Conversamos por la plataforma Zoom con Daniel Zimmermann, artista plástico argentino, de larga trayectoria en la corriente siloísta, que sigue investigando una gran variedad de temas, volviendo a formularse las preguntas fundamentales.
Hace poco nuestra agencia publicó su breve escrito «COVID-19 Notas«, a raíz de lo cual hemos recibido numerosas cartas pidiéndonos que lo entrevistemos de modo más personal. Así hicimos y comenzamos preguntándole por la crisis actual.
Daniel Zimmermann: De la crisis no me parece necesario explicar que afecta globalmente a la vida en todos los campos. Los ¿Por qué? o razones que justifiquen esta pandemia, podrían hoy llenar varios volúmenes.
Entre los “variopintos” argumentos, se destaca que es la primera pandemia global, universal, donde nadie puede, en rigor, excluirse.
Esto es posible principalmente por un gran avance tecnológico que generó un mundo híperconectado a la velocidad del instante. Algo sin antecedentes y en vías de integración de sus cualidades y consecuencias no previstas. Esto es lo que opino.
Pressenza: ¿cómo te la has tomado tu?
D.Z.: Me ha resultado oportuno cuestionarme mis ¿para qué?.
Sin duda, una de las consecuencias de la pandemia y del confinamiento fue preguntarnos sobre el sentido o sentidos de nuestras vidas. Este cuestionarme llevó a intentar resignificar el sentido probable, la raíz de la experiencia propia y también el momento histórico, mi contexto y su influencia.
Pressenza: ¿cómo te ha ido con lo de resignificar situaciones en relación al sentido de tu vida? ¿quisieras compartirlo un poco con nuestros lectores?
D.Z.: Trataré de hacer un relato más o menos hilvanado por si pudiera servir a otro.
La primera cuestión es sobre aspectos que afectaron el imaginar un sentido de vida.
Biográficamente, no puedo obviar mi tendencia a la creatividad que se manifestó desde muy temprano de la mano -nunca mejor dicho- de plasmar modelando o dibujando aquello que valorizaba, con cierta destreza. Por lo que tempranamente se me adjudicó el rol de “artista”. Así, hacer “Mi Obra” fue un ensueño y un para qué, operando con menor o mayor fuerza, que tiñó mi proyecto de vida en mí quehacer.
Otro aspecto, sin duda, fue el cognitivo, que se manifestó en una conducta de años, como búsquedas y exploraciones de un modo no académico o formal. Movido por mi interés en el universo espiritual y creencias al respecto.
Entiendo que estos dos aspectos dadores de sentido no responden a una elección personal, sino a un Don. Una fortuna, una dádiva de origen misterioso, que agradezco, y que impulsaron búsquedas más profundas.
El tema del sin-sentido, de los sentidos provisorios, y por contraste, la búsqueda de un sentido trascendente, llegó más tarde en el Norte Argentino, donde conocí el que años más tarde surgiría como Silo.
Pressenza: ¿cómo fue tu larga relación con Silo?
D.Z.: Fue mi Maestro, guía y amigo hasta su partida. Su mensaje se explicita en su escrito «La Mirada Interna», si bien su obra y producción literaria es extensa, para mí este libro que describe un camino de meditación, fue y es referencia.
Por más de 50 años, bien o mal, asumí un sentido misional referido a difundir su mensaje, en el ánimo de llegar a otros.
Su enseñanza me dio respuesta a interrogantes sobre qué indicadores dan registro sobre avances en «El Camino» y cómo lograrlo con experiencia y meditación. Sin duda esta aplicación me llenó de sentido.
Debo reconocer que la fuerza de este propósito me llevó, en distintas oportunidades, al descuido de otros ámbitos de la vida como son la familia, pareja, los hijos, el trabajo y también mi quehacer artístico.
Pressenza: ¿Cómo consideras eso?
D.Z.: Hoy, en esta suerte de mirada retrospectiva, comprendo los desequilibrios como “errores en los pasos de la danza, pero no la danza misma”, para fraseando a la Experiencia Guiada de «La Nostalgia», de Silo.
Hoy no reniego de mis fracasos y mis hallazgos en la permanencia de mi para qué en esta vida. Estoy en paz.
Pressenza: Fueron opciones que tomaste…
D.Z.: Me resulta necesario -en este relato personal- el dar cuenta del paisaje psicosocial en que estaba inmerso. Fundamentalmente durante las décadas de los sesenta y setenta del Siglo pasado, que fueron las de mayor influencia en mis opciones.
Fueron dos décadas donde una generación joven tomó un protagonismo inédito y revolucionario, a nivel global, sobre la que existe mucha información por lo que no hace falta redundar.
Simplificando diría que se manifestaban dos tendencias: una pacifista, como por ejemplo el Hippismo, y otra de resistencia armada, como la de la Guerrilla.
Entre estas fuertes tendencias de cambio del Sistema, se movía la No Violencia Activa propiciada por Silo, en línea con las propuestas formuladas por Gandhi y Martin Luther King.
Estas circunstancias contribuyeron a que nos organizáramos como un movimiento, con cuadros entrenados en este tipo particular de no violencia.
No resulta difícil imaginar que pasamos a estar en la mira de agentes del Sistema. Tampoco el inevitable hecho de la pérdida de amigos frente al avance represivo de los setenta.
Por ese entonces yo vivía en Buenos Aires, con estadías en Mendoza y Santiago de Chile, pero a mediados de los setenta fue necesaria la dispersión, principalmente a Europa porque en Latinoamérica el panorama era muy pesado.
Corfú, una isla griega, fue el lugar elegido para que nos instalaramos un pequeño grupo que capacitaría a diversas camadas provenientes de Europa, América y Asia, en nuestra Psicología.
Luego el “centro” de actividades se trasladó a las Islas Canarias, donde se prosiguió con los estudios y se comenzaron a reorganizar los cuadros.
En los años 80’ algunos regresamos a la Argentina… pero esa ya es otra historia…
Pressenza: se nos acaba el tiempo, Daniel. Te agradezco mucho esta conversación y, si quieres, volveremos sobre lo que actualmente estamos viviendo y el para qué de esta situación de pandemia, en otra oportunidad.
Aprovechamos de dejarle a nuestros lectores tu correo electrónico, por si algunos quisieran comunicarse directamente contigo: zimmermannz@gmail.com
¡Muchas gracias!