El pasado 21/09/2020, el día de la Sanidad en Argentina, profesionales de enfermería organizaron una protesta que terminó en la legislatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo objetivo era entregar un petitorio a la Legislatura donde se solicitaba el pase de los enfermeros profesionales a la Carrera Hospitalaria, derecho denegado por el mismo Gobierno de la Ciudad en el año 2018, cuando entró en vigencia la Ley 6035, en el listado de los profesionales integrantes del equipo de salud, Enfermería quedó excluida y relegada a la categoría “administrativo”.
En el momento que se intentó entregar el petitorio, los enfermeros, fueron violentamente reprimidos por la policía del Gobierno de la Ciudad.
En una entrevista con REHUNO, dos licenciados en Enfermería, con una mirada humanista nos describen la problemática, abordando distintos aspectos de la profesión.
Por Daniel Santiago Domínguez
Rehuno: ¿Se puede plantear la Propiedad Participada de los trabajadores o el reparto de las ganancias en una estructura sanitaria?
Sergio Fernández: A priori entiendo que en cualquier empresa, es cada vez más necesario el planteo de participar en las ganancias. En los hospitales públicos existe hace años el SAMO (Sistema de Atención Médica Organizada), una redistribución de los ingresos económicos que ingresaron al hospital a través de la atención de diferentes obras sociales. Ya es un hecho, aunque remunerativamente sigue implicando que el enfermero/a, deba conseguir un segundo trabajo para estar por encima del índice de pobreza.
Las empresas privadas de salud están generadas mayormente por sociedades anónimas, con fines de lucro, y aquí empiezan las decisiones personales. Como empleado en una de estas privadas, al no encontrar más que lucro en su misión, no solo, no estaría de acuerdo en ser partícipe de ese lucro a través de la enfermedad, por coherencia, debería retirarme y renunciar.
Por el contrario, si encuentro ahí un medio de aporte y ayuda al que está padeciendo una enfermedad, no veo por qué no exigir algo de esas ganancias que solo se están llevando los miembros de la sociedad anónima, gracias al trabajo físico que realizan sus empleados ¿Acaso alguien puede creer que nuestro riesgo de exposición y vulnerabilidad es menor que el riesgo del capitalista? En este momento histórico queda más que claro que es exactamente al revés, la vida que estamos arriesgando es un riesgo mayor del que puede irle bien o mal con los billetes que puso.
Maru Lazarte: El verdadero avance en la humanidad sería, que se deje de lucrar con la salud. Hoy es un imposible ya que como sabemos, el mito del dios dinero esta puesto como máximo valor y las políticas neoliberales que mercantilizan todo, han hecho de la salud un nicho de negocios, como vemos que lo hacen, en buena medida, con la ciencia, o la educación.
La pandemia debería servir para que se valore a los que curan, a los que previenen en materia sanitaria, con educación, con investigación y ciencia al servicio de la superación del dolor y el sufrimiento humano.
Los recursos que se destinan al armamentismo, destruyen la vida humana, son una enorme fuente material que debería orientarse hacia la salud. Los recursos para que los trabajadores de la salud seamos reconocidos materialmente existen, el problema es que se desperdician en suntuosidades y actividades sin sentido.
Rehuno: ¿Cómo afronta la profesión de Enfermería Argentina el colapso sanitario?
Sergio Fernández: Es curioso, pero me suena a crónica anunciada. Cómo que ya sabemos por lo que sucedió, y está sucediendo en otros países en los que ya estaba la pandemia meses antes. Sus curvas, su colapso, su crisis sanitaria, su negacionismo o desvalorización de la vida.
Insisto en el arrastre histórico de invisibilidad. A nivel estatal se lograron muy buenas respuestas del tipo biologicista, se aumentó la capacidad de camas críticas, se fabricaron respiradores, hubo mucho esfuerzo desde las mejores aspiraciones.
Pero no se pueden formar profesionales en tan pocos meses. Hay clínicas y hospitales que sabiendo lo que se venía, cuando enfermería se puso a exigir EPP (Equipo de Protección Personal) y protocolos infectológicos, respondieron: “esperen no es para tanto todavía”, como si hubiera que esperar a tener colegas conectados a respiradores para cuidarse del virus. ¡Desesperante!
Como si hubiera que percibir la “realidad” por los sentidos externos antes de actuar y no se pudiera uno adelantar a los trágicos escenarios. En ese sentido ahora estamos bastante más nivelados planetariamente, estamos en pleno pico, sigue en aumento cuando en Europa ya comienzan los rebrotes. Entiendo que no lo estamos afrontando más que a manotazo de ahogado hasta que la realidad nos pegue en las narices, hasta que la percepción nos diga que ya no está más ese amigo, colega, familiar o vecino. Se les confía demasiado a los sentidos externos y poco a la intuición, a la imagen de un futuro dónde se evite lo peor.
Maru Lazarte: Gran parte de las unidades de terapia intensiva del país se encuentran ocupadas, en algunas provincias están sobrepasadas como en la Provincia de Jujuy donde hay camas disponibles de UTI pero falta recurso humano capacitado. En general los recursos humanos y tecnológicos son cada vez más exigidos. Por otro lado, hay escasez de trabajadores, entre ellos de enfermería y sobre todo especializados, antes de la pandemia este recurso era escaso, actualmente la deficiencia es mayor.
