El mayor genocidio de la humanidad
Nada por encima del ser humano y ningún ser humano por debajo de otro
En diciembre de 2007 la Asamblea General de la ONU, declaró el 25 de marzo Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica de Esclavos
A lo largo de más de diez siglos el continente africano, fue atravesado por el comercio de esclavos en diferentes direcciones: el Mar Rojo, el Océano Índico meridional, el tráfico transahariano, el Océano Atlántico.
Antes de la llegada de los europeos a África ya el flagelo de la esclavitud estaba institucionalizado en muchas regiones, de manera que cuando los comerciantes europeos se introdujeron se aprovecharon de un mercado que ya existía.
Durante tres siglos, de 1550 a 1850, según algunas fuentes unos 100 millones de africanos fueron reducidos a la esclavitud por el colonialismo europeo. En el Siglo XVI, se calcula que sólo un cuarto de todos los esclavos que salieron de África lo hicieron como parte de la trata atlántica.
Pero cuando las poblaciones aborígenes en América fueron diezmadas, más de 15 millones de africanos fueron arrancados de su tierra a la fuerza y llevados encadenados hacia el “Nuevo Mundo”. Para el siglo XVII se calcula que el tráfico transatlántico llegó a los dos tercios del total del comercio de esclavos africano.
Es imposible saber con exactitud el número de africanos que fueron forzosamente llevados al continente americano, porque fueron millones de personas que en el proceso o murieron o perdieron su libertad y su condición de seres humanos, siendo cazados, torturados, encadenados y degradados para convertirlos en simples objetos o mercaderías.
Hablar de esclavitud en esas dantescas proporciones no solo implica el violento secuestro y trato inhumano a la población negra africana, la destrucción de su cultura, sus poblados y familias y el desarraigo forzoso, sino también las matanzas de hombres, mujeres y niños inocentes, la tortura indiscriminada, las violaciones y las condiciones de vida horrorosas en los buques de transporte de esclavos y en las plantaciones adonde la mayoría fueron llevados.
Al llegar a los puertos de embarque los esclavos eran encadenados, muy mal alimentados, pasaban a los “barcos negreros”, diseñados para «almacenar» cientos de piezas (personas) en las bodegas… se calcula que un treinta por ciento moría en el trayecto, otros quedaban ciegos como consecuencia de las infecciones y otros eran tirados por la borda. Es que las condiciones en que estas personas eran transportadas en viajes que duraban entre dos y tres meses (dependiendo los puertos de embarque y destino) eran deplorables. Se los colocaba debajo de la cubierta con argollas en el cuello y grillos en los pies, de seis en seis. El régimen alimenticio era severo, la salubridad era pésima; las enfermedades frecuentes, la ventilación inadecuada y el olor y el calor inaguantables. La situación empeoraba cuando el navío traía más esclavos de los permitidos.
Cuando la carga (de personas) llegaba a América, inspeccionada antes de bajar del barco y pagados los derechos de Aduana, las y los esclavos que sobrevivían al viaje sufrían la crueldad de ser marcados con hierro candente en el brazo derecho, los hombros o la espalda, sin importar si eran niños, jóvenes, mujeres u hombres adultos, como forma de control para saber que la importación estaba legitimada por la ley. Luego las y los esclavos eran encerrados en barracones oscuros e insalubres, atados con cadenas hasta proceder a la venta.
En muchas ciudades portuarias de América, se solía producir la compra-venta de la «mercancía» recientemente llegada (personas). Los esclavos se ofrecían en avisos en los periódicos de inicios del siglo XIX, así era la normalidad de la época.
Una vez adjudicados, debían ponerse de nuevo en camino hasta su destino. El nuevo amo solía volver a marcarlos con hierro candente para establecer su propiedad de manera fehaciente. El trato que recibían en las plantaciones y residencias era por lo común despiadado. Y su reproducción garantizaba que la explotación sería por generaciones, destruyendo normalmente los lazos familiares y culturales que tuvieran.
Aunque se les castigaba severamente por cualquier desobediencia como forma de asegurar su control, muchos se rebelaban y escapaban, creando palenques o campamentos , contra los cuales los propietarios lanzaban hombres armados con sus perros de presa, como forma de enseñanza a los demás esclavos en un régimen de terror y degradación humana.
En general las víctimas de esta esclavitud cumplieron una función vital para el capitalismo y su desarrollo que se apoyo decisivamente en el proceso de colonización de América y en la generación y expoliación de riquezas. La importancia del comercio de esclavos atlántico para la economía global fue extraordinaria y afectó a todos los sectores económicos europeos, incluso en los países que no poseyeron colonias ni esclavos. El coste en vidas humanas y sufrimientos fue incalculable, terrorífico, y su pernicioso legado ha repercutido hasta hoy en la mayoría de las sociedades de África, Europa y el Nuevo Mundo.
