Tras la caída de Atenas, que fue donde por primera vez se desarrolló incipientemente este modelo (no conviene olvidar que el sufragio aún no era universal sino minoritario excluyendo a mujeres, no griegos y esclavos), y salvando el caso de Roma, el modelo parece que permaneció aletargado hasta la era de las luces, 20 siglos más tarde. En el siglo XVIII solamente la revolución americana produjo una democracia minimamente sostenible. En el XIX las monarquías absolutistas lucharon contra las fuerzas democráticas y al comienzo del XX nacientes democracias colapsaron en Alemania, Italia y España en la época de los fascismos frente al comunismo. En 1941 en sólo 11 paises había regímenes democráticos. Pero desde ahí el avance de los “regímenes democráticos” (siquiera formales) desde la segunda mitad del siglo XX (final de la segunda guerra) fue impresionante.
En la segunda mitad del siglo XX las democracias parecían echar raíces en las más difíciles circunstancias. En Alemania, traumatizada por el nazismo, en la India, con la mayor población de pobres del mundo, en Sudáfrica, desfigurada por el apartheid. La descolonización creó nuevas democracias en África y Asia y algunos regímenes autocráticos fueron dando paso a democracias en Grecia, España, Argentina, Brasil y Chile. Para el año 200o, casi dos tercios de los países eran clasificados como democracias. Estos regímenes eran los que sostenían mayor progreso económico; la democracia aparecía triunfante y en el foro mundial en Varsovia se proclamó que “la voluntad del pueblo” fuera “la base de la autoridad del gobierno”
Pero ese progreso se ha detenido en el siglo XXI y puede incluso tener un retroceso. Algunas democracias nominales se han deslizado hacia la autocracia, y por otra parte a las democracias se las relaciona frecuentemente con deuda y otras disfunciones internas. ¿Por qué la democracia ha perdido su impulso? Derrocar un gobierno autocrático parece más fácil que construir una democracia viable y muchas revueltas que en principio exigían democracia no parece que hayan obtenido resultados fehacientes; eso puede decirse de la “primavera árabe” u otros espacios donde la gente ha ocupado las plazas y las calles clamando democracia. Ésta pasa momentos difíciles. Incluso en democracias establecidas, los fallos en el sistema han ido empeorando visiblemente y las desilusión con la política está a la orden del día.
Entre las razones podría estar la crisis financiera de 2007 y el ascenso de China. El daño de la crisis financiera no solamente ha sido económico sino también psicológico socavando las confianza en los sistemas políticos envueltos en grandes niveles de deuda y de corrupción mientras a los grandes banqueros continuaban pagándose a si mismos grandes bonos y sumas de dinero.
Mientras, el Partido Comunista Chino ha roto el monopolio del mundo democrático en cuanto a progreso económico se refiere. China ha estado duplicando sus estándares de vida cada década mientras USA, por ejemplo, lo ha estado haciendo cada 30 años. La élite del PCCh arguye que su modelo es más controlado, estable y meritocrático, y menos sujeto a embotellamientos. China es justamente condenada por controlar la opinión publica, por la censura y persecución política pero en dos años ha extendido la cobertura de pensión a 240 millones de personas más. Así, en 2013 el “Pew Survey of Global Attitudes” mostró que el 85% de los chinos estaba “muy satisfecho” con la dirección de su país, mientras que, paradójicamente, sólo un 31% de estadounidenses declaraba lo mismo. Zhang Weiwei de la Universidad de Fudan y otros, opinan que la democracia esta destruyendo Occidente por su complicación en la toma de decisiones y la “blandura” de los dirigentes para agradar al pueblo convirtiendo las cosas sencillas en complicadas y frívolas, haciendo crecer el desorden y el caos. Ante ese modelo y sus resultados, países de Africa (Ruanda) de Oriente Medio (Dubai) o el lejano Oriente (Vietnam) se están tomando el aviso seriamente
El avance de China es aún mas potente en el contexto de la serie de desencuentros de las democracias desde 2000. El primer paso atrás fue en Rusia, tras la caída del Muro, la democratización de la vieja URSS parecía inevitable, y en los 90 se dieron algunos pasos bajo Yeltsin, pero desde 1999 con la llegada de Putin, calificado por algunos como un Zar posmoderno, parece haberse diluido la sustancia de la democracia en Rusia. Otros declaran autocráticos a lideres en ascenso como en Venezuela o Argentina, aunque esto es materia de controvertida discusión y propaganda.
El segundo gran paso atrás fue la guerra Irak. Bush justificó la guerra como una lucha por la libertad y la democracia, pero todo fue un mero oportunismo y tras la invasión y el fracaso al instaurar un régimen democrático títere, quedó claro que la causa democrática era solo una excusa para el imperialismo americano y que la democracia no iba a echar raíces en un pedregal regado de violencia e intereses espurios.
