipo de respuestas que doy a mi situación, la que despertará una nueva mirada, o la sumergirá en la externalidad, quedando atrapada en el círculo del deseo y la violencia.
Pese a esta dificultad es posible demostrar y afirmar que esa ampliación de la conciencia superadora del sufrimiento y de la violencia, es factible y anuncia al ser humano del porvenir.
Contamos con los procedimientos psicológicos para ayudar en la integración de contenidos psíquicos y para el cambio de óptica que requiere la reconciliación de la propia vida. También conocemos la meditación para movilizar la energía psicofísica, en el fenómeno que llamamos “la Fuerza”. Mediante técnicas de autoconocimiento podemos desestabilizar la creencia en la muerte, al reorganizar la biografía completa desde el punto de vista de las experiencias extraordinarias del sentido. Pero, es gracias a la acción en el mundo que los cambios de la interioridad se consolidan y se fijan en el psiquismo. Es decir, no basta para el cambio del ser humano la sola meditación, es necesaria la acción y la reflexión sobre la acción. Esto es así porque las huellas profundas de memoria se graban por el hacer. El aprendizaje y el cambio conductual se producen cuando hago algo con las representaciones de mi mundo interno. Un nuevo tipo de conciencia se corresponde con un nuevo tipo de acción y de conducta.
Es lo que hago junto a otros seres humanos, donde estamos jugándonos la posibilidad del despertar de la conciencia y de una nueva ordenación social. “Los otros”, por lo general se me presentan como materialidad, como algo parecido a las rocas y a las plantas. Se me aparecen como una forma de vida más. La vida vegetal, incluso animal, aunque cada vez es mas discutible, es una vida de especies. Que me coma un tomate, no afecta a la vida del tomate, el tomate sigue existiendo en su especie. La vida humana no existe en general, no existe como especie, sino que se trata de “cada-vida-humana”. Lo humano es de reciente descubrimiento en el campo de la filosofía y el lenguaje todavía no da cuenta de la singularidad de un ser que no es una especie, sino tiempo puro, historia encarnada en cada individuo. Atentar contra un ser humano es como si se atentara contra la especie humana completa. La expresión “murieron cinco mil en un bombardeo”, o “somos seis mil millones sobre la Tierra”, son todas equívocas, ocultan la realidad humana de seres individuales únicos. La vida humana, es cada uno, con nombre y apellido, con unicidad. Nadie muere en conjunto, todos morimos de a uno. Cada uno es un significado absoluto.
La percepción habitual no registra la realidad humana. Para aprehender lo humano, la conciencia se amplía en otro tipo de estructura, se abre a una nueva realidad. Frente al reconocimiento de lo humano, es cuando una mirada interna se desprende del yo habitual y se asienta en una experiencia de unidad; una mirada afectiva que me comunica a un tiempo conmigo mismo y con el otro; una mirada cercana a veces, a un sentimiento llamado amor.
La unidad interna es una experiencia de acuerdo conmigo mismo, es el contacto con algo adentro de uno que tiene sabor a continuidad, una presencia interior que me acoge, es el retorno a casa, al lugar donde pertenezco. La acción adquiere valor cuando permite la aparición de una suerte de centro dentro de uno; la acción es válida por tanto, si facilita a la mirada acercarse a la unidad y posarse en ella. La acción pierde valor cuando por la contradicción se cierra la percepción de la conciencia de su propia unidad; cuando la conciencia debe huir de sí misma para realizar la acción contradictoria. Estas acciones que otorgan o quitan valor a la vida, que se experimentan como unidad o contradicción, que alejan o acercan la experiencia de sentido, siempre tienen que ver con los otros seres humanos. Son las acciones que reconocen la dignidad humana del otro las que me llenan de unidad y sentido. Puedo pensar al otro o sentirlo en su humanidad, pero es la acción que coincida con ese pensamiento y ese sentimiento la que me comunica con el otro y con la esencialidad de mí mismo.
Estas reflexiones del libro, concluyen con la develación de un proyecto humano. Un proyecto de una característica tal, que mientras se lleva a cabo, transforma a las mismas personas que lo realizan. Una acción conjunta y en el tiempo que no sea necesario esperar a concluirla para ir reconociendo el aumento de la unidad. Un proyecto para el crecimiento de la libertad tanto interna como social. Un proyecto para superar el sufrimiento y la violencia tanto en la conciencia individual como en el modo de organización colectiva.
Se hace pie para justificar esta posibilidad en la crisis universal que estamos viviendo. Primera crisis verdaderamente mundial, que abarca a todas las culturas de la Tierra. No se trata de la crisis de un Estado o de un modelo político, se trata de la crisis sincronizada del sistema de creencias de cada cultura. La cultura y la religión de cada civilización viviente, arrastran elementos desintegradores y antihumanistas, provenientes de los tiempos originarios en que lo humano y la libertad se abrían paso de su prisión natural. Las culturas para sobrevivir habrán de transformarse: superar los contenidos que niegan o las enemistan con las otras, remover las tradiciones que rechacen la diversidad y la multiplicidad, y relativizar lo absoluto para que no pueda imponerse a la libertad y a la vida de cada ser humano.
Un sistema de creencias fracasa cuando ya no provee la experiencia de sentido o la experiencia trascendente. Cuando ya no sirve para hacer crecer la unidad del conjunto, cuando relativiza la sacralidad de la vida humana; cuando sus ideologías justifican la incoherencia entre la prédica y la práctica. La sociedad entonces se enferma de miedo a la enfermedad, de miedo a la soledad y de miedo a la muerte. Se enferma en definitiva de sinsentido.
Si ese fracaso estuviera ocurriendo en cada cultura, estaríamos quizás ante la mayor crisis de la historia, pero, a las puertas, o sucediendo ya en pequeña escala, de una suerte de vacío existencial. Vacío que ya no puede ser llenado por ninguna propuesta de la época moribunda, y la conciencia lo deberá buscar en su intimidad; ese vacío del fin de una era, llevará a la conciencia y a la mirada, a tomar contacto con aquello que la impulsa, con su profundo sentido.
Si esto que digo tuviera algo de verdad, proponer un proyecto de liberación y de crecimiento del ser humano, cobra la urgencia de encender un faro en medio de la oscura tempestad.
Un proyecto que debiera encarnar al principio en pequeños grupos dispersos por el mundo, que estudian el modo de despertar del sufrimiento, que buscan los procedimientos para superar la violencia interna y organizan la acción para proyectar la sociedad libertaria de una nación humana universal.
Gracias nuevamente,
Dario Ergas