Es claro que este proceso que implicó el genocidio y el etnocidio más gigantesco de la historia de la humanidad e impulso el desarrollo capitalista, nada tuvo que ver con relaciones ligadas a la «libertad, igualdad y fraternidad», pregonadas durante la Revolución Francesa y que motivaría inmediatamente la Revolución Haitiana, sofocada en otro genocidio, que igualmente inspiró distintas rebeliones y luchas posteriores contra la esclavitud, el racismo y en favor del abolicionismo.
Mauritania fue el último país en el mundo en abolir la esclavitud por ley haciéndolo en el año 1981. En los hechos actualmente en este país africano, se estima que el 1% de su población vive aun en estado de esclavitud.
Por espacio de casi dos siglos, luego de superado el sistema barbárico de la esclavitud, las personas descendientes de antepasados esclavizados enfrentan todavía discriminación y segregación estructurales profundamente arraigadas en el racismo, el colonialismo y la esclavitud. Las consecuencias de estas violaciones persisten al día de hoy y continúan provocando estragos en nuestras sociedades e instituciones.
Como lo indica el Diccionario del Nuevo Humanismo: “(…) La esclavitud contradice a la conciencia jurídica y moral de la humanidad de hoy, lo que se refleja en los documentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El humanismo siempre condenó y sigue condenando a la esclavitud como institución oprobiosa, contraria a la libertad y la dignidad del ser humano.”
Las experiencias de los afrodescendientes a menudo permanecen ocultas detrás de los datos acerca de la totalidad de la población, lo cual esconde los patrones de desigualdad sistémica y hace que sus dificultades y preocupaciones resulten prácticamente invisibles para los encargados de formular políticas. Eliminar el racismo sistémico provocado por la esclavitud es fundamental para lograr un mundo de derechos universales y de opciones para todas las personas.
Hoy día se evoca en general a la esclavitud como un hecho del pasado y así se ha instalado en el sentido común occidental del capitalismo globalizado, pero esto no es así. Por ejemplo, en 1995, el gobierno brasileño promulgó una ley contra la esclavitud. Desde entonces, 54.000 personas han sido liberadas de relaciones laborales forzadas. A finales de 2017, el presidente Michel Temer, importante exponente del antihumanismo, sorprendió al tratar de suavizar el término “esclavitud moderna”, eliminando el criterio de la dependencia económica forzada a la hora de definirlo. Gracias a la protesta local e internacional se pudo frustrar su malintencionada agenda.
La esclavitud además se expresa todavía en múltiples formas como el trabajo forzoso, la servidumbre por deudas, el trabajo migrante, la trata de personas, la venta de niños, el matrimonio forzoso, la venta de esposas, el trabajo y la servidumbre infantil.
Las y los humanistas consideran como fundamental para la superación de todo vestigio de formas de esclavitud, poner al ser humano como valor central, rescatando lo planteado por el Documento Humanista: “El progreso de la humanidad, en lento ascenso, necesita transformar a la naturaleza y a la sociedad eliminando la violenta apropiación animal de unos seres humanos por otros. Cuando esto ocurra, se pasará de la prehistoria a una plena historia humana. Entre tanto, no se puede partir de otro valor central que el del ser humano pleno en sus realizaciones y en su libertad.”
Las y los humanistas, conscientes de los riesgos que implica que grandes conjuntos humanos se encuentren en condiciones de dependencia económica al no tener resueltas muchas veces sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, sanidad, educación, etc.), denuncian y trabajan por la construcción de un sistema al servicio del pleno desarrollo humano y de su calidad de vida.
El Partido Humanista Internacional considera que ante las consecuencias de las violaciones masivas y fragantes de los derechos humanos que constituyeron crímenes de lesa humanidad y que tuvieron lugar durante el período de la esclavitud, el colonialismo y las guerras de conquista, así como la expoliación sistémica de riquezas minerales y recursos naturales que sufrieron y se mantiene en la actualidad,se deben crear los mecanismos de reparación y de resarcimiento, tanto a las personas víctimas de racismo y esclavitud, como a los países que ven como sus recursos extraídos bajo convenios leoninos no contribuyen a la mejora de las condiciones de vida de sus pueblos.
Se deben buscar las formas adecuadas de restablecer la dignidad de las víctimas y de conformar medidas de acción afirmativa y de indemnización, libros de texto que describan con exactitud los acontecimientos históricos, monumentos conmemorativos y comisiones de la verdad, así como mecanismos independientes para vigilar la eficacia de los recursos y mecanismos de reparación.
Equipo de Coordinación Internacional
Federación de Partidos Humanistas
25-03-2021.
(*)
https://www.internationalhumanistparty.org/es/article/abolicion-de-la-esclavitud-ya
https://www.internationalhumanistparty.org/es/article/eliminar-la-discriminacion-racialh