Muchos enfermeros están cansados por el trabajo continuo esto afecta a la atención que se brinda a los pacientes. Por otra parte, muchos de los enfermeros al estar precarizados no llegan a fin de mes, con un solo trabajo, acrecentándose así el pluriempleo y el riesgo de contagio por covid 19 es mayor, por la gran exposición y carga viral que conlleva. Actualmente en el país fallecieron más de 60 enfermeros y más de 17000 trabajadores de la salud contagiados,algunos quedan con secuelas, cardíacas, pulmonares, físicas, etc.
Rehuno: ¿Desde el punto de vista emocional o existencial como se responde ante esta pandemia?
Sergio Fernández: Estamos en situación, siempre estuvimos en situación. Me refiero a que uno podía ir por la vida “medianamente” compensado y uno podía postergar ciertas respuestas, ciertas reconciliaciones, hoy no se admiten más esas postergaciones. Hoy la posibilidad de dejar de existir a corto plazo nos exige la necesidad de darle un sentido, una dirección a la vida que antes podía esperar y solo era necesario ante un accidente externo.
Hoy necesito decirle a mi padre de 86 años que lo quiero y que le agradezco lo que hizo por mí, porque no sé si se lo podré decir la semana que viene, hoy necesito más que nunca reconciliarme con mi pasado, con mis errores y equivocaciones, más que antes de la pandemia.
Tengo 55 años y muchas décadas de fumador, estoy dentro de la población de riesgo y si no aliviano la mochila hoy que puedo. Si haciendo un juego especulativo de mirada externa me aislara física, social y mentalmente por miedo a la muerte, en lugar de cuidarme respetando una distancia física ,internalizando al otro, al que no puedo abrazar físicamente, pero lo cuento y siento su cercanía social; si no intercambio a través de lo que ofrece la tecnología e intento crecer internamente junto con otros que también están en la nave tierra, estaré en un gran problema. Negar la posibilidad de la muerte nunca fue una opción, pero hoy más que nunca es sinónimo y símbolo de irracionalidad y sin sentido absoluto.
Tal vez, la mirada que tiende a ver lo positivo, el vaso medio lleno pueda encontrarle ese sentido a esta desgraciada pandemia: el fin de la postergación y la posibilidad de humanizarnos. “El gran susto” dijo el Maestro Silo, mucho antes de que sucediera le puso palabras a esta posibilidad de que a través de un gran susto pudiéramos sincronizar el tiempo individual con el social y planetario.
Maru Lazarte: A esta pregunta solo puedo responderla en profundidad a nivel personal, ya que cada persona tiene una psicología y experiencia diferente.
Al principio salir de mi casa era como salir a una batalla literalmente, donde tenías que cuidarte de todo y la desconfianza era absoluta, me invadía una gran soledad, pero a la vez sentía que tenía que moverme sigilosamente no dando pasos en falsos para no contagiarme. Lo que más me perturbaba era contagiar a pacientes en situación de riesgo con la implicancia que esto podía tener en ellos o el temor a contagiar a mi familia.
Fui perdiendo el temor gracias a la información sobre el virus y los modos de contagio sumado a la experiencia en la atención de pacientes sospechosos de Covid.
Tuve varios sueños algunos muy figurativos entre ellos soñé con mi madre fallecida donde ella se comunicaba conmigo y me explicaba la importancia de protegerme, este sueño marco de alguna manera mi transito en esta pandemia ya que la simple palabra «proteger», «protegerme» cobro un sentido muy profundo en mi y comencé a ponerle mucha atención en este aspecto hacia mi persona y hacia otras personas.
Una se prepara, sobre todo, para afrontar el deceso de algunos pacientes o para acompañar las diversas patologías que presentan, pero no estás preparada para el contagio permanente.
También es difícil de afrontar e integrar cuando te enteraste que un compañero, al que ves todos los días, fue contagiado y se encuentra en asistencia respiratoria mecánica luchando por su vida. Otros, fallecieron o quedaron con secuelas después del contagio.
Compañeros, con los que un día estás conversando, los veías saludables, y al día siguiente no sabes cómo su cuerpo afrontará el virus, continúan generándome un nudo en la garganta, un pesar difícil de manejar. Son impactantes estas situaciones cotidianas, no te las encontrabas antes de la pandemia
Por otro lado, todas estas situaciones incrementaron la solidaridad y el acercamiento entre personal, donde las secundariedades de otro momento nos distanciaban, dejaron de cobrar valor, y comenzó a vislumbrar lo más importante: la ayuda, el acompañamiento, el darse fuerzas entre nosotros. También surgió el humor, como punto de apoyo para saltar por encima de las dificultades.
El espíritu solidario entre compañeros, me ha llevado a profundizar sobre la difícil situación en la que nos encontramos, al no ser reconocidos, donde las autoridades, generalmente, nos exige obligaciones y vulnera nuestros derechos.
Existencialmente y viendo un lado positivo, comencé a indagar con más fuerza sobre el sentido de mi vida. ¿Qué pasaría si me contagiara y me fuera de este mundo? ¿Qué he hecho en este mundo para conmigo, para con los demás? ¿Cuánto he construido a favor de la vida? ¿Cuánto y cómo he construido a favor de otros? ¿Soy coherente entre lo que siento pienso y hago? ¿Qué cosas verdaderamente importantes necesito completar en mi vida, en la construcción de este mundo? Bueno, en esto estoy.
Rehuno: Muchas gracias por la entrevista.