Un serio tercer paso atrás fue Egipto. El colapso del régimen de Mubarak, tras gigantescas protestas populares ilusionó a muchos en que la democracia echase raíces en Oriente Medio. Pero la euforia pronto devino es desesperanza tras el ascenso de Morsi y su mayoría islámica, primero, y peor, tras el golpe de estado posterior contra el primer presidente democráticamente elegido de Egipto y y la matanza de cientos de manifestantes de su hermandad. Y con la guerra en Siria y la anarquía en Libia se desvaneció la esperanza de que la primavera árabe supusiera un gran avance democrático en Oriente Medio.
Además algunas conquistas del campo democrático parecen haber perdido cierto lustre. Desde 1994 en Sudáfrica gobierna el mismo partido. Turquía, que parecía combinar el islamismo moderado con prosperidad y democracia está descendiendo hacia la corrupción y la autocracia. En Bangla-Desh, Tailandia y Camboya hay boicots de la oposición a las elecciones o se rechazan los resultados. Todo esto demuestra que la democracia necesita ser cuidada intensivamente y no confiar en que es algo que florece rápida y espontáneamente cuando su semilla es plantada. Porque aunque sea una “aspiración universal” está la cuestión controvertida de su dependencia cultural, asociada a nociones de derechos individuales e independencia de la justicia.
Y es que además en las democracias establecidas, como USA, parecen haberse corrompido con prácticas como el “gerrymandering”, cambiar las reglas o el tamaño de las circunscripciones para obtener mejores resultados (tentación que parece se están contagiando aquí los líderes del PP) o la presión de los lobbies en un proceso donde los ricos tienen claramente más poder que los pobres y, al no haber contraparte en democracia económica, la democracia política se ha demostrado cada vez más una cáscara mostrándose cada vez más formal y menos real. Porque en Europa no estamos para tirar cohetes. La decisión de introducir el Euro fue tomada por tecnócratas (solo Dinamarca y Suecia hicieron referéndum sobre el tema y los dos dijeron NO… tras lo cual se acabó lo de preguntar) Durante la crisis del euro los gobernantes elegidos democráticamente en Italia y Grecia fueron remplazados por tecnócratas a dedo. El Parlamento Europeo es ignorado y despreciado. Prosperan opciones populistas o directamente neo-nazis…
Desde arriba, la globalización ha cambiado la política profundamente, haciéndose vasalla de los flujos financieros y mercados globales convirtiendo el cumplimiento de las promesas electorales en los países papel mojado ante la presion del FMI y de la propia UE. Desde abajo, también surgen desafíos como las propuestas nacionalistas como las de catalanes, escoceses o incluso estados indios en USA. Hay la presion de ONGs, y la actividad que bulle en internet donde la gente clama por más democracia participativa ante las anquilosadas maquinarias parlamentarias que cada día parecen más anacrónicas en un mundo donde se vota cada cuatro años y sin embargo se usa masivamente internet para otra serie de elecciones de los usuarios.
Así, los desafíos mayores no vienen de arriba o de abajo sino de los propios votantes que claman por salir del cortoplacismo en paises que llevan más de 30 años en déficit, en democracias basadas en la deuda (y en la corrupción) y avocadas a la austeridad para poblaciones frecuentemente envejecidas. Ajustarse a estos duros tiempos es aún más duro cuanto crece el cinismo de los políticos y la desafección hacia ellos. La militancia en partidos ha descendido brutalmente en muchos paises mientras la abstencion aumentó. Una encuesta entre los votantes de UK mostró que el 62% de ellos estaba de acuerdo con la frase “Los políticos mienten todo el tiempo”.
Mientras, la frontera entre espectáculo y protesta se desdibuja en el caldo de cultivo posmodernista, en 2010 un partido en Islandia gano suficientes votos para co-gobernar prometiéndose abiertamente corrupto. En 2013 un cuarto de los italianos votaron al partido fundado por Beppe Grillo, un cómico. El resultado de este cinismo sobre política puede ser una mezcla inestable y tóxica en estas disfunciones democráticas. Los problemas de la democracia en sus tierras de origen explican sus reveses en todo el mundo. Quizás a la “democracia” lo fue bien en el XX gracias a la hegemonía de los USA, pero una vez que China ha emergido, la atracción por USA y Europa ha disminuido. Así, la administración Obama parece paralizada ahora por el miedo de que la democracia produzca gobiernos jihadistas o bolivarianos… y en Europa las élites financieras parecen estar por encima de las elecciones populares.
Al mismo tiempo, las democracias de los paises emergentes se encuentran con los mismos problemas que en el mundo rico. Cortoplacismo y mucho gasto para hoy, pero poca inversión a largo plazo. Brasil permite a los trabajadores jubilarse a los 53 pero no crea un moderno sistema de aropuertos. India gasta poco en infraestructura . Los regímenes políticos parecen capturados por grupos de interés y hábitos poco democráticos. Dicen que la caótica democracia hindú produce infraestructuras podridas mientras que el sistema autoritario chino produce autopistas, aeropuertos avanzados y trenes de alta velocidad… La democracia ha sido minoritaria antes, en los años 20 y 30 el comunismo y el fascismo parecían el futuro. Las cosas ahora no están tal mal como en esos días, pero China tiene hoy más credibilidad que la que el comunismo nunca tuvo frente a la idea que la democracias es inherentemente superior y eventualmente prevalecerá. Aunque el increíble avance de la economía parece ralentizarse del 10% al 8% anual, las grandes fortunas chinas superan con mucho a las occidentales.
Pero al mismo tiempo, como dijo Alexis de Tocqueville en el XIX, las democracias siempre parecen más débiles de lo que realmente son, hay confusión en la superficie pero fortalezas más escondidas. Ser capaz de construir alternativas las hacen mejores para soluciones creativas ante desafíos inesperados, pero para tener éxito deben estar construidas sobre pilares firmes.
Una de las razones de por las qué tantos experimentos democráticos han fracasado recientemente es porque quizás se pone demasiado énfasis en las elecciones y demasiado poco en otras características esenciales de la democracia. La existencia de contrapoderes, los derechos y libertades políticas como el derecho de expresión de reunión y organización que deben garantizarse y evitarse la tentación del “mayoritarismo”, la noción de que quien gana unas elecciones puede hacer lo que le plazca. India ha sobrevivido como democracia desde 1947 y Brasil desde mediados del los 80 , por la misma razón, se han puesto límites al poder del Gobierno y provisto garantías para los derechos individuales. Las constituciones robustas no sólo promueven estabilidad a largo plazo sino que también refuerzan la lucha contra la corrupción. Por el contrario, la primera señal de que una democracia incipiente peligra se da cuando los gobernantes electos tratan de erosionar las restricciones en su poder (como vemos en este país con reformas en la constitución y recortes de derechos políticos o sociales), a menudo en nombre del gobierno de la mayoría. Pueden repasarse los retrocesos sufridos en Egipto y Ucrania bajo estas premisas.
Parece claro que desde la caída del muro de Berlín a finales del XX y ante la ausencia de contrapoder, la democracia formal y su correlato de estado de bienestar basado en unos mínimos estándares de igualdad y justicia social han ido perdiendo su savia y como modelo se encuentran en franco retroceso por la venta de las élites políticas (lo que empieza a llamarse “la casta”) a los poderes financieros incluyendo sus amplificadores mediáticos. Lo que ayer valía, ante la ausencia de actualización de sus métodos y el avance y sofisticación de los modos de opresión, ha quedado en entredicho por movimientos que desvelan hoy la cruda realidad como decían los millares de personas en 15M y Ocuppy: “No nos representan” y “Le llaman democracia y no lo es”.
Si la democracia hoy quiere sobrevivir y no quiere ser sobrepasada globalmente por regímenes autocráticos en una vuelta global al pasado, ha de reinventarse y esforzarse por ser lo que dice que es y no un anacrónico esqueleto de lo que un día quiso ser. Sólo así puede reencontrar su sentido y su perdida fortaleza ahogada por la autocracia económica. Pero hay signos alentadores; sistemas de democracia directa y primarias abiertas, gracias a las nuevas posibilidades la facilidad de usar herramientas telemáticas parece que van a irse generalizando por la presión de los movimientos sociales. La ciudadanía en muchas latitudes ha empezado a darse cuenta que hoy es posible construir lo que un día Rousseau llamo la voluntad general. Y si somos capaces de construir claramente voluntades generales con herramientas y espacios de decisión y construccion de consenso e inteligencia colectiva ese avance será difícilmente detenido. La democracia fue la gran vencedora de los enfrentamientos ideológicos del siglo XX. Pero si la democracia quiere seguir teniendo el mismo éxito en el siglo XXI como lo fue en el XX, tiene que ser, tanto nutrida cuando es joven como cuidadosamente mantenida y actualizada cuando está madura, pero de una manera veraz. Las revoluciones sociales que clamaban libertad, igualdad y solidaridad no pueden acabar en esta (cada vez más) mentira generalizada, es necesario seguir avanzando, sin olvidar la escala global y así evitar un retroceso a escala planetaria. Pues no habrá progreso si no es de todos y para todos.
(*Este ensayo se basa en parte en informaciones y razonamientos, convenientemente resumidos, sintetizados, adaptados, ampliados o desarrollados, aparecidos en el artículo titulado “What’s gone wrong with democracy” publicado en “The Economist” en la primavera de 2014)
Artículo original: http://crossique.net/?p=185
Carlos Rossique es activista social e ingeniero de redes.